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Hallan fragmento de maxilar del género Tupinambis en el norte de la provincia de Buenos Aires.

 Publicado en Paleo. Revista Argentina de Paleontología. Año 9. Numero 62. Noviembre de 2011.

Los restos fósiles de saurios descubiertos en la llanura pampeana son extremadamente escasos. Por eso, son muy bien recibidos los hallazgos paleontológicos de materiales referidos a este grupo de animales.

Recientemente, en una capa de sedimentos de origen eólico (depositados por los vientos), de unos 100.000 años de antigüedad, personal del Museo Paleontológico de San Pedro, al norte de Buenos Aires, acaba de desenterrar parte de la sección anterior del maxilar derecho de una especie de lagarto del género Tupinambis, al que pertenecen los actuales lagartos overos. El fragmento de hueso conserva, aún, dos pequeños y afilados dientes en perfecto estado, detalle que ha favorecido la identificación del animal.

Las diminutas piezas fueron detectadas por el equipo del Museo en un sector de finas láminas de sedimentos correspondientes a un antiguo pantano que ocupaba la zona hace varios miles de años.

En la determinación genérica del fósil hallado intervino la Dra. Adriana Albino, investigadora del CONICET y de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el investigador Santiago Carreira, del Departamento de Zoología de Vertebrados, Facultad de Ciencias Naturales, de la Universidad de la República de Uruguay. Ambos científicos son expertos conocedores del gran grupo de los reptiles

A opinión de Carreira “los dientes seguro son de un saurio, y por el tamaño estaríamos hablando del género Tupinambis...” En cuanto a la Dra. Adriana Albino, su opinión es que “el material corresponde a un lagarto. Se trata del extremo más anterior de un maxilar derecho de Tupinambis...”

Aún no se ha podido determinar si los restos corresponden a un ejemplar de las especies que actualmente conforman el género o si, por su antigüedad, se trata de una especie diferente. Los agudos dientes, de tan sólo 3 mm, delatan a un animal carnívoro de la gran familia de los saurios. Los lagartos actuales son vertebrados de sangre fría que regulan su temperatura corporal interna con el calor del sol. Tal como las serpientes, su piel está formada por escamas y se recambia periódicamente. Se reproducen mediante huevos, al igual que la mayoría de los reptiles. 

Los lagartos overos, en la actualidad, habitan toda la zona Este de nuestro país, principalmente en ecosistemas de amplios pastizales frecuentando, también, zonas selváticas. Su alimentación es básicamente carnívora. Cazan insectos, pequeños vertebrados y gusanos. También son consumidores de carroña y atacan nidos para devorar los huevos.

El Director del Museo, y autor del hallazgo, Sr. José Luis Aguilar, señala que “el material recuperado en San Pedro representa una buena oportunidad para seguir la evolución de este género de saurios y su distribución.

 


Recuperan el cráneo de un Cinodonte en el Triasico de Talampaya.

 Publicado en Paleo. Revista Argentina de Paleontología. Año 9. Numero 62. Noviembre de 2011.

Paleontólogos, estudiantes y técnicos del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y del CONICET, se encuentran en La Rioja para llevar adelante una investigación en la zona de Parque Nacional Talampaya, en la localidad de Los Chañares. Laura Gachón, directora de Patrimonio Cultural, dio a conocer un reciente hallazgo que corresponde a un cráneo de un dinosaurio denominado Cinodonte, se trata de reptiles que le dieron origen a los mamíferos.

La funcionaria dijo que para el área de Patrimonio de la Provincia “siempre es un placer trabajar con estos grandes investigadores para los cuales las puertas de La Rioja están abiertas porque ellos investigan y nosotros nos beneficiamos”.

Además Gachón sostuvo que “a partir de la presencia de estos profesionales y sus hallazgos nos damos cuenta de que este lugar es muy significativo a nivel mundial y en lo paleontológico nos sitúa en un nivel importante”. El rescate de este cráneo de Cinodonte que los investigadores denunciaron en la Dirección de Patrimonio se realizará por parte de profesionales locales y se trasladará al repositorio del CRILAR. Si bien estas especies ya son conocidas, es bueno colectarlos para completar la investigación.

