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								Los Xenarthros 
								Pilosa o 
								Perezosos Gigantes,  
								
								en el registro fosilífero 
								local. 
								
								 Por
            Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo 
			de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de 
								Anatomía Comparada y Evolución de los 
								Vertebrados.  
			
			marianomagnussen@yahoo.com.ar 
			. Ilustraciones Daniel Boh 
								 
								
								La historia 
								evolutiva de los Xenarthros, edentados 
								sudamericanos, o también conocidos como 
								perezosos, es extensa e increíble. Algunas 
								criaturas eran muy pequeñas y simples (perezas, 
								perezosos de dos dedos u osos hormigueros), a 
								gigantes bestias del pasado (megaterios y 
								lestodontes), incluyendo a aquellos de piel 
								acorazada (gliptodontes y armadillos), único 
								entre todos los mamíferos extintos y vivientes 
								en todo el mundo. El único carácter externo que 
								tienen en común entre ellos, son las uñas en 
								formas de garra grandes y robustas, adaptadas 
								para funciones diversas, tanto en las formas 
								terrestres (excavar) como en las arborícolas 
								(agarrarse a las ramas). 
								
								Los Xenarthros, 
								están representados por los del Orden Pilosa. 
								Casi todos los taxones de este grupo de 
								mamíferos se registran en América del Sur desde 
								el Paleoceno tardío, hace 56 millones de años, 
								hasta la actualidad. También existen varios 
								registros en la Antártida que pueden ser 
								considerados dentro del grupo de los Xenarthros 
								en la época del Eoceno, hace unos 40 millones de 
								años antes del presente, y algunos pocos en 
								Norteamérica, que llegaron allí hace 2 millones 
								de años, durante el Gran Intercambio Biótico 
								Americano, luego de la unión de ambas Américas, 
								generando asi, un intercambio faunístico. 
								
									
										
										  | 
										
								 
								En nuestra área, el 
								registro más antiguo (por la juventud de los 
								sedimentos) corresponden al Plioceno medio, unos 
								4 millones de años. El Museo de Ciencias 
								Naturales de Miramar, ha recuperado fósiles de
								Proscelidodon, Glossotheridium y
								Scelidotheridium, antecesores de 
								aquellos de mayor tamaño que vivieron durante el 
								Pleistoceno. Estos eran mas pequeños (pero no 
								tanto) de las formas posteriores 
								
								Así mismo, en estos 
								sedimentos Terciarios, hemos observado 
								crotovinas, es decir, antiguas madrigueras 
								rellenas de sedimentos que de depositaron en su 
								interior con un diámetro superior al metro y 
								medio, lo que coincidiría a estas formas de 
								Pilosas, cuyas estructuras son mejores conocidas 
								y estudiadas durante el Pleistoceno regional. 
										 | 
									 
								 
								
								Además, en 2021, un 
								equipo conformado por la Fundación Azara, el 
								Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de 
								los Vertebrados y del Museo miramarense, 
								presentaron el hallazgo de un cráneo juvenil del 
								Megaterio (Megatherium sp) más antiguo de 
								Argentina, encontrado en las proximidades de 
								Miramar en sedimentos del Plioceno, que, junto a 
								otros restos de Bolivia, son los más antiguos 
								del mundo para el presente género. Sin dudas se 
								trata de una versión anterior al gigante del 
								Pleistoceno, pero al tratarse de un individuo 
								juvenil, no se le pudo nombrar como nueva 
								especie. 
								
								Durante el 
								Pleistoceno, entre 2,5 millones de años a 11 mil 
								años antes del presente, el orden Pilosa, tiene 
								una gran variedad de tamaños y formas. Se 
								caracterizan por sus dientes simples sin 
								esmalte  (como el marfil), para triturar plantas 
								semiduras y fibrosas, y en algunas especies, 
								presentaban dientes modificados con forma de 
								caninoformes (colmillos) en su extremo frontal, 
								largas lenguas prensiles, articulaciones 
								adicionales en las vértebras, huesos largos 
								robustos y miembros dirigidos hacia adentro, 
								estructura osteodermica, es decir, huesecillos 
								esféricos y redondeados separados entre sí, 
								formando un escudete defensivo imperceptible en 
								la piel, además, de garras enormes para realizar 
								madrigueras para refugio o protección de 
								juveniles, búsqueda de raíces y tubérculos, y 
								control en la temperatura corporal. 
								
									
										
										  | 
										
										 
								Entre sus 
								representantes, que conformaron la Megafauna, es 
								decir, animales que superaban la tonelada de 
								peso, encontramos en su máximo exponente, el 
								Megatherium americanum, el más grande 
								de todos los mamíferos terrestres de la Era 
								Cuaternaria. Superaba los 4,5 metros de altura 
								cuando se paraba sobre sus patas y con un peso 
								estimado de esta especie es de 4 toneladas. Si 
								bien era herbívoro, nuevos hallazgos muestran 
								que consumían proteínas de origen animal, los 
								cuales cazaba, o tal vez, por su tamaño, robaba 
								presas a otros mamíferos depredadores, o se 
								alimentó ocasionalmente de carroña.  | 
									 
								 
								
								En 2019, nuestro 
								Museo local, junto a colegas del Lacev (Macn - 
								Conicet) y Fundación Azara, presentamos nuevos 
								restos de Megatherium filholi, una 
								especie de Megaterio enana. Los fósiles nos 
								muestran, tal como sospechó el Perito Moreno, 
								quien descubrió los primeros restos de esta 
								especie en 1888, que el Megatherium 
								filholi era un enano entre los gigantes, 
								porque, pese a que medía unos tres metros de 
								largo y pesaba poco más de una tonelada, es muy 
								pequeño al ser comparado con su pariente más 
								cercano, el Megatherium americanum. 
								Desde entonces se sospechaba de la validez de 
								esta especie, que fue ratificada por los 
								hallazgos de sus restos en las proximidades de 
								Miramar. 
								
