Fósiles del Pleistoceno de Argentina: Fosiles de Megamamiferos.  Fosiles Periodo Pleistoceno. PaleoArgentina Web
 
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Fósiles del Pleistoceno de Argentina:

 

El Periodo/Época Pleistoceno abarca los desde los 2,5 millones de años hasta los 11,7 mil años antes del presente. Se halla representado por cuatro edades.

Sedimentos del Pleistoceno de Miramar.

La edad "Marplatense" (anteriormente denominada Uquiense) se encuentra en un lapso intermedio con el Plioceno, abarca de los 3,3 a 1,9 millones de años, cuyos afloramientos se pueden observar en las barrancas costeras entre la ciudad de Mar del Plata y Miramar. La edad "Ensenadense" corresponde a sedimentos cuya antigüedad es son de 1,8 millones de años a 700 mil años. La edad "Bonaerense" corresponde a un lapso entre 700 mil a 130 mil años atrás. La ultima edad del Pleistoceno es la "Lujanense", con una antigüedad entre 130 mil a 8 mil años, ya ingresando al Periodo Holoceno, época donde se extinguen las grandes mamíferos y sobreviven los actuales. Todas las edades ya numeradas están representadas en las formaciones geológicas entre las localidades de Santa Clara del Mar y Monte Hermoso, Provincia de Buenos Aires, Argentina, cuyo registro fosilífero y estratigráfico son unos de los más importantes del Cenozoico de todo el Mundo. Durante los últimos 2 millones de años se produjo un descenso del nivel del mar hasta alcanzar su actual nivel, después de varios sucesos significativos. En este periodo vivieron tal vez, las criaturas más grandes y raras de toda la Era Cenozoica. Pero presenta una paradoja, pues se extinguen el 96 % de la Megafauna Sudamericana y aquellas de origen norteamericano, ocurrido en un lapso de tiempo entre los 12 y 10 mil años. La causa de este fenómeno de extinción no se conoce a ciencia cierta, pero uno de los sospechosos es la llegada

de otra especie invasora y de caminar bípeda, conocida como Homo sapiens, quienes pudieron cazar a estos enormes animales, pero en realidad no hay evidencia de cacerías abruptas y discriminadas para señalar al hombre como la mayor amenaza para estos gigantes. Los cambios climáticos muy marcados pudieron ayudar, ya que hay notable información de un evento agudo ocurrido entre los 8 y 6 mil años. Prácticamente, todas las localidades del país poseen sedimentos del Pleistoceno, aunque algunas son más ricas en fósiles que otras. <<< Principales sitios fosilíferos de Argentina.


Salvator (Tupinambis) teguixin. Daudin, 1802.

 

Esqueleto recreado in situ Tupinambis. Colección del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

  Reconstrucción en vivo del genero Tupinambis sp del Pleistoceno pampeano. (*)