La doctora en Paleontología, Julia Brenda Desojo es la investigadora que se presentó en la Dirección de Patrimonio de la Secretaría de Cultura para denunciar el hallazgo. No obstante, la investigación que vinieron a realizar en la provincia tiene que ver con los Arcosauriformes, que les dieron origen a los cocodrilos.

Según informó la Paleontóloga, los restos de arcosauriformes encontrados fueron descubiertos en una zona poco estudiada de Talampaya y que tiene una fauna diferente. Serán trasladados al laboratorio del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.

El equipo de profesionales estuvo integrado por Lucas Fioreli del CRILAR; Gimena Trotien de la Universidad de San Juan; la doctora Julia Desojo (investigadora adjunta del CONICET), técnicos y estudiantes.

 


Científicos del Conicet hallaron fósiles de una Ballena Arqueoceto Basilosauridae, en el Oligoceno de la Antartida.

 Publicado en Paleo. Revista Argentina de Paleontología. Año 9. Numero 62. Noviembre de 2011.

El fósil de una ballena que vivió hace 49 millones de años fue hallado por científicos del CONICET y del Instituto Antártico en la isla Marambio, cerca del mar de Weddell, informó este martes la Dirección Nacional del Antártico, que presentó el espécimen en la feria de ciencia y técnica Tecnópolis, con la presencia del canciller Héctor Timerman y el ministro del área, Lino Barañao.

“Es una mandíbula reconstruida, de unos 60 centímetros, que permite saber que el origen del linaje de esta ballena, que conduce a las vivientes, estaba más atrás que lo que se pensaba”, dijo a Télam la paleontóloga Claudia Tambussi, quien encontró los restos fósiles junto a su colega Marcelo Reguero y los suecos Thomas Mörs y Jonas Hagström. 

Tambussi, al igual que Reguero, trabaja en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el Museo de La Plata; el último integra además el Instituto Antártico Argentino.  El ejemplar de "Arqueoceto Antártico", encontrado al noreste de la Península Antártica, es el fósil más antiguo de ballena primitiva en todo el mundo, y el primero localizado en la Antártida Argentina. 

“La última CAV (Campaña Antártica de Verano) duró tres semanas y nosotros exploramos la Isla Seymour, pero no nos quedamos en la Base Marambio sino que hicimos campamento”, contó Tambussi, para quien fue su primera campaña antártica.  La paleontóloga relató que “buscamos fósiles en Antártida como se hace en Patagonia o Cordillera, mirando en el suelo descubierto de hielo o nieve, y hacemos la misma búsqueda paleontológica, aunque con mucho más frío”. 

Sabiendo el color y la textura del material que se busca, estudiado concienzudamente durante mucho tiempo, “se hace el ojo” para ver lo que está apenas insinuado sobre el suelo.  “Esta ballena estaba rota y en superficie había esquirlas, así que mis compañeros se quedaron horas escarbando”, dijo Tambussi.  Más tarde, “a metros de la ballena, buscamos dientitos sin encontrarlos, hasta que llegó Reguero, se agachó y levantó uno, que sabía que era negro”. 

La paleontóloga dijo que “el proyecto antártico de paleontología vertebrados tiene más de 30 campañas, es de larga data y mantuvo continuidad con personal del Museo, el Instituto Antártico, el CONICET, la Cancillería e investigadores extranjeros que participan a través de convenios internacionales”. 

La investigadora consideró que las campañas serían imposibles “sin el Instituto Antártico dando siempre la logística”, y definió que para buscar fósiles, “la Antártida es un paraíso”.  “Nosotros buscamos vertebrados marinos y de tierra, pero hay infinidad de invertebrados; cada resto que encontramos es incunable porque son sedimentos de la época en que el continente antártico no estaba englaciado, entonces había bosques y animales”, refirió. Tambussi consideró que en épocas pasadas, “era totalmente diferente y lo que pasa hoy es un fenómeno mucho más reciente, con animales marinos que llegan a tierra sólo a reproducirse y se van; en cambio antes tenía fauna diversa, había parientes de guanacos, por ejemplo”. 

Cincuenta millones de años atrás “tampoco estaba la comunicación del Pacífico y el Atlántico”, por donde pasa la helada corriente circumpolar antártica.  Este "arqueoceto" antártico pertenece al grupo Basilosauridae, del que se originaron todos los cetáceos actuales. 