								Otro de los gigantes 
								con mayor registro en Miramar, fue 
								Lestodon arnatus, es el segundo perezoso 
								de mayor tamaño. Aunque resientes restos fósiles 
								hallados cerca del muelle de pescadores de 
								nuestra ciudad, demuestra la existencia de 
								grandes individuos, con talla similar o tal vez 
								superior al anterior. El Lestodonte, al igual 
								que sus parientes era un herbívoro, el cual 
								recogía su comida a orillas de los pantanos o 
								cauces fluviales. Median aproximadamente unos 4 
								metros de longitud. Su cráneo tenía una región 
								rostral muy ensanchada. Los huesos de sus 
								miembros eran grandes y gruesos. Su dentición 
								era simple, pero resaltaban hacia afuera de la 
								boca unos caniformes muy grandes, lo que se 
								convertía en una defensa contra los posibles 
								depredadores. Su masa estimada es de 2,5 
								toneladas. 
								
									
										
										  | 
										
								Otro Piloso gigante 
								fue Catonyx tarijensis, un Pilosa 
								de hábitos terrestres, corpulento, con cabeza 
								grande y una cola larga y pesada. Los pies 
								largos y con garras envueltas hacia adentro al 
								igual que los otros Pilosa ya descriptos, por lo 
								tanto, caminaba apoyando sus nudillos. Es 
								probable que pudiera ponerse en dos patas y 
								mantener el equilibrio con la cola, utilizando 
								sus garras para llevarse el alimento a la boca. 
								Tenía 3.50 metros de largo y 1,70 de alto. Su 
								masa estimada fue de una tonelada. Es sumamente 
								escaso en toda Argentina, y más frecuente en el 
								centro – norte de Sudamérica. | 
									 
								 
								
								El 
								Scelidotherium leptocephalum, era de 
								tamaño menor al resto de los perezosos, pero no 
								dejaba de ser un gigante. Sin dudas, fueron los 
								mamíferos más comunes del paisaje en el 
								Pleistoceno miramarense, ya que sus restos 
								fósiles son muy abundantes en los depósitos 
								sedimentarios de esta edad geológica. Tenía 1,70 
								metros de alto y 3,50 de largo. Su peso estimado 
								es de una tonelada. El cráneo es alargado, bajo 
								y estrecho, con un rostro proyectado hacia 
								adelante. Su alimentación consistía de vegetales 
								que hallaba en áreas secas. 
								
								En el año 2002 se 
								halló en Miramar una paleocueva con galerías, 
								dos cámaras y garras marcadas en paredes y 
								techos. Su extensión superaba los 26 metros de 
								largo y un diámetro que llegaba a los 1,90 
								metros, y se podía observar su antigua conexión 
								con la superficie. En esta, se pudo recuperar 
								marcas de garras pares que coinciden con la 
								anatomía de Scelidotherium. Así 
								mismo, en 2004, personal de este Museo de 
								Ciencias Naturales de Miramar, recupero en la 
								localidad de Mar del Sud (15 kilómetros de 
								Miramar) el esqueleto de un adulto, abrazando a 
								un juvenil.  La hipótesis, es que se trata de 
								una hembra junto a su cría, que murieron en su 
								madriguera hace más de 100 mil años antes del 
								presente, siendo al día de hoy, un registro 
								único. En este museo se conservan decenas de 
								restos de Celidoterio, mientras que en 
								exhibición se pueden observar un cráneo, una 
								mano completa, y un esqueleto completo. 
								
									
										
										  | 
										
										 
								Mientras tanto, 
								Mylodon darwinii, es otro de los 
								grandes perezosos registrado en la zona, menor 
								que Megaterio y Lestodonte. Se alimentaba de 
								vegetales. Se calcula que medía aproximadamente 
								2,50 metros a la cruz, y pesaba unas 
								2,5 toneladas. Un singular hallazgo, fue 
								realizado a fines del siglo pasado. Proviene de 
								una caverna en el Seno de la Ultima Esperanza, 
								llamada también como "Cueva del Mylodon" 
										donde fueron encontrados excrementos del 
										animal y huesos de gran tamaño 
										diseminados en sedimentos que incluían 
										restos de carbón.  | 
									 
								 
								
								 Lo asombroso de 
								este descubrimiento, es que la pieza única 
								permitió conocer la estructura del cuero de 
								estos animales, que en su interior alojaba 
								pequeños huesecillos subesfericos (osteodermos) 
								que, si bien permitían flexibilidad a la piel, 
								convertían al Milodonte en un verdadero 
								acorazado imperceptible. Esta característica se 
								repitió en otros edentados, pero tal vez, con 
								menos densidad. 
								
								El 
								Glossotherium robustum, poseía gran 
								tamaño y hábitos terrestres, corpulento, con 
								cabeza grande y una cola larga y pesada. Tenía 
								3.50 metros de largo y 1,70 de alto. Su masa 
								estimada fue de una tonelada y su extinción 
								ocurrió durante el Holoceno medio, hace 8 mil 
								años antes del presente. Su cuerpo estaba 
								cubierto por una espesa y densa pelambre y 
								embebidos en la piel se encontraba un gran 
								número de huesillos (osteodermos), en forma y 
								tamaño variables, generalmente superiores a un 
								centímetro de diámetro. Su hábito alimenticio 
								era variado, constituido de hojas de graminias, 
								arbustos, árboles y posiblemente carroña. Hace 
								poco tiempo, personal del Museo de Ciencias 
								Naturales de Miramar y Fundación Azara, recupero 
								la pata trasera de un ejemplar joven (pelvis, 
								fémur, tibia etc) recubierta de centenares de 
								huesesillos dérmicos, lo que significa que la 
								pata estaba cubierta por el cuero al quedar 
								sepultada. 
								
									
										
										  | 
										
										 
								Otra especie, con 
								menor frecuencia de hallazgos, la conforma 
								Scelidodon copei, el cual, posee un 
								cráneo pequeño, alargado, estrecho y bajo; con 
								las mandíbulas alargadas, pero con los 
								premaxilares más cortos. Sus dientes, en la 
								superficie masticatoria, son elípticos o 
								levemente triangulares, con la serie dentada 
								paralela y continua, siendo tanto las superiores 
								como las inferiores casi del mismo tamaño, lo 
								que denota su dieta herbívora, consumiendo 
								arbustos, hojas y raíces.  
										
