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Modelo antropognomònico de la evolución humana.

Por Rubén Calvino - Fuente;  http://api.ning.com/

El modelo evolutivo antropognomònico supone que el proceso filogenético verificado en el gènero homo, reconoce como motor biológico al crecimiento alomètrico e hipermòrfico de la capacidad encèfalocraneal, en tanto que su direccionamiento de cambios se orienta teleológicamente en pos de la optimización gnomónica del género, mediante la selección natural y social de los mejor adaptados a los cambios climáticos pleitocènic-holocènicos, a través de la asimilación, hibridación y/o la sustitución intersubespecìfica entre todos los ejemplares del gènero homo que alcanzaron a desarrollarse en cada tiempo y sitio de encuentros generados por la expansiòn.

Este proceso se cuantifica a través del cociente de encefalizaciòn y cualitativamente se verifica en la hipermorfosis craneoencefálica de la evidencia fòsil.

El crecimiento alomètrico ha sido quien motorizó las modificaciones que se verifican en las proporciones relativas dentro del propio género y el que originó la gran divergencia taxonómica que nos separa del resto de los simios actuales y animales en general, pero por sobre todo, fue también el que por tener un gradiente de crecimiento temporal y geogràficamente diferenciado debido a las diferentes condiciones ambientales, habría sido  causa exterior de las distintas subespecies humanas extintas que evolucionaron de maneras diferentes y divergentes, tan diferentes y divergentes, como lo fueron las latitudes geográficas y las condiciones y medios ambientes a que tuvieron que adaptarse lejos de lo que fuera su cuna africana.

Al parecer habría sido el homo ergaster el primero en emigrar de Àfrica hace 1,5 millones de años y en su migrar expansivo se habrían sucedido diversas oleadas del mismo gènero como asì también de los homo erectus, separadas quizás por años, muchos años, y siendo cada una de estas oleadas, las portadoras de su propio estadio de crecimiento hipermòrfico ya iniciado en Àfrica, como de su tendencia a la verticalizaciòn y gnomizaciòn corporal creciente, las diferencias de latitudes geográficas y condiciones medioambientales, fueron sin lugar a dudas, los factores que han marcado las diferencias de velocidades en el crecimiento alomètrico de cada grupo homínido y en consecuencia, la causa de las diferenciaciones entre subespecies del homo.

Así con la expansión del gènero por Eurasia luego de salir de Àfrica, se desarrolló la muy difundida figura del candelabro como manera de explicarnos gráficamente la expansión humana, pero en verdad, no basta para comprender su complejidad y poligenia, por lo que debemos poner de relieve e insistir en que la ramificación del candelabro representando la diferenciación del género, se debe a las diferencias del gradiente de crecimiento alomètrico impuesto en cada caso por las condiciones ambientales locales a las que a cada grupo homínido le tocó adaptarse en latitudes distintas y que luego, dado el origen del género en las zonas afro-ecuatoriales y a su tendencia ininterrumpida hacia la optimización anatómica del cuerpo como gnomon zoológico.

Es que teleológicamente, la selección entre las subespecies (inter-subespecìfica) de la evolución poligénica, se orientó dominantemente hacia privilegiar la adaptación respecto al Sol y fundamentalmente a seleccionar entre los ejemplares de las subespecies, a los mejor adaptados para valerse espacial y temporalmente del Sol, del cosmos y sus correlatos con las migraciones de las presas animales y los alimentos vegetales.

A los más favorecidos para orientarse por los posicionamientos diarios del sol y las diferentes estaciones climáticas, ya sea por la conformación gnomónica del propio cuerpo (la posición bípeda y erecta) como por la experiencia gnomónica experimental acumulada y transmitida generacionalmente, se le habrìa facilitado mucho el transitar la geografía e incluso con su saber, pudieron convencer y arrastrar con ellos a todos aquellos que desarrollados en latitudes alejadas del eje ecuatorial, no obstante, se asimilaron mediante un proceso múltiple en el que se habrían conjugado la inclusión social, la hibridación entre sub-especies diferentes, como así también la exclusión y sustitución de los componentes.

En la imagen del candelabro, cada brazo se corresponde con un conjunto de oleadas migratorias de un taxón determinado que pudo dar lugar a la aparición poligènica de las subespecies del Homo floresiensis, el Homo neandertalensis, Homo siberiensis y el Homo que sin salir de su cuna, siguió evolucionando dentro de Àfrica hasta agotar la totalidad de las posibilidades del crecimiento alomètrico del encéfalo y su total consumación hipermòrfica.

Este linaje africano cuando emigra, lo hace ya totalmente consumado en su anatomía como un perfecto gnomon zoológico que recto y erguido sobre su bipedismo y a diferencia de todas las demás especies que lo rodeaban y de las cuales seguramente se percatò, fuè favorecido por las condiciones del medio ambiente  ecuatorial para entregarse casi como un juego, a la experimentación con su propio cuerpo y sombra solidaria.