Las "ballenas semiacuáticas" -que son los Protocetidae, con cuatro patas desarrolladas- se registran en la región Indo-Pakistán hace 53 millones de años; en tanto, el "arqueoceto" antártico tiene 49 millones de años y es acuático totalmente. 

Esto indica que experimentaron una evolución mucho más rápida de lo que se pensaba y también se distribuyeron rápidamente en los mares australes.  Durante la misma campaña de verano en la Antártida Argentina, en febrero pasado, otro grupo de paleontólogos de vertebrados, que hizo trabajos de campo en Caleta Santa Marta, en la isla James Ross, extrajo restos de un dinosaurio sauropodomorfa que se caracteriza por presentar un largo cuello y una pequeña cabeza, informó la Dirección. 

También hallaron restos de un dinosaurio ankylosaurio, que se distinguía por su pesada armadura y un gran mazo en la punta de su cola; reptiles marinos (plesiosaurios); y peces de una antigüedad de aproximadamente 80 millones de años. 

Los trabajos de campo en la isla Ross fueron hechos por Juan José Moly -Museo de La Plata-, Ariana Carabajal -CONICET y Museo Carmen Funes, Plaza Huincul- e Ignacio Cerda -CONICET e INIBIOMA, Neuquén-. Los dos equipos trabajaron desde un campamento y se exploraron diferentes unidades de la formación La Meseta, particularmente en dos que están datadas en 49 y 34 millones de años respectivamente. Fuente CONICET.

 


Fósiles de Gasterópodos marinos del Pleistoceno fueron recuperados por el Museo de Miramar, tendrían 120 mil años.

Publicado en Paleo. Revista Argentina de Paleontología. Año 9. Numero 62. Noviembre de 2011.

En los yacimientos paleontológicos marinos que aparecen con breve frecuencia en los afloramientos geológicos del S.E bonaerense, se han encontrado moluscos que aun tienen representantes vivientes en el océano atlántico, y que vivieron durante el Pleistoceno, hace 120 mil años antes del presente. Es muy raro que aparezca un fósil de origen marino en una zona terrestre. La explicación, proviene de los diferentes estados naturales que se han suscitado en el transcurso de los milenios.

Localmente, se denominan transgresiones marinas o ingresiones marinas a los avances de la línea de costa sobre un espacio continental, y regresiones marinas al fenómeno inverso. La orilla del mar es "fluctuante", es decir, en la época de los glaciares el borde costero de la región pampeana se encontraba a 200 kilómetros mar adentro, sobre el borde de la actual plataforma marítima,  ya que el agua se depositaba en aquellos fenómenos naturales, llamados glaciares, lo cual impedía una entrada de mayor altitud. Las primeras menciones sobre la existencia del ingreso marino sobre el continente, son de índole paleontológica y datan desde mediados del siglo diecinueve.

Fueron efectuadas por d’Orbigny (1842), quien halló moluscos marinos en los alrededores de la ciudad de Paraná y en la desembocadura del río Negro. Unos años más tarde, Darwin (1846) encontró la misma fauna en la península Valdés, quedando así establecida la presencia de estos depósitos en la Patagonia septentrional y en la provincia de Entre Ríos, los que constituyeron, por otra parte, las primeras citas del Terciario marino en la Argentina.

Así lo explica en una entrevista Mariano Magnussen Saffer, presidente de la Asociación Amigos del Museo de Miramar, y detallo los depósitos fósiles -terrazas marinas o cordones conchiles- son formados por acumulaciones de origen sedimentario producidas por episodios marinos de avances y retrocesos ocurridos durante el cuaternario.

El material recuperado, corresponde a un gasterópodo de la familia Volutidae que se caracteriza por presentar una concha grande de forma oval globosa, sólida y pesada, de color blanco tiza externamente. Mide hasta unos 200 mm de longitud máxima. Es una especie de aguas templado-cálidas que habito en profundidades de entre 5 y 80 m sobre fondos blandos. Su distribución geográfica en la actualidad abarca desde Río de Janeiro (Brasil) a Golfo San Matías (Río Negro, Argentina. Más allá de su hábitat natural, las fuentes de aprovisionamiento potenciales con mejor accesibilidad son los depósitos fósiles del Pleistoceno y, principalmente, del Holoceno de la provincia de Buenos Aires y de Patagonia, y las playas actuales, donde los moluscos llegan por tormentas. Las variaciones eustáticas han quedado reflejadas no sólo en el área de estudio, sino en gran parte del litoral bonaerense y sur entrerriano por un conjunto de rasgos geomórficos y de facies sedimentarias.