										Su cuerpo era masivo y 
								probablemente cubierto de un grueso pelaje. 
								Midió unos 2.50 metros de largo por 1 metro de 
								altura, con un peso cercano a la tonelada. Sus 
								extremidades posteriores son largas y robustas, 
								las anteriores son más cortas, terminando ambas 
								en fuertes garras curvadas hacia el interior, 
								por lo que se desplazaba sobre el dorso de sus 
								manos y pies.  | 
									 
								 
								
								El estudio de estos 
								ejemplares permite comprobar que durante el 
								Pleistoceno existieron marcadas variaciones en 
								la composición y distribución de la fauna 
								pampeana en general, y de los Xenarthros en 
								particular, hecho íntimamente relacionado al 
								Gran Intercambio Biótico Americano y a las 
								variaciones climáticas producidas durante el 
								Pleistoceno, sumado a un declive y 
								empobrecimiento ambiental. A comienzos del 
								Holoceno, los gigantes perezosos se habían 
								extinto para siempre. 
								Bibliografía 
								sugerida.  
								
								Alberdi, G. Leone y 
								E.P. Tonni (eds)- Evolución biológica y 
								climática de la región pampeana durante los 
								últimos cinco millones de años. Un ensayo de 
								correlación con el mediterráneo occidental. 
								Monografía del Museo Nac. Cs. Nat. Consejo 
								superior de investigaciones científicas. Madrid. 
								pp. 77-104. 
								
								Bonaparte José. 
								2014. El origen de los mamíferos. Fundación de 
								historia natural Felix Azara.. ISBN 
								978-987-29251-8-5. 
								
								Borrero L. 2009. La 
								evidencia evasiva: el registro arqueológico de 
								la megafauna extinta sudamericana. En: Haynes G. 
								(Ed.), Extinciones megafaunales americanas al 
								final del pleistoceno: 145–68. Springer Science, 
								Dordrecht. 
								
								Esteban, G.1996. 
								Revisión de los Mylodontinae cuaternarios (Edentata, 
								Tardigrada) de Argentina, Bolivia y Uruguay. 
								Sistemática, Filogenia, Paleobiología y 
								Paleozoogeografía y Paleoecología. 
								
								Esteban, G.1996. 
								Revisión de los Mylodontinae cuaternarios (Edentata, 
								Tardigrada) de Argentina, Bolivia y Uruguay. 
								Sistemática, Filogenia, Paleobiología y 
								Paleozoogeografía y Paleoecología. Tesis 
								Doctoral, Instituto Miguel Lillo, Facultad de 
								Ciencias Naturales, 235 p. Tucumán. 
								
								Fidalgo, F. y Tonni, 
								E.P. 1983. Geología y paleontología de los 
								sedimentos encausados del pleistoceno tardío y 
								holoceno de Punta Hermengo y arroyo Las 
								Brusquitas (Partido de General Alvarado y 
								General Pueyrredon, Provincia de Buenos Aires). 
								Ameghiniana 20 (3-4): 281-296. 
								
								Giacchino, A., 
								Bogan, S., Boh, D., Magnussen, M. y Meluso, J. 
								M. 2020. La creación del Museo de Ciencias 
								Naturales de Miramar “Punta Hermengo” y sus 
								antecedentes (General Alvarado, provincia de 
								Buenos Aires, República Argentina). Historia 
								Natural (3ra serie), 9 
								
								Graham RW y 
								Lundelius EL 1984. Desequilibrio coevolucionario 
								y extinciones del Pleistoceno, en: Martin P. 
								Klein y RG (eds.), Extinciones cuaternarias: una 
								revolución prehistórica, pp. 223–249; Prensa de 
								la Universidad de Arizona (Tucson). 
								
								Magnussen Saffer, M. 
								2005.  La Gran Extinción del Pleistoceno. 
								 Boletín de divulgación Científico Técnico. 
								Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta 
								Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, 
								Argentina. Publicación 3: pp 3 – 10 (Sec.Pal). 
								
								Magnussen Saffer, 
								Mariano. 2015. Los Mamíferos Xenartros más 
								característicos del Plioceno de la República 
								Argentina. Paleo Revista Argentina de 
								Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIII. 
								129: 12-13. 
								
								Nicolás R. Chimento, 
								Federico L. Agnolin, Diego Brandoni, Daniel Boh, 
								Mariano Magnussen, Francisco De Cianni y 
								Federico Isla (2020). A new record of 
								Megatherium (Folivora, Megatheriidae) in the 
								late Pliocene of the Pampean region (Argentina). 
								Journal of South American Earth Sciences. 
								
								Pascual, R. y O. E. 
								Odreman Rivas. 1971. Evolución de las 
								comunidades de los vertebrados del Terciario 
								argentino. Los aspectos paleozoogeográficos y 
								paleoclimáticos relacionados. Ameghiniana 8: 
								372-412. 
								
								Quintana, C. A. 
								2008. Los fósiles de Mar del Plata. Un viaje al 
								pasado de nuestra región. Buenos Aires, 
								Argentina. Fundación de Historia Natural “Félix 
								de Azara”. 242 pp. 
								
								Reig, O. A. 1958. 
								Notas para una actualización del conocimiento de 
								la fauna de la Formación Chapadmalal. I. Lista faunística 
								preliminar. Acta Geol.  Lilloana 2:241-253. 
								
								Scillato-Yané, G.J.; 
								Carlini, A.A.; Vizcaíno, S.F.; Ortíz Jaureguizar, 
								E. 1995. Los Xenarthros. In Evolución biológica 
								y climática de la región pampeana durante los 
								últimos cinco millones de años. Un ensayo de 
								correlación con el Mediterráneo occidental 
								(Alberdi, M.T.; Leone, G.; Tonni, E.P.; 
								editores). Museo de Ciencias Naturales, Consejo 
								de Investigaciones, Monografías, p. 183-209. 
								Madrid. 
								
								Sebastian Apesteguia 
								y Roberto Ares. 2010. Vida en evolución: la 
								historia natural vista desde Sudamérica. Ed. 
								Vázquez Mazzini, 382 pp. 
								
								Simpson, G.G. 
								(1940). Review of the mammal-bearing tertiary of 
								South America. Proceedings of the American 
								Philosophical Society, 83: 649-710.  | 
							 
						 
						 
						
						Gliptodontes y Armadillos.
						 