Así surge lo que decidimos llamar Homo experimentador (OMO I y OMO II) como el posible primer antropos gnomónico que es anatómicamente un gnomon zoológico y que como tal experimenta con su sombra pero que aun no se sabe a/sí mismo un gnomon y que al momento de salir de Àfrica, quizás ya sabiéndose gnomon, le cupo el involuntario e inevitable rol de liderar los destinos de la evolución del gènero, principalmente conduciendo a las especies que por entonces aùn no habían consumado su evolución hipermórfica y consiguientemente, de imponer la conducta gnomònica en relación con los correlatos solares y cosmológicos.

Asì las cosas, el candelabro se forma por oleadas eruptivas de la diversidad del gènero de cada época, las que como el magma de un volcán se expandieron sobre la geografía en torno a su epicentro africano, dando lugar a todas las variantes biológicas que hoy surgen de la evidencia fòsil.

Dado el carácter originariamente gnomónico del género homo, las tardías oleadas salientes de África, posiblemente derivadas del tipo OMO, pudieron  liderar centralmente al conjunto a medida que se encontraban, haciendo que todas las subespecies se hicieran concurrentes al mismo fin (evolución teleológica) de alcanzar su óptima relación con el Sol, por lo que sin proponérselo y de hecho, paulatinamente se ocuparan los mejores sitios de la franja gnomónica planetaria, donde con el paso del tiempo se verán florecer las civilizaciones más destacadas de la historia. De esta manera, el candelabro evolutivo descripto, se pone cabeza abajo por los entrecruzamientos y por el resultado final de lo que muy vagamente se suele denominar “el hombre moderno”,

Este hombre moderno es en un principio un hombre que se sabe productor de sombras propias, y capaz de servirse de ellas para orientarse, es asì que ese hombre marca sus tiempos diarios y calendàricos conforme a dichas sombras. Es el sapiens gnomónico,

Luego con la aparición del maquinismo, la industria y fundamentalmente el ferrocarril, el tiempo gnomónico  cede su lugar al tiempo mecánico y este al tiempo electrónico, quebrándose de esta manera el carácter gnomónico del antropos y convietiendose en un antropos técnico tendiente a la hibridación completa con la técnica

Conforme a lo descripto, vemos que el género homo se evidencia como un proceso filogenéticamente en formación de y manifestaciones diversas no totalmente consumadas en su crecimiento alomètrico hasta la apariciòn del antropos gnomónico, y que mediante la selecciòn de los mejor adaptados a las nuevas condiciones climáticas de finales del pleistoceno y comienzo del holoceno, se orienta inevitablemente hacia optimizar las relaciones entre las condiciones anatómicas y subjetivas alcanzadas por el gènero con el cosmos, tomando al Sol como su principal orientador y referencia.

Los mejores adaptados a estas condiciones y por lo tanto favorecidos, pudieron ser los representantes tardíos provenientes de Àfrica.

Este modelo se funda en que el proceso de crecimiento alomètrico del encéfalo iniciado en los pre homo hàbilis y su expansión que como coronación llega a las diferentes subespecies de sapiens/sapiens, sapiens neandertalensis, sapiens floresiensis, sapiens siberiensis y sapiens chiniensis, fuè un indetenido proceso hipermòrfico que una vez iniciado, pudo tener cocientes incrementales de crecimientos tan diversos como diversos fueron los medios y condiciones generales impuestas por la expansión y que tanto ontológica como filogenéticamente, ese proceso de crecimiento encefálico relativo continuó evolucionando en cada especie y grado, dentro y fuera de África.

De esta manera, no habría un hombre moderno como vagamente suele decirse, en todo caso se verifica que hubo un hombre sabedor de su condición gnomónica que orientó teleológicamente el proceso evolutivo en lo anatómico y filogenético (hibridación, sustitución) como en lo social (asimilación, cruzamientos, asociación) y técnico, dando lugar al desarrollo de las mas evolucionadas manifestaciones civilizatorias de la antigüedad:

Luego, ese mismo hombre con experiencia gnomònica, al sustituir el tiempo gnomónico por el tiempo mecànico, pese a no cambiar anatómicamente pues habría alcanzado su culminación filogenética, cambia no obstante su imagen y sus modos.

Al igual que otros modelos de la evolución humana propuestos con anterioridad, el modelo evolutivo antropognomònico en mérito a las evidencias fósiles y a la geografìa, concede al continente africano un papel clave en la evolución de las características modernas y gnomónicas, no obstante, hay que decir que ese papel clave adjudicado al continente africano, no es lineal ni absoluto sino que se le da como epicentro de una expansión que en forma de oleadas eruptivas se difundió a todas las latitudes llevando las características modernas y gnomónicas adquiridas en África por los homínidos y humanos que desde allí emigraron tardíamente y que luego, favorecidos por los cambios climáticos sobre los lugares a que arribaron, se habrían impuesto y transmitido a través de un proceso gradual y complejo de asociaciones especìficas e intrespecìficas,, asimilaciones e hibridaciones por cruzamientos y conflictos diversos.