En sedimentos de la ingresión pleistocena aflorantes en el área, se hallaron abundantes bivalvos (Ostrea, Tagelus y Mactra), foraminíferos (Ammonia, Elphidium) y ostrácodos (Cytheracea, Cyprideis) que sugieren un paleoambiente mixto de energía moderada. Según los primeros estudios de laboratorio, el fósil corresponde a un gasterópodo Adelomelon (Dall, 1906) de un caparazón se constituye de 6 anfractos, los cuales en la parte visible de la espira son aplanados y el último es convexo y globoso.

Sutura bien definida, generalmente ondulosa. La ecología de su representante viviente ayuda a conocer la paleoecologia del ejemplar hallado. Esta especie de gasterópodo se localiza viviendo sobre el fondo de la plataforma marina, especialmente fondos areno-fangosos. Es un organismo que integra la epifauna deslizándose sobre el sustrato por medio de un pie musculoso.

Posee sexos separados, siendo esta especie de gran interés científico por ser el único volútido que pone sus embriones en cápsulas libres (ootecas). El primer registro sobre observaciones de ovicápsulas fue realizado por d'Orbigny (1846) quien menciona la significativa abundancia de éstas en la Bahía de San Blas (Provincia de Buenos Aires, Argentina). En 1889, Dall hace referencia a la presencia de esta ooteca en aguas afueras del Río de la Plata. Carcelles (1944) realizó observaciones más firmes sobre la ovipostura de caracol negro, registrando la presencia de 5 a 15 embriones por cápsula. Es carnívoro alimentándose presumiblemente de almejas del fondo. Por otro lado, el museólogo Daniel Boh, titular del Museo Municipal “Punta Hermengo”, comento que: “el material hallado y recuperado se encuentra en preparación, para su ingreso a la colección institucional, a fin de enviar los datos al Registro Oficial de la Autoridad de Aplicación (AAN) de la ley 25.743 en materia paleontológica y arqueológica, que protege el patrimonio de todos”, concluyo.

 


Dinosaurios y tiburones coexistían en un paisaje de mar, playa y pocas palmeras en Mendoza.

 Publicado en Paleo. Revista Argentina de Paleontología. Año 9. Numero 62. Noviembre de 2011.

Un grupo interdisciplinario del CONICET reveló que el paisaje mendocino era muy distinto al actual a fines del Cretácico. El clima era mucho más cálido y había un ingreso marino desde el Océano Atlántico que permitía la coexistencia de tiburones y dinosaurios.

La formaciones montañosas también eran distintas y el sur de Mendoza estaba al nivel del mar, por lo que los procesos erosivos fueron cubriendo su superficie, hasta sepultarla a miles de metros de profundidad. Así, los rastros de las plantas, ingresos marinos y ríos quedaron resguardados en las rocas durante millones de años, hasta que un equipo de paleontólogos, palinólogos y sedimentólogos del CONICET se acometió reconstruir cómo era el paisaje en el que vivieron los últimos dinosaurios.

El doctor Bernardo González Riga dirigió la campaña paleontológica, que incluyó el hallazgo de restos de tiburones que vivían en un mar poco profundo que ingresaba desde el Océano Atlántico, cubría gran parte de la Patagonia, y llegaba hasta la zona donde hoy se encuentra el sur de Mendoza, como así también el descubrimiento de huellas de titanosaurios, al noroeste de la ciudad de Malargüe. 

A partir de las huellas de titanosaurios, González Riga estimó con alta precisión a qué velocidad caminaban estos dinosaurios herbívoros de gran porte, en tanto que cedió el análisis de los fósiles de tiburones al especialista en peces Alberto Luis Cione, del Museo de La Plata, quien aseguró a la Agencia CTyS que pertenecen a un momento “anterior y próximo a la extinción masiva”. En tanto, la paleontóloga Mercedes Prámparo reconstruyó cómo era la vegetación, los árboles y flores de aquel entonces, a partir del análisis del polen encontrado en las rocas que estaban marcadas por las huellas de los titanosaurios. Asimismo, pudo reconocer hasta dónde llegaba el mar y en qué partes había lagunas o ríos, por el contenido de algas prehistóricas.