						
						Los gigantes acorazados 
						hallados en la región. 
						
						
						 Por
            Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo 
			de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de 
								Anatomía Comparada y Evolución de los 
								Vertebrados.  
			
			marianomagnussen@yahoo.com.ar 
			. Ilustraciones Daniel Boh 
								 
						
						El aislamiento prolongado de 
						América del Sur, durante casi toda la Era Terciaria, es 
						decir, entre 60 y 3 millones de años antes del presente, 
						genero el desarrollo de una fauna muy particular, entre 
						ellos, los mamíferos del Superorden de los Xenarthros, 
						conformado por tres tipos morfológicos básicos, como los 
						osos hormigueros, de cuerpo alargado y hocico muy 
						prolongado, pelaje denso y costumbres terrestres o 
						arborícolas, seguido por los perezosos, de cuerpo 
						compacto, hocico corto, pelaje denso, de andar lento y 
						arborícolas, y por último, los armadillos, con el cuerpo 
						ancho y deprimido revestido dorsalmente con una coraza, 
						con poco pelo y de hábitos terrestres. 
						
						Justamente, estos últimos, 
						son los armadillos o perezosos acorazados, los edentados 
						del Orden Cingulata. Estos son muy frecuentes y con una 
						diversidad asombrosa localmente, tanto en Miramar como 
						en gran parte de la costa bonaerense, desde el Plioceno 
						hasta hace unos milenios, caracterizados por la 
						presencia de coraza dorsal, las cuales pueden tener 
						bandas móviles como los armadillos actuales o totalmente 
						rígida como los extintos gliptodontes (al menos en 
						estado fósil, ya que seguramente en vida, tuvo leves 
						movimientos) formados por osteodermos anexados, además 
						de poseer vértebras del cuello y del tronco fundidas, 
						incluso adheridas a la coraza. En el Pleistoceno, estos 
						verdaderos mamíferos acorazados, alcanzaron enormes 
						tamaños y variedades. 
						
							
								
								  | 
								
								 
								Lo interesante de la 
								superficie expuesta de los osteodermos (placas 
								del caparazón), las cuales son de origen 
								dérmico, poseen una serie de figuras 
								ornamentales, que varían en todas las especies, 
								en sus distintos momentos de crecimiento, o 
								también en la ubicación de su cuerpo, lo que 
								facilita a los paleontólogos en su 
								clasificación. El más característico, es el 
								osteodermo del genero Glyptodon sp, 
								con forma de “flor”.   | 
							 
						 
						
						En general, todas las 
						especies de gliptodontes se caracterizan por un cráneo 
						corto y ancho, también protegido con un escudete óseo, y 
						arcos cigomáticos bien marcado y desarrollado, para 
						adherir la musculación utilizadas para masticar. Todo el 
						cuerpo cubierto por un grueso caparazón, cuyo espesor en 
						algunos casos superaban los ocho centímetros. Los huesos 
						de la cadera no están soldados como en el resto de las 
						especies de los mamíferos, posiblemente, esta adaptación 
						posibilitaba que los gliptodontes pudieran pararse sobre 
						sus patas traseras, que eran cortas y muy gruesas, 
						utilizando la cola para apoyarse, las cuales estaban 
						recubiertas de unos anillos con púas óseas, o en otros 
						casos terminaban con un tubo óseo con púas corneas, lo 
						que les posibilitaba, vigilar el territorio, aparearse, 
						e incluso, dar a luz. 
						
						Su origen de los Cingulados 
						se remonta al Paleoceno, hace 55 millones de años, para 
						cuando ya estaban bien diferenciados, pero recién al 
						final del Plioceno y durante todo el Pleistoceno 
						tuvieron una gran diversidad, formas y tamaños. 
						 
						
						Los Gliptodontes, se 
						originaron más tarde, durante el Eoceno, es decir, unos 
						45 millones de años antes del presente, encontrándose 
						sus restos en sedimentos del Terciario de la Patagonia y 
						Norte Argentino. Los rasgos fundamentales de esta 
						familia, es la presencia de una coraza sin bandas 
						móviles, colas protegidas con anillos móviles en forma 
						decrecientes, y algunos presentaban un tubo caudal óseo 
						con púas corneas en forma de defensa o ritual sexual, y 
						un casquete cefálico que protegía la cabeza. También 
						tenían la columna fusionada y soldada en gran parte al 
						caparazón dorsal, miembros cortos, pero gruesos y 
						fuertes. 
						
							
								
                  | 
								
								 
								La gran cantidad de 
								especies encontradas desde el Plioceno regional, 
								muestran gran variedad, que citaremos a 
								continuación, las cuales, son las especies más 
								características de esta familia extinta, y tal 
								vez, la más popular entre los mamíferos fósiles 
								sudamericanos. En el Pleistoceno, los 
								Gliptodontes alcanzaron su máximo desarrollo, 
								tanto en variedad como en formas.  
								  | 
							 
						 
						
						Al igual que otros 
						integrantes de la megafauna Sudamericana, se extinguen 
						sin dejar representantes vivientes. El deterioro 
						climático y ambiental, la llegada de nuevos predadores, 
						incluyendo los humanos, nuevos virus, fueron algunos de 
						los factores que determinaron para siempre la suerte de 
						los gliptodontes.  
						
						El Doedicurus 
						tuberculatus, fue la especie de mayor tamaño 
						dentro de la familia. Tenía 4,30 metros de largo y 2 
						metros de alto. La coraza tiene una forma muy 
						particular, presentando una especie de joroba en su 
						parte más alta, con placas más laxamente unidas que en 
						otros parientes de la época. Su cola estaba formada por 
						cuatro anillos, un tubo cilíndrico de un metro de largo 
						y en su término poseía una masa ósea con púas corneas, 
						convirtiéndose en una técnica de defensa contra los 
						habituales depredadores. Su masa estimada en vida es de 
						2 toneladas. 
						
						El Glyptodon muñizi, tenía 
						3,50 metros de largo y 1,4 de alto. Sus placas 
						engrosadas entre si varían de 1 a 7 centímetros de 
						diámetro, las cuales son fáciles de identificar por su 
						forma de "flor". Su cola carecía del anquilosamiento de 
						los anillos terminales en forma de tubo descriptos en 
						los otros géneros. Esta se encuentra formada por una 
						serie de anillos móviles de diámetro decreciente, 
						conformada por unos siete anillos con placas de forma 
						relativamente grotesca y en punta. De esta especie, se 
						exhibe un esqueleto muy completo. 
						