Reptil Squamata. Es el lagarto de mayor tamaño de la familia Teiidae, registrado desde el Mioceno temprano de Patagonia y con una continua presencia en Argentina durante todo el Mioceno y hasta el Holoceno-reciente. Los reptiles escamosos (Squamata) son el segundo grupo más numeroso de vertebrados terrestres con más de 8200 especies, superados únicamente por las aves. Sin embargo, y a pesar de su presente abundancia y diversidad, han sido relegados en la literatura paleontológica por distintas razones. En la actualidad, Tupinambis está representado al menos por seis especies: T. duseni T. longilineusT. merianae , T. quadrilineatus , T. rufescens  y T. teguixin, todas confinadas al territorio sudamericano, al este de los Andes. Recientemente, fue descripta una forma extinta, T. uruguaianensis del Pleistoceno de Brasil, de mayor tamaño que cualquiera de las especies actuales. En 1914, Rovereto describe cuatro especies extintas de Tupinambis (Tupinambis preteguixin, T. prerufescens, T. brevirostris y T. multidentatus) procedentes de "Monte Hermoso, a 60 kilómetros al este de Bahía Blanca, sobre la costa atlántica del sur de la provincia de Buenos Aires. Su registro paleontológico en sedimentos pampeano corresponde desde el Mioceno tardío hasta el Holoceno temprano, pero su verdadera abundancia corresponde al final del Plioceno, con climas más bien cálidos. Se caracteriza por la diferenciación de sus dientes. Éstos se especializan en incisivos, dientes con forma de canino y otros aplanados semejantes a molares. Llego a superar más de un metro, aunque la cola representa más de la mitad de la longitud de su cuerpo. Los machos tienen la cabeza más ancha por el desarrollo de sus músculos mandibulares. Su alimentación consistía en la caza de anfibios, gusanos y reptiles; también mamíferos de tamaño reducido, como los cricetidos y algunos marsupiales. Sus restos ocasionalmente aparecen articulados dentro de antiguas paleocuevas realizadas por Tupinambis, o bien, excavadas por otros vertebrados y luego invadidas por este. Algunos hallazgos de este reptil importante para la paleofauna pampeana proceden del Plioceno del arroyo Las Brusquitas y Barranca de Los Lobos, como así también en sedimentos más modernos, como sitios arqueológicos. En la región pampeana, se lo encuentra en la Formación Monte Hermoso, Chapadmalal y Vorohue. Recientemente, nuevos estudios, reemplazan al género Tupinambis sp, por Salvator sp. Los ejemplares fósiles son indiferenciables a los actuales.


Epicrates sp. Wagler, 1830.

 

Vértebras halladas en el Pleistoceno de Termas de Rió Hondo. Museo Municipal Rincón de Atacama.

 

Aspecto de la boa del genero Epicrates.

Reptil, Ofideo. Es un género de serpientes de la familia de las boas. En la actualidad se conoce a Epicrates alvarezi habita en regiones cálidas y semiáridas del centro de América del Sur. El estudio de serpientes gigantes, antepasados de anacondas, boas y pitones, permite conocer no solo la historia evolutiva del grupo en América del sur, sino también eventos Paleobiogeograficos que cambiaron notablemente la fisonomía de esta parte del planeta y sus habitantes. Epicrates sp es endémica de las ecorregiones terrestres chaco occidental y chaco árido. La vegetación original (hoy muy reducida por la reconversión agropecuaria) corresponde a los distritos fitogeográficos occidental y árido, ambos pertenecientes a la provincia fitogeográfica chaqueña. Creemos que su representante fósil, que vivió hace más de 20 mil años atrás en esta región, habitaba en ambientes muy similares a los actuales. Hoy en día, la boa arco iris, se distribuye principalmente en Catamarca, Chaco, Córdoba, Formosa, Jujuy, La Rioja, Salta, San Luís, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán. Todas las serpientes son carnívoras. Sus dientes, agudos y recurvados, están presentes en la mandíbula superior, el paladar y la mandíbula inferior. Sin embargo, la forma en la que capturan y matan a sus presas difiere según el grupo. Era un animal nocturno de costumbres tímidas. Se alimentaba especialmente de pequeños mamíferos; complementa su dieta con aves. Mataba por constricción. Deambulaba por el suelo, aunque trepaba a los árboles cuando se enfrentaba a un potencial peligro, o para buscar refugio en los huecos de los troncos viejos. En el registro fósil, se ha identificado por primera vez en el Pleistoceno, a unos 10 kilómetros de la ciudad de Termas de Rio Hondo, cuyos restos pertenecientes a la columna vertebral se encuentran resguardados en el Museo Municipal Rincón de Atacama. Al género Epicrates se lo conoce por el fragmento de la columna vertebral, resguardado en el Museo termense, estudiada por Pablo Gaudioso y Adriana Albino.


Rhinella arenarum. Hensel, 1867.

 

Esqueleto parcialmente completo y recreado de Rhinella. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.  

Aspecto de Rhinella sp durante el Pleistoceno. (*).