La ola extendida con centro en el Este ecuatorial africano, a orillas del Lago Turkana (ex Rudolf), se extiende por toda Europa y Asia en tanto en Àfrica continuaron evolucionando los ejemplares kenyanthropus y rudolfensis (en alusión al Lago Rudolf) que podríamos considerar como muestras concretas de los primeros pre-antropos gnomònicos o simplemente gnómones zoológicos en proceso de consumación en función del desarrollo hipermòrfico y anatòmico

De esta manera los neandertales y los homos arcaicos que se desarrollaron fuera de Àfrica, habrìan sido asimilados distintamente por las sucesivas oleadas eruptivas con centro africano a través de cruzamientos generalizados y posiblemente también, en torno a la prevaleciente sominaciòn del carácter gnomónico de la figura bípeda y erecta del africano tardío con un cerebro capaz de verse a/sì mismo como un objeto fuera de/sì, a la manera de un cuerpo indisolublemente unido a una sombra que supo utilizar para orientarse en el espacio y en el tiempo, es decir con capacidad de ideación simbólica y orientación espaciotemporal que pudo a su vez generar una tendencia dominante sobre el resto de los humanos en formación y conducirse geográficamente en pos del Sol hacia un mismo fin gnomónico y orientador que se verifica en todo lugar donde el sapiens moderno ha llegado y dejado algún legajo.

En consecuencia, la evolución y establecimiento de características modernas y gnomónicas, fue un proceso complejo de mezcla y no una mecánica y simple sustitución y reemplazo de una especie por otra. Las evidencias estarían diciendo que se habría dado una evolución filogenética interespecìfica y teleológicamente dirigida hacia la consumación del máximo desarrollo encefálico hipermòrfico correlativamente con la optimización de la adaptación a las relaciones con el Sol y el cosmos.

Evolución que, con origen eruptivo en el Este ecuatorial africano, se orientó en pos del Sol y como resultado final supo arrojar lo que conocemos hoy como subespecie sapiens/sapiens. Evolución que reabre la discusión en torno al concepto de especie y que desde lo gnomónico se vislumbra como “ESPECIE EN FORMACIÒN”, teniendo a los primeros homínidos como sus infantes, a las versiones de Homo erectus como adolescentes y al sapiens / sapiens como adulto totalmente consumado, dentro y fuera de àfrica.

 


Cien años del Fraude del Hombre de Piltdown.

Por Mariano Magnussen Saffer. Director de Grupo Paleo e Integrante del Museo Municipal Punta Hermengo. marianomagnussen@yahoo.com.ar Tomado de Magnussen Saffer, Mariano (2012). Cien años del Fraude del Hombre de Piltdown.  Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 10. 76: 10-12.   

En 1912 se presentó en la Sociedad Geológica de Londres una comunicación sobre el hallazgo del “eslabón perdido” entre el hombre y los simios. El descubrimiento del llamado Hombre de Piltdown produjo gran estruendo en el mundo científico. Pero, en 1953, se “descubre” el fraude del Eoanthropus, del Hombre de Piltdown. Algunos autores sospechan que el famoso paleontólogo y poeta místico, Teilhard de Chardin, estuvo involucrado en el fraude, que sabía que era falso pero que colaboró para buscar notoriedad. ¿Inocente o culpable? Por Leandro Sequeiros.

El hombre de Piltdown es conocido por ser uno de los más grandes fraudes en la historia de la paleoantropología, principalmente porque se creyó verdadero durante cuarenta y cinco años, desde que se anunciara su descubrimiento en 1908, hasta 1953 cuando el fraude fue finalmente expuesto.

La historia de este engaño comenzó y se basó en unos restos óseos (en concreto un cráneo parcial, un diente suelto y una mandíbula con dientes) descubiertos en Inglaterra en 1912, en Piltdown, un pueblo de Sussex. Un obrero los encontró en una cantera, y se los entregó al arqueólogo aficionado Charles Dawson, que los presentó, junto con el eminente paleontólogo Smith Woodward (del Museo Británico), en la Sociedad Geológica de Londres. Durante años, se mantuvo el debate sobre el origen de estos restos, y la prensa dijo que muy probablemente correspondieran al eslabón perdido, denominándolo Eoanthropus dawsonii. Estos restos fueron aceptados por la comunidad científica sin mayores análisis, debido principalmente a que era perfecto e idéntico a la idea de aquella época sobre el eslabón perdido.

La idea de esa época era que el eslabón tenía que haber tenido un gran cerebro pero igualmente presentar rasgos simiescos, y posteriormente haber evolucionado a una apariencia humana; idea contraria a la existente ahora y que presentan los fósiles verdaderos.