							
								
													
                  | 
								
								 
								Por otro lado, 
								Panochthus tuberculatus, fue otro 
								gliptodonte de gran tamaño. Si bien, hemos 
								encontrado numerosas piezas de este enorme 
								animal, solo exhibimos en el parque del Museo, 
								una recreación en vida en tamaño natural. 
								
								Se
								
								diferencian de los grandes y mediados 
								gliptodontes Cuaternarios por su coraza en forma 
								de casco prusiano. 
								Las 
								placas que forman este formidable caparazón son 
								gruesas, presentando un relieve con pequeñas 
								figuras circulares y uniformes finamente 
								punteadas. Su cola estaba constituida por 
								cuatro anillos móviles articulados, seguido de 
								un tubo con 
								numerosas púas de distinto tamaño.  | 
							 
						 
						
						El Neosclerocalytus ornatus,
						fue la más pequeña de todas las especies de los 
						Gliptodontes, que habitaron en América del Sur, la cual 
						alcanzaba apenas los 2,50 metros de largo y pudo pesar 
						unos 300 kilogramos. En las colecciones del Museo de 
						Ciencias Naturales de Miramar resguardamos una amplia 
						variedad de restos, e incluso una especie única, 
						mientras se exhiben un cráneo completo y la cola de esta 
						peculiar especie.  
						
						En el caso de los armadillos 
						con bandas móviles, estuvieron bien diversificados en 
						formas y tamaño, pero solo sobrevivieron dos especies 
						que habitan en el S.E bonaerense. Hemos registrado en 
						bosques y zonas abiertas de Miramar al peludo pampeano (Chaetophractus 
						villosus) y la mulita pampeana (Dasypus 
						hybridus). Debemos reconocer que, en otras 
						regiones del país y de América, aún hay una importante 
						variedad de armadillos, muy diferentes a los grandes 
						armadillos del Plioceno y Pleistoceno, pero 
						significativas para la mastozoología, aportando datos 
						del pasado biológico de estos animales. 
						 
						
							
								
								  | 
								
								 
								En una de las 
								vitrinas de esta sala, se exhiben los 
								Dasipodidos o armadillos, es una familia que 
								agrupa a animales cuyos cuerpos se hallan 
								protegidos por una coraza ósea y placas 
								dérmicas, la que se divide en dos partes, una la 
								coraza escapular y la otra la coraza pélvica, 
								separadas por varias bandas móviles que varían 
								en su cantidad según la especie. En la 
								actualidad se encuentran representados por 
								mamíferos de pequeño tamaño, como los Peludos y 
								las Mulitas, o el Tatú Carreta, como máximo 
								exponente en el norte argentino. 
								  | 
							 
						 
						
						Entre las formas más comunes 
						del Plioceno, encontramos a Ringueletia simpsoni, 
						un armadillo de gran tamaño, de dieta variada, y que 
						construía sus propias cuevas, el cual vivió junto a 
						otros armadillos, como Paraeuphractus, Doellotatus, Macrochorobates, Chorobates, Tolypeutes, 
						 Zaedyus, Holmesina, Kraglievichia, Scirrotherium, 
						Plaina, entre otros. 
						
						Durante la era Cuaternario 
						vivió un mulita gigante, llamada Pampatherium 
						typum, cuyo nombre significa "bestia de la 
						pampa". Es probable que su peso fuese de unos 225 
						kilogramos y superaba los 2,50 metros de longitud. 
						Construían grandes galerías subterráneas, con cámaras 
						amplias para proteger sus crías, las cuales, han sido 
						encontradas en los barrancos del Bosque del Vivero 
						Dunicola. En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar 
						posee un ejemplar con varios restos de su esqueleto, y 
						otros ejemplares aislados.  
						
						Otro gigante extinto con 
						bandas móviles en su caparazón, fue Eutatus 
						seguini. Su registro fosilífero abarca desde el 
						Pleistoceno inferior (2 millones de años) hasta el 
						Holoceno temprano (8 mil años), encontrándose en algunos 
						casos, asociados a restos óseos de otros animales por 
						actividad antrópica, es decir, que han presentado 
						manipulación por antiguos grupos humanos que vieron en 
						esta zona a fines del Pleistoceno, en cuevas del sistema 
						serrano. Su coraza dorsal es robusta, y poseía unas 33 
						bandas móviles que cubrían las dos terceras partes del 
						caparazón. En cada mandíbula poseía de 9 a 10 dientes, 
						los cuales utilizaba para comer carne en descomposición, 
						huevos, larvas, caracoles y algunos tallos. 
						 
						
							
								
															  | 
								
								 
								El Propraopus, 
								era muy similar a los actuales Tatú carreta (Priodontes 
								maximus) que vive en el norte argentino, 
								pero su aspecto sería más parecido a la mulita 
								pampeana grande (Dasypus hybridus).
								 
								
								De alimentación fue 
								muy variada, compuesta principalmente por 
								gusanos, huevos, vegetales y animales en estado 
								de descomposición. La coraza sola, tiene unos 70 
								centímetros de largo, más la cola unos 40 
								centímetros.  | 
							 
						 
						
						Otro representante del 
						Pleistoceno fue, Chaetophractus sp, un 
						armadillo fósil emparentado con el mismo género viviente 
						(el peludo pampeano). Restos fósiles de este y otros 
						géneros morfológicamente similares son hallados con 
						frecuencia en los afloramientos sedimentarios 
						correspondientes al Plioceno y Pleistoceno de Miramar, 
						esto quiere decir, que nuestro Peludo, ya era un 
						habitante frecuente en nuestra área en los últimos 3 
						millones de años.  
						
						A pesar de su 
						diversificación durante el pasado-reciente, hoy en día, 
						en nuestra región, quedaron reducidos a ejemplares que 
						no superan los 45 centímetros de largo y los 2 
						kilogramos de peso.  Tanto el peludo como la mulita, son 
						omnívoros, incluyendo carroña a sus dietas, y construyen 
						sus madrigueras y refugios en campos, bosques, llanuras 
						o al costado de los caminos.  
						