Anuro. Los bufónidos carecen de dientes y tienen glándulas parotoides en la parte trasera de su cabeza. Estas glándulas contienen diversas toxinas que tienen diferentes efectos. Como todos los anuros, sufren una metamorfosis durante su desarrollo. Comienzan su vida como renacuajos con su cuerpo similar a un pez, sin patas y respirando a través de las branquias. Durante su metamorfosis, aparecen las patas, desaparece la cola y la respiración pasa a ser pulmonar. Dentro de esta familia cosmopolita de anuros neobatracios encontramos al género Rhinella. Nativo del sur de Norteamérica, América Central y América del Sur. Originalmente, todas las especies de Rhinella estaban incluidas en el género Bufo, que posteriormente se desdobló en Rhinella y Rhamphophryne. Con respecto a los Bufonidae, el género Rhinella se registra para el Mioceno Medio de La Venta en Colombia y el Oligoceno de Bolivia. Aunque se necesita más evidencias para conocer la historia evolutiva de la familia durante el Terciario. Su hábitat se encontraba en cavidades cercanas a masas de agua, y zonas con abundante vegetación, aunque es tal su adaptabilidad que no solo se le puede encontrar en ambientes pantanosos, sino también en ambientes semiáridos. Eran comedores oportunistas, que se alimentan de pequeños vertebrados e incluso de los mismos sapos juveniles. Se han encontrado restos de este género en sedimentos del Plioceno tardío, Pleistoceno y Holoceno de la provincia de Buenos Aires. La fragilidad de sus huesos no ha permitido una gran cantidad de restos que se hayan fosilizado y conservado hasta nuestros días.


Odontophrynus sp. Reinhardt & Lütken, 1862.

   

 

 

Aspecto del pequeño escuerzo del Pleistoceno, Odontophrynus sp.

Anuro. Es un género de anfibio anuro de la familia de los odontofrínidos, cuyos integrantes son denominados comúnmente escuercitos. Se conocen muy pocos restos fósiles del genero Odontophrynus, conociendo sus restos principalmente desde el Ensenadense. Suponemos, que no tenía grandes diferencias con los representantes actuales. Posiblemente cavaba con sus miembros posteriores, permaneciendo oculto la mayor parte del tiempo. Salía de sus refugios únicamente después de grandes lluvias, para buscar más activamente el alimento y reproducirse. Su tamaño fue de unos 7 centímetros. Seria robusto de cuerpo globoso con extremidades cortas, cabeza ancha y redondeada. Habitaban lagunas permanentes de aguas más profundas para la reproducción, y muchas veces con el espejo de agua cubierto por una densa capa de vegetación flotante. En 2024, un equipo del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Fundación Azara y del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (Macn-Conicet), recuperaron egagrópilas (regurgitaciones de aves) con interesantes contenidos de microvertebrados, entre ellos, pequeños fósiles del Odontophrynus sp. Que corresponden a tres individuos, hallados en el Pleistoceno de la Reserva Natural Provincial de la localidad de Centinela del Mar. Actualmente, en esta misma región vive el Escuercito Común (Odontophrynus americanu


Chelonoidis lutzae. Zacarías et al., 2013.

Pieza tipo e Chelonoidis letzae, en el Museo Paleontológico de Topori, Corrientes.

Placa de Chelonoidis del Plioceno de Entre Ríos. Museo de La Plata.

Aspecto de Chelonoidis. Escultura de Gabriela Alejandra Monteverde, realizada para la Fundación Azara.

Enormes caparazones de Chelonoidis letzae, en el Museo Paleontológico de Topori, Corrientes.

Geochelone carbonaria, del Pleistoceno del arroyo Barrenechea, Diamante, Entre Ríos. Hallada por César Travieso . Foto de Raul Kemer.

Caparazón comparable con las tortugas gigantes de Galápagos. Este fósil de Chelonoidis sp. es el Pleistoceno del Arroyo El Cura. Museo Almeida, Gualegauychu.