No obstante, comenzaron a surgir cada vez más dudas sobre la antigüedad y el origen de esos restos. Finalmente, el dentista A.T. Marston, determinó que los dientes de ese esqueleto correspondían evidentemente a un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo a un ser humano (Homo sapiens): a partir de entonces, los análisis del contenido en flúor de los huesos demostraron que el enterramiento había sido intrusivo, así como que el color ferruginoso oscuro de los huesos se debía a un tratamiento químico, para uniformar las diferencias de color entre la mandíbula (más moderna) y el cráneo (más antiguo).

Nadie sabe quién cometió el fraude, y algunos lo atribuyen a los descubridores originales, señalando sobre todo a Dawson, motivado por el hecho de que en las islas británicas no había sido descubierto ningún fósil humano, mientras que en el resto de Europa y fundamentalmente en África sí. Sin embargo, el profesor Douglas dejó a su muerte una cinta magnética en la que señalaba que el autor de la falsificación fue el archifamoso profesor Sollas, que pretendía con ello desprestigiar a su rival Woodward. A pesar del fraude, se ha erigido, por suscripción popular, en el lugar donde se descubrieron los huesos, un monumento honorífico a estos restos: el propio Woodward asistió a la inauguración.

Igualmente, existen teorías diversas que han atribuido la invención a algunos de los hombres más famosos de la época, incluyendo a Arthur Conan Doyle y a Teilhard de Chardin. Por mucho tiempo se acusó a Dawson de ser el único culpable en el engaño, pero Gould asegura que su investigación muestra que Teilhard, que acababa de ser ordenado sacerdote y que en ese entonces estaba estudiando paleontología, participó en la “conspiración de Piltdown.” Gould dice que algunos de los huesos que se encontraron en las fosas de Piltdown provenían de países en los cuales Teilhard había recogido especímenes en viajes anteriores. Además, en las cartas que Teilhard envió a uno de los científicos que descubrieron el engaño, Gould afirma que Teilhard mintió para ocultar su participación en la intriga.

"El hombre de Piltdown" es el nombre con el que se conoce a cierta sección de la obra del compositor británico Mike Oldfield llamada Tubular Bells, compuesta en 1973. La sección "El Hombre de Piltdown" fue el resultado de la petición que su discográfica (Virgin Records) le hizo con el fin de añadir una parte vocal a Tubular Bells. En dicha parte, el compositor citado distorsiona su voz para crear un timbre que puede aludir a sonidos simiescos.

Bibliografia Sugerida.

A Framework of Plausibility for an Anthropological Forgery: The Piltdown Case, Michael Hammond, Anthropology, Vol 3, No. 1&2, May-December, 1979.

Di Trocchio, Federico (2007). Las mentiras de la ciencia. Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-3988-8.

Piltdown Man-The Missing Links, L. Harrison Matthews, serie de artículos aparecidos en New Scientist entre 30 abril de1981 y julio de 1981.

The Panda's Thumb, Stephen Jay Gould, W.W.Norton and Company, New York, con el ensayo "Piltdown Revisited".

The Piltdown Papers, Frank Spencer, Oxford University Press, London 1990, ISBN 0198585233, xii, 282 p. : ill. ; 25 cm.

 


Idas y vueltas de la Paleontología. Cuando un fósil cae en desgracia.

Tomado de: Martin Cagliani. mcagliani@gmail.com. Publicado en Pagina 12.

Un fósil se vuelve famoso con cientos de titulares alrededor del mundo, pero luego nadie se acuerda de él. ¿Es que la paleontología sólo es generar nombres en latín y descubrir fósiles? El curso normal de la ciencia no se refleja en los medios, veamos qué es lo que sucede con un fósil mediático cuando se le ha pasado su cuarto de hora.

El año pasado se dio a conocer un fósil con bombos y platillos, como si fuese la presentación de la última película de la estrella máxima del cine. Tal vez se acuerden. Uno pequeño, precioso, con forma de monito, y que prometía revolucionar la paleontología. Sus descubridores proclamaban que era el famoso eslabón perdido. ¿Ahora se acordaron? ¿No? Es el Darwinius massillae, apodado Ida.

No creo que nadie lo recuerde por más famoso que se haya vuelto por unos días. Por lo general los únicos fósiles que la gente suele tener bien presentes, como si se tratase de las celebridades del mundo paleontológico, son el Tiranosaurus rex y el mamut, seguramente gracias al cine. La ciencia en general y la paleontología en particular funcionan de una forma compleja que suele quedar fuera de las noticias, ya que el curso normal de la ciencia no genera titulares. Sí se consiguen tapas y titulares rimbombantes cuando hay descubrimientos. Pero claro, si uno sólo se guiase por esto podría pensar que la paleontología consiste únicamente en nombrar fósiles uno atrás del otro. A veces los periodistas, tal vez entusiasmados por los científicos, solemos exagerar esos descubrimientos diciendo que llegan a revolucionar la ciencia, para que resulten más atractivos que poner simplemente un nombre en latín y describir cómo es esa nueva criatura.