La doctora Prámparo, investigadora del IANIGLA-CONICET, estuvo a cargo del análisis de los palinomorfos, unos fósiles que miden entre 10 y 300 micrones. “Principalmente, son granos de polen y esporas que pertenecen a plantas antiguas y nos dan idea de la vegetación terrestre que hubo. O bien restos algales, que pueden ser de origen continental o marino”, indicó. Otro de los pilares de este trabajo interdisciplinario fue el análisis de las rocas, en las cuales se encuentran fósiles y microfósiles, y también permiten describir los procesos de erosión y distinguir, por ejemplo, en qué momentos hubo actividad volcánica.

Esta área estuvo encabezada por el sedimentólogo Ricardo Astini, de la Universidad de Córdoba, quien comentó a la Agencia CTyS cómo es posible que restos tan frágiles como una huella de dinosaurio o un grano de polen microscópico puedan conservarse durante millones de años. Astini relató que “para entender este fenómeno hay que pensar, en primer lugar, que el sur de Mendoza no se encontraba a miles de metros sobre el nivel del mar a fines del Cretácico, sino que estaba en una especie de cuenca, limitada al oeste por la Cordillera de los Andes y al este por la Sierra Pintada, que en ese momento era una montaña elevada, por lo que su superficie fue cubierta por la erosión de las zonas más altas”. 

Así, las huellas de los dinosaurios y los granos de polen, por ejemplo, quedaron enterrados y llegaron a estar a miles de metros bajo la superficie.

“A esa profundidad es que la tierra se convierte en roca y sus componentes se conservan durante tanto tiempo”, agregó el geólogo. Queda por entender por qué no es necesario excavar para encontrar estos sedimentos que llegaron a estar sepultados a tales profundidades. Sobre ello, Astini explicó que “en el Cenozoico se comenzó a deformar la Cordillera y empezaron a aflorar todas estas unidades de rocas originadas en el subsuelo”.

Así se explica que se conservaran dichas huellas, dientes de tiburón, granos de polen y algas, que hoy estén en la superficie y se los puede analizar sin hacer grandes excavaciones en el sur de Mendoza. De todas formas, Astini aclara que “los hallazgos no son fortuitos, porque se va mapeando lo encontrado y así se pueden desarrollar estrategias de búsqueda”. El doctor Astini mencionó que en la roca se distingue con facilidad la actividad volcánica: “Hay rastros que demuestran que hubo lluvias de cenizas volcánicas, frecuentes, y muy parecidas a las que actualmente surgieron con el volcán Peyehué”.

La actividad volcánica provenía de la zona cordillerana, que se ubicaba al oeste del ingreso marino que tenía forma de un engolfamiento. Y, hacía el extremo norte de esa especie de golfo, había lagunas costeras; allí fue donde se encontraron las huellas de titanosaurios que medían entre 12 y 13 metros de longitud.

Mercedes Prámparo señaló de qué manera pudieron notar que allí habían lagunas costeras: “La evidencia es que encontramos gran cantidad de algas de agua dulce, con un bajo porcentaje de algas de origen marino en las rocas de esa edad”.

 Sin embargo, cuando subía la marea, estas lagunas recibían agua salada y afectaban el desarrollo de una vasta vegetación. “Había plantas, pero no en gran volumen, porque eran lagunas costeras y eran pocas las plantas que podían sobrevivir a las influencias marinas y a los cambios bruscos; actualmente, por la evolución, hay plantas que resisten a la salinidad, pero no estaban en el Cretácico”, agregó la especialista.

Hace 70 millones de años, la temperatura era unos 3 o 4º C superior a la actual, y el clima era húmedo, si bien no llegaba ser tropical, a diferencia de la contemporánea aridez de Mendoza. De todas formas, Prámparo señaló que había plantas, con flores, de tamaños reducido y completamente distintas a las que conocemos. También había vegetación de tipo herbácea alrededor de las lagunas e, incluso, se hallaron restos de polen de palmera. La palinóloga señaló que se puede comparar este ambiente antiguo con las lagunas costeras que hay actualmente cerca del estuario de Bahía Blanca, porque, por momentos, están influenciadas por el agua de mar, cuando sube la marea, pero por lo general hay un predominio de agua dulce.