Reptil Testudinido. Las tortugas son un grupo muy particular de reptiles, porque poseen la cabeza, patas y cola incluidas en un caparazón dorsal y plastrón ventral. A través de la paleontología, un equipo de investigadores describió la anatomía de las tortugas gigantes terrestres que habitaron en Corrientes en el Pleistoceno. La investigación pudo aportar al conocimiento de cómo era el ambiente en ese momento geológico y qué cambios naturales se produjeron que concluyeron en la desaparición de la megafauna. Investigadores de la UNNE lograron determinar la anatomía y sistemática de tortugas gigantes terrestres que habitaron la provincia de Corrientes en el período del Pleistoceno, a través del estudio de registros fósiles. Las tortugas terrestres tienen caparazones más globosos y con menos falanges en los dedos (generalmente, la reducción varía de tres a dos falanges) para soportar mejor el peso. En 2008 se rescataron ejemplares fósiles de una tortuga gigante en Bella Vista en la provincia de Corrientes. Estos fósiles provienen de sedimentitas de la Formación Toropí, con una edad aproximada de entre 50.000 y 35.000 años (Pleistoceno superior). Ya se habían extraído ejemplares de tortugas gigantes. El primer ejemplar fue rescatado por los doctores Beatríz Álvarez y Rafael Herbst. El segundo ejemplar, un poco más completos pero bastante fragmentario, fue extraído por el grupo de Paleontología del Centro de Ecología Aplicada del Litoral, corresponde al género Chelonoidis. Es así que, en 2009, se confirma la presencia del género Chelonoidis, a partir de un ejemplar más completo exhumado en 2007 por investigadores del FACENA/ CECOAL e investigadores de la Universidad de La Plata. A partir de una inferencia ecomorfológica del húmero grácil de una tortuga gigante terrestre de Bella Vista, se determinó que habitaron áreas abiertas de condiciones más frías y áridas que las actuales. Lo que sí se sabe es que estas tortugas terrestres gigantes continentales fósiles se diferencian de las de las islas Galápagos porque éstas últimas adquirieron el gran tamaño debido a la carencia de depredadores en las islas. El caparazón de estas tortugas es más abierto y de menor espesor, el cual contrasta mucho con las continentales fósiles, dado que su caparazón es menos abierto y de notable espesor debido a que tenían que hacer frente a depredadores tales como lobos de gran porte, felinos conocidos como tigre dientes de sable y otros mamíferos carnívoros. Recientemente, Diego Gambetta del Museo de Mar de Ajo y Federico Agnolin del Museo Argentino de Ciencias Naturales y Fundación Azara, dieron a conocer la presencia del genero Chelonoidis en la localidad de Mar de Ajo, en la provincia de Buenos Aires, a partir de una placa marginal, momento en que esta región tenía un clima y ambiente muy parecido al patagónico. En 2022, miembros del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) durante la revisión de materiales fósiles alojados en el Museo Provincial Carlos Ameghino, de la ciudad de Mercedes, analizaron los restos del caparazón de una tortuga fósil encontrada en el Río Luján, en capas de unos 100.000 años de antigüedad, cuya nueva especie denominaron Chelonoidis petrocellii, del Pleistoceno la provincia de Buenos Aires, del tamaño de las especies vivientes, pero con el caparazón mas gruesos. 


Pampagyps imperator. Agnolin y Brissón Egli, 2017.

 

Metatarso atribuido a Pampagyps imperator. Prensa.

 

Aspecto de Pampagyps. Ilustración Gabriel Lio. Prensa.

Ave, Cathartidae. Este hallazgo es único no solo para la provincia de Buenos Aires, sino para toda la Argentina, porque es la primera vez que se encuentra un ejemplar tan bien preservado de un cóndor extinto y del que, hasta ahora, se desconocía su existencia. Superaba los 2,50 metros con sus alas abiertas y tenía garras más fuertes que el cóndor actual, por lo que los paleontólogos estiman que podría cazar a sus presas. Sus restos fósiles fueron hallados en el partido de Marcos Paz, a solo 34 kilómetros de la Capital Federal. Su nombre significa algo así como buitre emperador de las Pampas. Los investigadores determinaron que esta ave tenía una gran capacidad para abrir y cerrar sus garras. Un hueso del miembro posterior nos muestra que las inserciones de los músculos eran mucho mayores a la de los cóndores actuales, por lo que posiblemente podría cazar presas. En la actualidad, los cóndores son animales que se alimentan solamente de carroña, y muy rara vez, cazan su presa. Por su parte, el cóndor emperador de las Pampas, con sus hasta 3 metros de envergadura, debió de ser temible para sus presas, entre las cuales podía haber pequeños vertebrados como roedores, reptiles y patos.