Sin bien esto genera que uno se sorprenda ante el descubrimiento, pronto se olvida el nombre del fósil. Así al poco tiempo la nueva criatura cae en el olvido mediático, recluyéndose únicamente en la literatura científica. Es que cuando una de estas criaturas es mostrada como capaz de cambiar todo lo conocido hasta el momento, no alcanza con presentarla. La verdadera ciencia viene después. Cuando todos los científicos de la comunidad comienzan a analizar y poner a prueba lo que han presentado los descubridores.

Tomemos el caso de Ida, el fósil que les mencionaba antes: Darwinius masillae. Se lo presentó en sociedad en mayo de 2009. Se decía que era un fósil clave para el estudio de la evolución humana y de los primates. Es una criatura pequeña, similar a un lémur de la actualidad, pero con 47 millones de años de antigüedad. Se dijo que era el eslabón perdido, los mismos descubridores lo dijeron en rueda de prensa, y así titularon el documental que hicieron. Un fósil magnífico desde todo punto de vista, ya que está en perfecto estado de conservación, y totalmente completo. Sin hablar de que aporta información clave para conocer cómo eran los primates de esa época, que por lo general son conocidos por huesos aislados, y a veces un único diente. Darwinius había sido descubierto en 1983 en una mina de carbón de Alemania por un coleccionista privado, que se lo vendió por millones a Jorn Hurum en 2007. Claro, Hurum quería recuperar algo de ese dinero invertido, por lo que organizó una presentación del fósil a todo trapo.

Lo llamaron “El Enlace”, el eslabón perdido, el vínculo entre los antiguos primates y los primeros ancestros humanos. Permitieron que los periodistas se confundieran y lo llamasen el ancestro directo de monos y humanos, cuando en realidad en el artículo científico que lo presentaba sólo se decía que estaba cerca de nuestros ancestros en el árbol evolutivo. Para que se ubiquen, nosotros y los monos modernos pertenecemos a una división biológica llamada haplorrinos, luego hay otro tipo de primates conocidos como strepsirrinos, dentro de los cuales están los lémures actuales. Al Darwinius lo ubicaban entre esos dos grupos, pero más cerca de nosotros. De este modo podría ayudar a comprender cómo habría sido el antepasado común que nosotros compartimos con los monos actuales.

Pero el show mediático que generó Darwinius, con súper rueda de prensa, un libro y documental incluido, desapareció pronto de los medios de comunicación, y terminó cayendo en el olvido general. Los científicos no lo dejaron de lado, para ellos el asunto recién comenzaba, ya que al poco tiempo salieron artículos científicos que contradecían las conclusiones de los descubridores. Decían que Darwinius era un muy buen fósil, pero que no estaba en nada relacionado con nosotros o nuestros ancestros, sino con los lémures. Sin embargo los descubridores Jorn Hurum, Philip Gingerich y colegas, permanecieron en silencio hasta hace poco, cuando respondieron a sus “agresores”. Aunque lo hicieron repitiendo lo que ya habían dicho en una carta enviada al Journal of Human Evolution.

Tras las bambalinas de los medios masivos, en las publicaciones científicas el debate giraba en derredor de si Darwinius era un haplorrino o un strepsirrino. Esto no genera titulares, pero para el mundo paleontológico es muy importante. Un lector lego en el tema podrá preguntarse ¿y qué importa si pertenece a uno u otro grupo?

Si fuese un haplorrino, como sostienen los descubridores, entonces habría estado cerca de los ancestros de los primates antropoides, o sea los monos y nosotros. Pero si es un strepsirrino, como sostiene el resto de la comunidad paleontológica, entonces habría pertenecido a un linaje extinto en otra rama bastante alejada de nuestro árbol evolutivo. Siendo Darwinius un fósil tan completo aporta infinitas posibilidades de estudio y también hace que el debate parezca casi tonto, ya que no tendría que haber mucha duda al estudiar a fondo cada uno de sus huesos. Su anatomía debería casi hablar sola indicando a qué grupo pertenece. 

Pero el debate surge porque los dos grupos de científicos en discusión utilizan diferentes métodos de comparación. Por ejemplo: en el artículo original en el que se presentó a Darwinius, Hurum y colegas habían comparado al fósil exclusivamente con primates vivos. Para los demás paleontólogos esto parecía irrelevante, ya que las características elegidas se basaban en los tejidos blandos, que obviamente en los fósiles no se conservan, sólo quedan los huesos. De este modo pudieron encontrar muchas características en común entre Darwinius y los monos actuales.