						Bibliografia consultada. 
						
						
						Ameghino, F. 1889. 
						Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de 
						la República Argentina. Academia Nacional de Ciencias, 
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						preliminares de las sucesiones plio-pleistocénicas de la 
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						comparación 
						
						
						Fariña RA, Vizcaíno SF y 
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						megafauna de mamíferos de Lujania (Pleistoceno 
						tardío-Holoceno temprano de Sudamérica). Mastozoología 
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						Giacchino, Adrián y 
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						M. T. Alberdi, G. Leona 
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						paleozoogeográficos y paleoclimáticos relacionados. 
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						de Buenos Aires. Aspectos Ecológicos y Zoogeográficos 
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						último medio siglo en el estudio de los vertebrados 
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						Publicación Especial 10, 50º Aniversario: 73-85. 
						
						
						Tonni E. P., 2016. Los 
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						contribución al conocimiento geológico y paleontológico. 
						En: J. Athor y C. E. Celsi (eds.): La costa atlántica de 
						Buenos Aires. Naturaleza y patrimonio cultural. 
						Fundación de Historia Natural Félix de Azara - Vázquez 
						Mazzini Editores, pp. 42-65, Buenos Aires. 
						 
						
						Los roedores fósiles 
						histricomorfos,  
						
						dregistrados en General 
						Alvarado. 
						Por
            Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo 
			de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de 
								Anatomía Comparada y Evolución de los 
								Vertebrados.  
			
			marianomagnussen@yahoo.com.ar 
			. Ilustraciones Daniel Boh 
								 
						
						Cuando pensamos en el 
						término roedor, se nos viene a la mente las ratas y 
						lauchas. Pero en el pasado biológico como en la 
						actualidad, son algo más diversificados de lo que 
						creemos. Si bien no son nativos de Sudamérica, llegaron 
						en distintas oleadas migratorias, y se adaptaron 
						rápidamente al ambiente. Haciendo que varias formas 
						nuevas se conviertan en endémicas, es decir, que solo se 
						las encuentra en este lugar. 
						
						Entre algunos de los 
						roedores, encontramos los histricomorfos, es decir, 
						mamíferos placentarios con dos incisivos, de gran tamaño 
						de crecimiento continuo, situados en el maxilar inferior 
						y superior, y que solo están cubiertos de esmalte en la 
						parte frontal, y también, otros caracteres de los 
						esqueletos, como la separación de la tibia y la fíbula o 
						peroné, y la robustez del arco cigomático, que 
						observamos desde el Plioceno al Holoceno de Miramar. 
						
						Como se ha citado reiteradas 
						ocasiones, Sudamérica durante casi todo el Terciario, 
						quedo totalmente aislado del resto de los continentes, 
						en el cual, evolucionaron distintos grupos faunísticos 
						que no existían en otros continentes. 
						
							
								| 
								 
								
								   | 
								
								 
								 Hay 
								evidencias, que, en varias oportunidades, entre 
								35 a 8 millones de años, antiguas balsas con 
								sedimentos, plantas y animales viajaron por el 
								océano atlántico desde África, cuando ambas 
								estaban separadas por apenas 900 kilómetros, 
								mientras que, otros grupos de animales (los 
								saltadores de islas) emigraban de la misma 
								forma, entre los archipiélagos aislados de lo 
								que hoy conforman el caribe, cuyo origen era 
								asiático, es lo que demuestran las pruebas 
								genéticas y paleontológicas.   | 
							 
						 
						
						Una vez llegados a estas 
						tierras, se pudieron adaptar y diversificar fácilmente, 
						ocupando los nichos ecológicos de muchos notoungulados y 
						marsupiales, generando una importante competencia y 
						estrés ambiental. 
						
						Los primeros roedores de 
						América del Sur están representados por especies 
						descritas en depósitos del Eoceno/ Oligoceno temprano. A 
						finales del Oligoceno, todas las superfamilias y 
						familias de Caviomorpha estaban presentes en el registro 
						fósil. 
						
						En Miramar y gran parte del 
						Partido de General Alvarado, se han encontrado formas 
						muy diversas, e incluso, nuevas para la ciencia. Entre 
						los roedores coleccionados, tenemos el enorme Telicomys 
						giganteus, del tamaño de una vaca. Sus mandíbulas 
						presentan grandes incisivos, cuya cara anterior tienen 
						un ancho de 3 centímetros, acompañados por cuatro 
						molares por cada maxilar y rama mandibular. Suponemos 
						que su hábitat estaba limitado a lugares secos y con 
						follaje, aunque la evidencia fósil es muy escasa para 
						brindar datos más completos sobre su biología. Algunos 
						restos significativos fueron descubiertos en 1908 al 
						norte de Miramar por el propio Florentino Ameghino. 
						
							
								| 
								 
								   | 
								
								 
								Otro de los grandes 
								roedores Pliocenos encontrados en cierta 
								cantidad, lo conforma el Phugatherium novum, 
								emparentado con los actuales capibaras o 
								carpinchos, pero de mayor tamaño y patas largas 
								adaptadas para correr, y no de hábitos anfibios 
								como sus parientes actuales. Su cráneo refleja 
								un rostro alargado y estrecho. La longitud del 
								cráneo es la doble a la atribuida al carpincho, 
								superando fácilmente los 50 centímetros. 
								  | 
							 
						 
						
						Su fémur y humero, guardan 
						la misma relación en su longitud con el género actual, 
						pero el cubito o ulna, radio, tibia, peroné y demás 
						huesos, son mucho más desarrollados y largos que estos, 
						por lo cual Phugaterium (=Protohydrochoerus), 
						morfológicamente concuerda con mamíferos corredores. En 
						el Pleistoceno, los fósiles de carpinchos son 
						extremadamente escasos, es tan así, que aún no sabemos 
						muy bien cuando aparecen los antecesores directos del 
						capibara viviente. Pero justamente en Miramar, se 
						encontraron huellas fosilizadas, atribuibles al 
						icnogenero Porcellusignum conculcator. De apariencia muy 
						similar a sus parientes sudamericanos modernos. 
						