La búsqueda de análogos actuales, observó Astini, es una constante de la paleoclimatología, porque “en la geología y los estudios de fósiles rige el principio de uniformitarismo, que dice que los procesos que actuaron en el pasado, continúan en el presente, si bien con distinta intensidad”. Así como a través del estudio del pasado se puede entender mejor el presente, analizando fenómenos actuales se puede saber qué ocurrió en el pasado. El sedimentólogo dio un ejemplo: “En las rocas se pueden observar distintos procesos y, si se observan determinadas características en los estratos de un canal actual, por ejemplo, y luego los vemos en un grupo de rocas del pasado, sabemos que allí también hubo un canal”.

Tiburones en la época de los últimos dinosaurios

Al sur de donde estaban las lagunas costeras, había una ingreso marino en forma de engolfamiento al que llegaban tiburones. El investigador González Riga mencionó a la Agencia CTyS que “eran animales de tamaño mediano, de dos o tres metros, que vivieron en un mar poco profundo que ingresó por el norte de la Patagonia, hace 65 millones de años; en general, sólo llegan sus dientes hasta nuestros días, porque el resto del esqueleto de los tiburones es cartilaginoso y se preserva raramente como fósil”.

El experto en peces Alberto Luis Cione, encargado de analizar dichas piezas, comentó que “los tiburones llegan a cambiar una cantidad muy alta de dientes a lo largo de su vida, más 20 mil en seláceos longevos, lo que juega a favor de los paleontólogos para poder encontrarlos y estudiarlos”.

Los investigadores, en tanto, estiman que este engolfamiento podría compartir algunas características con el estuario de Bahía Blanca, que tiene unos 80 metros de profundidad y suele recibir visitas de tiburones de unos 2 o 3 metros de tamaño. Fuente: Agencia CTyS

 


Hallan un Panochtus tuberculatus

y otras criaturas prehistóricas en Daireaux.

Publicado en Paleo. Año 5. Numero 24. Marzo de 2007.

En el partido de Daireaux, ubicado en el centro oeste de la Provincia de Buenos Aires, a fines de enero de 2007 los hermanos Claudio y Augusto Iturri - quienes se encontraban recorriendo las localidades del interior del partido a fin de fotografiarlas  para el sitio Web que mantienen (www.deroweb.com.ar) - hallaron restos fósiles de varios mamíferos extintos que corresponderían a la edad Lujanense.

El primer hallazgo fue la coraza semienterrada de un gliptodonte, asomando un semicírculo de metro y medio, encontrándose sueltos, fragmentos de escudos y huesos. Según las placas que se han extraído, corresponden a Panochtus tuberculatus.

A metros de distancia se localizaron fragmentos dentarios de un Toxodón, y a aproximadamente 500 metros, se hallaron los restos de otro Glyptodón, de menor tamaño que pertenecería al género Sclerocalyptus ornatus, hallándose la coraza en posición invertida, a menos de 50 cm de ésta, se extrajo una hemimandíbula de Scelidotherium leptocephalum y a unos metros un tubo caudal enterrado en posición casi vertical. Ambas corazas de gliptodóntes fueron halladas por Augusto Iturri, y los fragmentos de Toxodón y Scelidotherium por Claudio Iturri.

Las corazas aún se encuentran enterradas y se está organizando el rescate de los fósiles con la participación y el asesoramiento del paleontólogo Alejandro Dondas del Museo Municipal de Ciencias Naturales 'Lorenzo Scaglia' de la ciudad de Mar del Plata, contando con el apoyo de la Municipalidad de Daireaux y en especial del Intendente Luis Oliver, quién ha visitado el lugar del hallazgo y comprometido toda la colaboración necesaria a fin de la extracción de los restos así como de otros que pudieran localizarse. Ello debido a qué en la zona se han observados además diversas piezas fragmentarias pertenecientes a otros especimenes, haciendo suponer la firme posibilidad de haber dado con un yacimiento atento las características de la zona. 

Los hermanos Iturri han presentado un proyecto impulsando la creación de un Museo de Historia y Ciencia Naturales en la localidad de Daireaux.

Panochtus tuberculatus, la especie central de los hallazgos en Daireaux.

Los gliptodontes tuvieron su origen durante el Eoceno, es decir, hace 42 millones de años aproximadamente de pequeñas formas del tamaño de un gato domestico, y que para el Plioceno, y sobre todo en el Pleistoceno alcanzaron su máximo desarrollo. Se diferencian los Glyptodontidos por su coraza en forma de casco prusiano. Las placas que forman este formidable caparazón son gruesas, presentando un relieve con pequeñas figuras circulares y uniformes finamente punteadas.