Pero desde principios del siglo veinte que no se hace este tipo de comparación, ya que si es un fósil se compara con otros fósiles cercanos en el tiempo, y con la anatomía ósea de los animales actuales. Otros científicos compararon a Darwinius con primates tanto fósiles como vivos. Uno de ellos, Erik Seiffert y colegas, compararon 360 características anatómicas con 117 primates diferentes. Y lo que descubrieron es lo que acepta la mayoría hoy en día, que Darwinius está más emparentado con la rama alejada de nosotros, la de los strepsirrinos, los llamados adapiformes, que tenían forma de lémur. Sin embargo, los descubridores de Darwinius publicaron un estudio, con nuevas comparaciones. Pero otra vez dejaron fuera a los fósiles, e incluso adujeron que era inútil compararlo con primates extinguidos. Según ellos, como los haplorrinos y los strepsirrinos son grupos que se establecieron en base a primates vivos, ellos debían comparar a Darwinius con primates vivos para saber si pertenecían a uno u otro grupo. No aportaron nada nuevo.

El problema es que al no utilizar fósiles en la comparación se pierde la perspectiva. Darwinius es un fósil de 47 millones años de antigüedad. Al ver características de un fósil tan antiguo que son similares con las de animales vivos actualmente, nos olvidamos de que en el medio hubo 47 millones de años de evolución, que es mucho tiempo. Lo que parecen características compartidas podrían haber evolucionado dos veces en dos linajes diferentes y en épocas diferentes. Al comparar a Darwinius con otros fósiles se puede ver que los de nuestra línea evolutiva, posteriores a Darwinius, no tienen esas características.

Esto indica que los primates actuales no las obtuvieron de él, ni de un pariente cercano, sino que ocurrió lo que se conoce como evolución convergente, que es cuando una característica similar evoluciona en linajes diferentes y en épocas diferentes. Darwinius habría pertenecido a una rama que luego se extinguió. Lo interesante de este debate es que muestra cómo funciona la ciencia, qué camino sigue luego de que en los medios masivos se anuncia una nueva especie. Y éste es apenas uno de los debates. Luego vendrán los que estudiarán qué comía, cómo era su ambiente, qué costumbres tendría, etcétera. La paleontología no termina en el anuncio, éste es apenas el inicio del proceso que llevará a los científicos a comprender el pasado evolutivo. El debate y el trabajo que lleva a un anuncio tienden a permanecer en la oscuridad. Pero sólo es noticia si es nuevo e interesante. No nos olvidemos de que el ser humano ansía lo novedoso, los chismes. Los entretelones no importan tanto.

 


La expansión de Homo Sapiens por Asia meridional desde la perspectiva arqueológica.

 

Continuando con la serie de expansión de Homo sapiens, en esta ocasión analizamos la expansión de Homo Sapiens por Asia meridional desde el  punto de vista de la arqueología, lo cual es una tarea sencilla y complicada al mismo tiempo, dependiendo hacia adonde miremos.

Si miramos atrás y vemos la salida de nuestros antepasados de África atravesando la península de Arabia y llegando hasta la India, podemos apreciar que la ruta de acceso y el intervalo temporal no dejan muchas dudas al respecto; así mismo, esta ruta presenta una clara continuidad hasta el sudeste asiático y Australia avalada por el registro arqueológico.

La situación se complica cuando situamos el punto de mira en la llegada de Homo Sapiens a China, donde la evidencia arqueológica presenta grandes complicaciones debido a recientes dataciones de restos fósiles de Homo Sapiens que rondarían los 100.000 años de antigüedad, y por la dificultad para encontrar elementos de transición del paleolítico inferior al paleolítico medio en esta región

Volviendo al principio, según explicaba Maju en el post anterior de esta serie, parece que la salida fuera de África se produjo por una doble vía a través del corredor de Palestina y cruzando el estrecho de Bab al Mandeb que separa África de Yemen, expandiéndose por la península de Arabia favorecidos por el clima (Pluvial de Abassia) y siguiendo los abundantes cursos fluviales entonces existentes en Arabia. El yacimiento de Jebel Faya, parece darnos una pista sobre la continuidad de esta ruta hasta la India, cruzando a través del estrecho de Ormuz.
 

Tradicionalmente algunos autores han tratado de explicar la ruptura de esta ruta de expansión primigenia por el Próximo Oriente aludiendo a la catástrofe de Toba, una súper erupción volcánica que aconteció hace unos 75.000 años en Sumatra, Indonesia, y que provocó un descenso de las temperaturas a nivel mundial conduciendo a muchas poblaciones de seres humanos a un cuello de botella evolutivo, a una casi extinción. Sin embargo, esto no es suficiente para explicar por qué justo en ese momento parece que la población de neandertales aumenta en el Próximo Oriente.

En cualquier caso, parece que ni la catástrofe de Toba ni la llegada de los neandertales al Próximo oriente supuso un impedimento para la expansión de Homo Sapiens hacia el sudeste asiático y Asia oriental, como veremos, ni la ruptura de esa ruta de expansión iniciada en Skhul-Qafzeh, sino un cambio de dirección hacia otras zonas.