						Actenomys latidens, fue un 
						mamífero roedor Caviomorpha muy común en la región 
						pampeana. Actenomys estaba emparentado con el actual 
						genero Ctenomys (tucos tucos) los cuales tienen una gran 
						diversidad en Sudamérica. Es probable que fuera de 
						hábitos subterráneos, ya que sus restos normalmente son 
						hallados en antiguas madrigueras, como así también, 
						Ctenomys (Paractenomys) chapadmalensis y Eucelophorus 
						cabrerai emparentados con Actenomys. 
						
						También había otros más 
						pequeños, como el Lagostomus (Lagostomopsis) antiquus, 
						es una especie de roedor de la familia Chinchillidae. 
						Actualmente sólo hay una especie viva, la vizcacha 
						común (Lagostomus maximus), que mide hasta 60 
						centímetros de largo y habita en Sudamérica, pero en el 
						Plioceno vivió Lagostomopsis, un representante de menor 
						tamaño.  
						
							
								| 
								 
								
								   | 
								
								 
								Su alimentación 
								estaría compuesta principalmente por tubérculos, 
								raíces, hierbas etc. Poseía unos cráneos anchos 
								y robustos, con nasales alargados. En la zona 
								norte de Miramar, en sedimentos del Plioceno, 
								entre 3,5 y 2,5 millones de años antes del 
								presente, se han recuperado numerosos restos de 
								Lagostomus (Lagostomopsis) incisus, asociado a 
								gran parte de la fauna extinta de fines de la 
								Era Terciaria. Además de restos óseos, se 
								observa largas madrigueras, en donde, en algunas 
								ocasiones se los han asociado a sus creadores.
								  | 
							 
						 
						
						Tambien, se han recuperado 
						integrantes de la familia Caviidae identificados (Dolichotis 
						sp, Dolicavia minuscula, Orthomyctera chapadmalensis, 
						Caviodon pozzii, Cardiomys sp., Microcavia 
						chapadmalensis, entre otros). Si bien muchos de ellos se 
						extinguieron, algunos representantes de cada familia 
						lograron sobrevivir desde el Plioceno al Holoceno 
						reciente. Entre las formas Pliocenas, encontramos a 
						Paleocavia impar, un género muy abundante durante el 
						Mioceno hasta el final del Plioceno. Como roedores 
						cavidos, pueden se indicadores de ambientes cálidos 
						templados. Tienen una cabeza grande y rectangular, así 
						como una cola muy pequeña o ausente. Poseen cuatro dedos 
						en las extremidades anteriores y tres en las 
						posteriores, de cuerpo alargado, y extremidades delgadas 
						y cortas, pero que sin embargo corre con gran facilidad 
						y rapidez. Vivía en lugares con vegetación abundante y 
						relativamente húmedos. Tenía unos 25 centímetros de 
						largo, y estaba relacionada con los conejillos de 
						Indias, cuises y el carpincho (el roedor viviente de 
						mayor tamaño). 
						
						Estos, son solo algunos 
						representantes fósiles que hemos encontrado en los 
						últimos 4 millones de años en nuestra zona, pero hay 
						muchísimos más de ellos para conocer. Miramar y zona, se 
						encuentra entre las localidades fosilíferas más ricas e 
						importantes del mundo, no solo por los gigantes del 
						pasado, sino también por los microvertebrados. Desde 
						estos sedimentos, se han organizado grandes colecciones 
						científicas sobre caviomorfos en los museos más 
						importantes del país, como así también Norteamérica y 
						Europa durante la primera mitad del siglo XX.     
						 
						
						Bibliografía sugerida. 
						
						Aguirre, M. L. 1995. Cambios 
						ambientales en la región costera bonaerense durante el 
						cuaternario tardío, evidencias malacológicas. 4 jornadas 
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						Cenizo, M., Soibelzon, E. y Magnussen, M. 
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						región pampeana. In Evolución biológica y climática de 
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						años. Un ensayo de correlación con el Mediterráneo 
						occidental. Museo Nacional de Ciencias Naturales, 
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						De los Reyes, L.M; Cenizo, 
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						Aspectos paleofaunísticos y estratigráficos preliminares 
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						Centinela del Mar, provincia de Buenos Aires, Argentina. 
						90 Congreso Argentino de Paleontología y 
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						Buenos Aires, Argentina. Publicación 3: pp 3 – 10 (Sec.Pal). 
						
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						Oliva, C. Boh, D. Magnussen, M 
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						Mammalipedia) del Cenozoico Superior (Mioceno Tardío – 
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						(Argentina). Jornadas Regionales VI Arqueológicas y VII 
						Paleontológicas Miramar.  Libro de Resúmenes. Pag 33;34. 
						
						Olivares AI y Verzi DH. 2014. 
						Sistemática, filogenia y patrón evolutivo del roedor 
						hystricognath Eumysops (Echimyidae) del Plio - 
						Pleistoceno del sur de América del Sur. Biología 
						histórica, 2014 
						
						Olivares, A. I., Bastida, R. 
						O., Loza, C. M., Rodríguez, A. C., Desojo, J. B., 
						Soibelzon, L. H. y 
						
						Quintana, C. A. 2008. Los 
						fósiles de Mar del Plata. Un viaje al pasado de nuestra 
						región. Buenos Aires, Argentina. Fundación de Historia 
						Natural “Félix de Azara”. 242 pp. 
						
						Vucetich 
						MG, Verzi DH. 1996. A new Eumysopinae (Rodentia, 
						Echimyidae) de la 'Formacion' Irene (Chapadmalalense 
						inferior?) Y la diversidad de la subfamilia. Actas IV 
						Jornadas geologicas geofisicas bonaerenses; Buenos 
						Aires, Argentina. 
						
						Tonni, 
						E.P.; Fidalgo, F. 1979. Consideraciones sobre los 
						cambios climáticos durante el Pleistoceno 
						tardío-Reciente en la Provincia de Buenos Aires. 
						Aspectos Ecológicos y 
						Zoogeográficos Relacionados. Ameghiniana, Vol. 15, Nos. 
						1-2, p. 235-253. 
						 
						
						Los 
						fósiles de Perisodáctilos, que fueron hallados en 
						Miramar. 
						