Teratornis sp. Miller, 1909. 

 

Aspecto del esqueleto de Teratornis.  

Un teratorno alimentándose de un Mastodonte. (*)

Ave, Teratorno. Fueron aves voladoras gigantescas de hábitos carroñeros y predadores que habitaron el continente americano durante casi 25 millones de años hasta su extinción hace unos 12 mil años atrás. Sus restos fueron encontrados en Santa Fe, Pehuen Co y en las inmediaciones de Miramar, que, si bien no se determinó el género, los investigadores creen que puede tratarse de Teratornis. Eran más grandes que los cóndores vivientes, pero totalmente extintos. Se han reconocido unas siete especies de teratornos, entre ellos Argentavis magnificens, con un peso estimado en 70 kilogramos y una envergadura alar de hasta 7 metros. Argentavis es el ave voladora de mayor tamaño conocida hasta el momento, y vivió en el Mioceno de Argentina. Los primeros restos de teratornos fueron descubiertos en 1909 en los célebres pozos asfálticos de Rancho La Brea, California. Allí se recuperaron centenares de ejemplares pertenecientes a la especie que da nombre a esta familia de aves extintas denominadas Teratornis merriami. Se cree que los teratornítidos se originaron en América del Sur ya que sus restos más antiguos fueron hallados en yacimientos con edades de entre 25 y 5 millones de años ubicados en Brasil y Argentina. Luego de este periodo de tiempo los teratornos desaparecen del registro fósil sudamericano, pero se vuelven notablemente abundantes y diversos en América del Norte hasta su extinción al final del Pleistoceno, unos 12 mil años atrás. La ausencia de estas gigantescas aves durante los últimos 5 millones de años en América del Sur, era hasta el momento un misterio. Teratornis tenía una envergadura alar de 4 metros, una altura de 80 centímetros y unos 15 kilogramos de peso. Por ahora la poca evidencia fósil, no permite a los paleontólogos diferenciarla de la especie norteamericana.


Rhea fossilis. Ameghino, 1882.

Cáscaras de huevo del genero Rhea del ensenadense. Museo Punta Hermengo.

Huellas fósiles de Aramayoichnus en el Pleistoceno de Miramar.

Aspecto de Rhea fossilis. Imagen; Michael Lahanas.

Ave. Rheiformes. Los Rheidae constituyen una familia endemica de la región neotropical y que tuvieron un origen sudamericano y al parecer, nunca dejaron el continente, pudiéndose encontrar registro de su presencia desde el Mioceno al Holoceno. Son aves de gran talla, exclusivamente terrestre y corredoras, con nula capacidad de vuelo. Desde el punto de vista paleoambiental, su presencia sugiere ambientes abiertos, con pastizales y escasos bosques. Si bien sus restos óseos son difíciles de encontrar, se han registrado huellas fósiles de sus pisadas, tanto en Pehuen Co como en el Pleistoceno y Holoceno de Miramar, atribuibles al icnogenero Aramayoichnus. Justamente en esta misma ciudad, personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, recupero un fragmento de sedimento con cáscaras de huevo atribuible a esta familia, pertenecientes al Ensenadense, unos 700 mil años antes del presente. Rhea fossilis es el único rheido extinto del Pleistoceno tardío, y convivió con otras formas aun vivientes, como Rhea subpampeanaRhea pampeanaRhea anchorenensisRhea americana y Pterocnemia pennata, aunque se discute alguna sinonimia en el género Rhea.


Toxodon platensis. Owen, 1837.  

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Esqueleto de Toxodon platensis en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, montado por la Fundación Azara.

 

Reconstrucción de Toxodon platensis. (*).

Esqueleto de Toxodon en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, Buenos Aires (MACN).