En la India, las investigaciones de Michael Petraglia han puesto de manifiesto la similitud de algunas industrias con tecnocomplejos propios de la Middle Stone Age africana, avalando de esta forma la expansión de Homo sapiens y su llegada a la India en torno a los 80.000 años

También se ha evidenciado la existencia de tecnología lítica en algunos yacimientos por encima y por debajo de la capa de ceniza de la erupción de Toba, lo que demuestra que los seres humanos del paleolítico medio de India sobrevivieron a esta tragedia; seguramente homo sapiens conviviera en la zona con otros seres humanos extintos antes de la catástrofe, y puede que esta tragedia afectara de distintas formas a los distintos grupos de seres humanos; lo único que sabemos con certeza es que homo sapiens sobrevivió y siguió su proceso de expansión.

La presencia de Homo sapiens en India  hace unos 80.000 años a día de hoy  parece un hecho incontestable desde el punto de vista arqueológico. Yacimientos como Jwalapuram, con esta datación (80-78 ka bp aproximadamente) así lo corroboran, donde según Petraglia hay una industria de afinidad sudafricana. Otros yacimientos datados entre 85-74 ka bp como Samnapur o los situados en Belan Valley reforarían la continuidad de esta ruta de expansión de Homo Sapiens, bien siguiendo una ruta costera o bien siguiendo el curso fluvial del río Narmada por el interior.

Pero a pesar de la evidencia clara de esta ruta de expansión sapiens para el intervalo temporal que comentábamos (85-74 ka bp), el paleolítico medio de la India no está exento de interrogantes difíciles de responder; el yacimiento de Didwana presenta tecnologías "Modo 3" o de industrias sobre lascas en unas fechas que oscilan entre los 150-100 ka bp. Si normalmente aceptamos que las industrias conocidas como Modo 3 se adscriben bien a neandertales bien a Homo sapiens, debemos asumir que este yacimiento fue ocupado por una de estas dos especies de seres humanos; el problema es que no parecen existir evidencias de neandertales en esta zona, pero tampoco encajan bien las fechas para una llegada tan temprana de sapiens a India (a no ser que, como veremos, demos por válidas las dataciones de Homo sapiens tempranos  en China que podrían representar una continuidad de esta yacimiento).
 

En Sri Lanka hay evidencias de ocupación humana desde hace 125.000 años, en Bundala, con industria lítica sobre cuarzo considerada de paleolítico medio, por lo que tenemos otra duda acerca del tipo humano que las realizó. 


Para resolver este enigma de la autoría de la tecnología de Didwana y Bundala, podemos mirar al valle Narmada, donde hay restos fósiles de seres humanos de difícil clasificación en Hathnora, que bien podrían ser Homo Heidelbergensis con alguna afinidad hacia los neandertales; los restos de estos seres humanos de Narmada están datados en un rango temporal muy amplio, por lo que tampoco ayudan mucho a resolver este enigma, y además están asociados a tecnología achelense.

En cualquier caso, Homo sapiens ocupa la India hace unos 80.000 años y continua su viaje llegando hasta el sureste asiático y Asia oriental.

A partir de aquí, todo cuadraría perfectamente de no ser por las recientes dataciones en la región de Guangxi-Zhuang, China, donde parece ser que hay restos fósiles de Homo sapiens en Zhirendong con una antigüedad de 110-100 ka bp, y en Liujiang, con una datación que oscila entre los 139-68 ka bp. Sin embargo, no está muy claro que se puedan atribuir estos restos de Zhirendong  a humanos anatómicamente modernos, se podría tratar de algún otro ser humano extinto cuyos márgenes de variabilidad morfológicos puedan estar cerca de los humanos modernos. 

Por el contario, los restos de Liujiang parecen claramente de Homo sapiens, sin embargo las dataciones son controvertidas. En cualquier caso la polémica está servida, ya que las dataciones no cuadran con la llegada de Homo sapiens a China, las fechas que se proponen son muy antiguas. Habrá que esperar a que aparezcan más restos para que todo el mundo asuma su pertenencia a Homo sapiens. En esta misma región hay restos de Homo sapiens en Laibin, con unos 41.000 años de antigüedad. 

La fecha de 68 ka bp  puede parecer más lógica; en cualquier caso, en China también hay restos fósiles de Homo sapiens en Huanlong Cave, en la región de Hubei, datados en unos 66.200 años, y en Tianyuan, datados en 40.500 años.

Tras  la erupción de Toba,la expansión de Homo sapiens continua y se incrementa el número de yacimientos arqueológicos por el sudeste asiático; esta expansión seguramente se vio favorecida porque la erupción de Toba redujo drásticamente las poblaciones de Homo erectus, el tradicional habitante de esta zona. Las poblaciones de sapiens avanzan y se encuentran con las últimas poblaciones de erectus, muy mermadas en número tras la catástrofe. 