						 Por
            Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo 
			de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de 
								Anatomía Comparada y Evolución de los 
								Vertebrados.  
			
			marianomagnussen@yahoo.com.ar 
			. Ilustraciones Daniel Boh 
								 
						
						Tomado de Magnussen, 
						Mariano. 2024. Los 
						fósiles de Perisodáctilos, en el Pleistoceno bonaerense. 
						Paleo Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. 
						Boletín Paleontológico. Año XVII. 181: 57-60. 
						
						Son mamíferos ungulados que 
						se caracterizan por la posesión de extremidades con un 
						número impar de dedos terminados en una estructura 
						cornificada llamadas pezuñas, y con el dedo central, que 
						sirve de apoyo, mucho más desarrollado que los demás.
						 
						
						Los miembros de los 
						perisodáctilos se describen como mesaxónicos, es decir, 
						que su dedo central, en la mayoría de los casos el 
						tercero, el cual, se desarrolló mientras que los 
						restantes reducen su tamaño, hasta incluso desaparecer, 
						como los caballos. 
						
							
								
								  | 
								
								 
								Se cree que los 
								perisodáctilos emergieron poco después de la 
								extinción masiva del Cretácico-Terciario en la 
								cual se extinguieron los dinosaurios y 
								otros organismos. Algunos tempranos hallazgos 
								datan del Paleoceno superior, entre hace 65 a 55 
								millones de años atrás, y que, para los inicios 
								del Eoceno, hace 54 millones de años, ya se 
								encontraban ocupando diversos continentes. 
								Inicialmente habitaron Asia y África, luego 
								fueron extendiéndose para ocupar Europa y 
								América del Norte.   | 
							 
						 
						
						Durante todo la Era 
						Terciaria evolucionaron en estos continentes, pero 
						recién, en el Plioceno tardío, hace unos 2,8 millones de 
						años ingresaron al continente sudamericano, durante el 
						intercambio faunístico al unirse ambos subcontinentes.
						 
						
						A diferencia de otros 
						ungulados, como por ejemplo los rumiantes, conservan los 
						incisivos de la mandíbula superior y los utilizan para 
						arrancar hierba. Los dientes premolares se encuentran 
						molarizados, así junto a los molares forman una amplia 
						superficie para triturar el alimento. 
						
						Los équidos y tapíridos, son 
						las especies más emblemáticas entre los perisodáctilos, 
						sobrevivieron y prosperaron hasta el final 
						del Pleistoceno, hace solo 10 000 años, soportando la 
						presión de los cazadores humanos y de un nuevo hábitat 
						cambiante. 
						
						Los equinos, son mamíferos 
						placentarios del orden Perissodactyla, que contiene solo 
						un género viviente, Equus, y poseen en sus patas 
						un dedo modificado que soportan todo el peso, apoyado 
						sobre sus pezuñas. Estaban representados en el 
						Pleistoceno sudamericano, por Hippidion principale, 
						un primitivo caballo, el cual se extinguió hace unos 8 
						mil años.  
						
							
								
								  | 
								
								Era similar a las cebras de África, pero algo 
								más bajo y rechoncho, con extremidades cortas. 
								Su cráneo presenta unos huesos nasales algo 
								alargados y pronunciado que las formas 
								vivientes. 
								 
								Por otro lado, es notable la conformación de las 
								extremidades, proporcionalmente cortas y anchas, 
								que le confieren al animal un aspecto macizo.
								  | 
							 
						 
						
						Su peso pudo ser de unos 400 
						kilos. Las características adaptativas de la parte 
						distal de las extremidades de Hippidion pueden 
						ser indicadores de distintos tipos de suelo y 
						vegetación. El hábitat de Hippidion debería 
						corresponder a un bosque o praderas húmedas y suelo 
						blando.  
						
						Los Équidos de América del 
						sur se han extinguido totalmente a principios del 
						Holoceno, y convivio con otra especie de caballo tardío, 
						el Amerhippus neogeus, un subgénero del género 
						Equus el cual agrupa a las cinco especies de dicho 
						género de la familia Equidae, que también se extinguió.
						 
						
						Recién, en el siglo XVI es 
						incorporado nuevamente el caballo a América, luego de la 
						colonización europea.  En el museo se resguardan 
						distintos restos fósiles, y en exhibición se muestra un 
						cráneo muy completo con mandíbula de este extinto 
						animal.  
						
						Otro 
						
						perisodáctilo, el 
						Tapirus  sp, 
						es un género de mamífero perisodáctilo extinto de la 
						familia de los tapíridos. El género Tapirus que 
						vivió en el Pleistoceno de América del Sur. 
						
							
								
								  | 
								
								 
								Tapirus dupuy, 
								es una especie fue descrita originalmente por 
								Carlos Ameghino en 1916, empleando como base 
								material, fragmentarios colectados en sedimentos 
								del Pleistoceno de la ciudad de Miramar, 
								provincia de Buenos Aires, cuya especie 
								homenajea a José María Dupuy, prefecto local y 
								coleccionista en ciencias naturales, que 
								colaboro con la búsqueda y entrega de material 
								paleontológico y biológico al entonces Museo 
								Nacional de Historia Natural de Buenos Aires y 
								Museo de La Plata.  | 
							 
						 
						
						Las extremidades anteriores 
						poseen cuatro dedos y las posteriores tres. Sin embargo, 
						la principal característica del Tapirus es su 
						alargado hocico en forma de pequeña probóscide, que usa 
						principalmente para arrancar las hojas, hierbas y raíces 
						que constituyen su alimento. 
						
						Los registros más antiguos 
						del género Tapirus en Sudamérica corresponden al 
						Pleistoceno temprano de Argentina, y probablemente de 
						Perú y Bolivia. Mientras tanto, en la actualidad, el 
						Tapir (Tapirus terrestres), que incluye a varias 
						subespecies que aun habita en el nordeste de Argentina, 
						casi todo Brasil, Bolivia, Paraguay, este de Ecuador y 
						Perú, las Guayanas, Venezuela y Colombia, es 
						descendiente de estas formas fósiles, que alguna vez, 
						habitaron la región pampeana durante la última edad de 
						hielo. 
						
						Bibliografia sugerida.
						 
						
						
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