La coraza de este género se caracteriza por un marcado alargamiento de la región pélvica en detrimento de la zona torácica, estando constituida la ornamentación de cada placa por un gran número de figuritas finamente puntuadas, Su tubo caudal que se observa en la fotografía de abajo, tiene gran tamaño y es muy chato a comparación de las otras especies, con notables cicatrices donde tal vez, llevaría un grupo de largas y punteabudas espinas corneas, la cual, se convertía en un arma muy efectiva cuando era amenazado por los carnívoros de la época.

Su cráneo era corto pero muy robusto, acompañados de unas increíbles y grotescas mandíbulas. Sus patas eran gruesas y cortas. Su pelvis al igual que gran parte de su columna se encontraba soldada a la coraza dorsal.

 


Recuperan restos de un pequeño Gliptodonte en el arroyo Claromecó.

Publicado en Paleo. Año 5. Numero 24. Marzo de 2007.

Finalmente se logró extraer el esqueleto de un gliptodonte que fuera hallado en septiembre de 2006 en el arroyo Claromecó, a muy poca distancia del radio urbano de la ciudad con el mismo nombre. La tarea estuvo orientada por Gustavo Gómez, doctor en Ciencias Biológicas, y Julio Merlo, licenciado en Arqueología, de la Universidad Nacional del Centro de la ciudad de Olavarría, completando así el trabajo que iniciaran en septiembre del año pasado, luego que se detectara la presencia del caparazón.

La extracción culminó, tras no pocos esfuerzos por las características del lugar y que se encontraba bajo el nivel de agua del arroyo, sobre una de sus márgenes. Para ello contaron con la colaboración de los Bomberos Voluntarios de esta ciudad y personal del Museo Mulazzi.

Cómo fue

Julio Merlo indicó que "en primer lugar lo que hicimos fue evaluar en qué condiciones estaba y la posición que se encontraban los fósiles en el arroyo, si era posible sacarlos o no. El trabajo que seguía era consolidarlo para poderlo sacar entero sin que se rompa, descalzándolo de todo el sedimento que lo rodea. El caparazón está casi todo entero y el lugar donde lo hallaron es aguas abajo de donde se unen los tres arroyos, un lugar donde fue dragado el cauce de agua".

En cuanto a determinar las características del gliptodonte, Gómez detalló que "es un mamífero de la familia de los edentados, llamado así porque no tiene todos los dientes desarrollados y carecen generalmente de incisivos".

Sobre su medida, Gómez estimó como del tamaño de la caja de una camioneta.

También el científico determinó como de "diez mil años su antigüedad y se extinguió en el Holoceno temprano, hace unos 6 ó 7 mil años atrás y muchos de estos especimenes convivieron con los primeros grupos de pobladores de la región, pero en este caso particularmente no está asociado a ningún tipo de actividad cultural de estos grupos de cazadores, o sea que se trata solamente de un sitio paleontológico".

Por su parte, Merlo explicó que al no llover "el clima permitió sacarlo y transportarlo hasta el Museo Mulazzi, donde va a quedar. En otra etapa, cuando esté un poco más seco y bien ubicado en el lugar, vamos a hacer lo que se llama restauración, practicarle toda la limpieza y pegar alguna placa que haya quedado suelta, para dejarlo listo para que pueda ser exhibido".

Trabajan para una cátedra

Gustavo Gómez explicó que "somos de la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría y formamos parte de un grupo de investigación que se llama Incuapa, que está dirigido por el doctor Gustavo Politi y el licenciado José Luís Prado, que es el paleontólogo que estuvo acá trabajando en la extracción. Y nosotros vinimos porque en Olavarría se cursa la Licenciatura de Antropología con orientación en Arqueología y una de las cátedras es la llamada Paleontología de Cuaternario, que es la que tiene a Prado como titular, donde yo soy el jefe de trabajos prácticos de esa cátedra; entonces una de las condiciones es hacer las actividades de campo para los estudiantes, de quienes trajimos un grupo para las primeras tareas y nos quedamos nosotros dos para hacer los últimos retoques en lo que hace a la extracción".

 
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