En este mapa 2 los yacimientos están representados en color azul para diferenciar el intervalo temporal del primer mapa; un dato interesante es que mientras la expansión de sapiens continúa hacia Asia meridional, observamos la llegada de los neandertales al Próximo oriente (estrellas azules), y el posible inicio de otra expansión sapiens representada en el niño de Taramsa y en la aparición de algunos de la “cultura Emiriense”, que quizás será la que se convierta con paso del tiempo en el ahmariense y el auriñaciense que marcarán el inicio de una nueva expansión, esta vez hacia Europa y Asia central; pero esta expansión será tratada en los siguientes artículos.

En Laos tenemos evidencias de restos fósiles de Homo sapiens en Cave of Monkeys con una antigüedad entre 63.000 y 46.000 años.

Con una antigüedad de 67.000 años tenemos en Callao Cave, Filipinas, restos fósiles que son de dudosa atribución, ya que se trata de un metarso, y se podría asociar no sólo a Homo sapiens, sino también a Homo erectus; así que no son concluyentes de momento, pero en todo caso encajarían bien con estas fechas que estamos viendo para la llegada de sapiens a esta zona.

 En Borneo tenemos restos fósiles de Homo sapiens en Niah Cave, datados en unos 40.000 años de antigüedad.

En la isla de Flores tenemos material arqueológico en Liang Bua datado entre 74-61 ka bp, que seguramente puedan encajar a Homo sapiens, auque hay que recordar que en esta zona es donde aparecieron los famosos restos del Homo Floresiensis pero con dataciones posteriores (18 ka bp). 

En Timor oriental, en la cueva de Jerimalai, se encontraron infinidad de utensilios de piedra (más de 9.700) y casi 40.000 huesos de hasta 22 familias diferentes de  pescados, además de fósiles de otros animales terrestres del entorno, de los que también se alimentaron los seres humanos., con una antigüedad que llegaría hasta los 42.000 años. Algunos de los vestigios pertenecen a atunes, lo que implica que los habitantes de aquel lugar pescaban desde embarcaciones en alta mar. Parece ser que 15 de estas especies fueron explotadas en el periodo más primitivo de ocupación de la cueva, hace entre 42.000 y 38.000 años. Hay que poner en relación estos pueblos con toda seguridad con los primeros colonizadores de Australia.

En el norte de Corea tenemos restos de Homo sapiens en Ryonggok Cave, con unos 48.000 años de antigüedad, mientras que en el sur tenemos las evidencias de Heungsu Cave, cuyas dataciones más antiguas rondan los 40.000 años.

La ocupación de Japón ha estado envuelta en cierta polémica en los últimos años debido a una serie de fraudes arqueológicos; al margen de polémicas parece que hay un consenso generalizado en aceptar una ocupación más o menos clara en torno a los 40.000 años; a partir de los 38 ka bp se produce un aumento de la densidad de yacimientos en torno al lago Nojiri, con tecnología de tipo paleolítico medio-superior.

Hay algún artículo de prensa que habla de artefactos más antiguos, llegando a proponer fechas entre los  120-70 ka bp, pero de momento no hay nada concreto. 

Parece más coherente aceptar que tras la llegada a India hace unos 80.000 años, Homo sapiens continua con su expansión llegando al sudeste asiático hace aproximadamente unos 70.000 años. Estas fechas cuadran también con la subsiguiente colonización de Australia, que se produjo hace entre 60.000 y 50.000. La colonización de toda la parte de Asia oriental se produjo hace entre unos 68.000 años y unos 40.000 años.

No cuadran las dataciones de Homo sapiens de 100.000 años en China, sin embargo no podemos tampoco descartarlas ya que podrían representar la continuidad y el éxito de una expansión de Homo sapiens temprana de las que quizás las primeras evidencias fueran las de Skhul-Qafzeh.

La colonización de Asia central parece que no tiene relación con esta primera expansión iniciada hacia Asia meridional; parece que una nueva expansión iniciada en el Próximo Oriente pudo llevar la tecnología auriñaciense a esta zona y después se proyectaría a Europa, o quizás de Europa a Asia central.

Por lo tanto será tratada con detalle en los siguientes artículos. No obstante adjunto este mapa final sobre la colonización de Asia en distintos colores que representan distintas fases de colonización. 

 Fuentes:

Out of Africa: new hypotheses and evidence for the dispersal of Homo sapiens along the Indian Ocean rim

 - New geochronological, paleoclimatological, and archaeological data from the Narmada Valley hominin locality, central India

- Prehistoria I. Las primeras etapas de la Humanidad. Petraglia, M., Haslam, M., Fuller, D., Boivin, N., & Clarkson, C. (2010). Out of Africa: new hypotheses and evidence for the dispersal of along the Indian Ocean rim Annals of Human Biology, 37 (3), 288-311.

Fuente: http://prehistorialdia.blogspot.com.es

 

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