Cráneo y mandíbula hallado en Mar del Sud, exhibido en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Mamífero Notoungulado. Su nombre significa "diente de arco". El aislamiento geográfico de América del sur, permitió el desarrollo gradual de mamíferos muy extraños, los cuales se diversificaron ocupando distintos ambientes. El Toxodon llego a medir unos 3 metros de largo y una masa estimada de una tonelada. El cráneo de este animal tiene un tamaño de 70 centímetros y sus mandíbulas provista de incisivos de crecimiento continuo, cuyos esmaltes se representan en fajas longitudinales. Se asemejaban a los actuales hipopótamos y rinocerontes, pero sin parentesco alguno, es otro ejemplo de evolución paralela o convergencia adaptativa, es decir, cuando dos especies totalmente aislados comparten nichos ecológicos similares, desarrollando algunos rasgos morfológicos notablemente parecidos. Su hábitat estaba conformado por llanuras abiertas y frondosos pantanos, alimentándose principalmente de vegetales, los cuales, podían ser extraídos con sus mandíbulas en forma de "pala". Otros autores sostienen que se tratan de animales de condiciones semiáridas, ya que se han reportado en sedimentos de origen eólico del Pleistoceno tardío, como, por ejemplo: en la localidad de Sayape, Provincia de San Luís y Caleufu en La Pampa. Así mismo, en la localidad de Tres Arroyos en la Provincia de Buenos Aires se ha descubierto la presencia del genero Toxodon asociado a restos culturales en un sitio Arqueológico, cuya antigüedad se remonta a unos 8500 años antes del presente. También, se dio a conocer en el año 1916, el hallazgo de un fémur de Toxodon con una punta de proyectil incrustada en él, descubierta en la ciudad de Miramar y generando hasta nuestros días notables polémicas entre la comunidad científica, considerado un fraude de la época. Este género tiene una amplia distribución estratigráfica ya que se extiende desde el Plioceno tardío hasta el Holoceno temprano. Su distribución geográfica, parece hallarse en Venezuela y llega hasta el sur de la Provincia de Buenos Aires. Además, sus restos han sido hallados en Paraguay, Brasil, Bolivia y Venezuela. Otras especies relacionadas: Toxodon chapalmalensis, Toxodon darwini, Toxodon ensenadensis, Toxodon platensis, Toxodon gezi y Toxodon gracilis. En este sentido, es de destacar que algunos autores opinan que tanto T. platensis como T. gezi podrían representar, en realidad, una única especie, sin embargo, no se ha llevado a cabo, hasta el momento, una revisión del género Toxodon.


Macrauchenia patachonica. Owen, 1838.

Macrauchenia patachonica Macrauchenia patachonica Macrauchenia patachonica Macrauchenia patachonica Macrauchenia

Esqueleto de Macrauchenia en el MACN. (Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires).

Pata de tres dedos. (*)

Reconstrucción de Macrauchenia patachonica (*).

 

Cráneo y Mandíbula de Macrauchenia patachonica. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.  Gentileza de Adrián Giacchino.   Huella de Eumacrauchenichnus patachonicus, en el Sitio Paleoicnologico de Miramar. Hallazgo Mariano Magnussen.

Mamífero Litopterno. Los primeros restos de la Macrauchenia fueron hallados por Charles Darwin en su histórico viaje a bordo del "Beagle" a comienzos de la década de 1830. Proceden de sedimentos del Pleistoceno tardío aflorantes en los alrededores de Punta Arena, en el sur de la región patagónica; fueron dados a conocer por el paleontólogo inglés Richard Owen en 1838. Su aspecto en vida es digno de una película de ciencia-ficción. Su nombre significa "cuello largo" y es otra especie del orden "Litopterna". Sus dimensiones eran semejantes al de los camellos actuales, pero los orificios nasales y una gran fosa elíptica señala la presencia de una trompa, algo más larga que la del tapir actual. Poseía largas patas y pies ungulados, provistos de tres dígitos. Es probable que no corriera con mucha velocidad, ya que las proporciones de las patas traseras estaban invertidas, como ocurren con los animales no corredores, por ejemplo, la jirafa. Su alimentación estaba basada en vegetales de zonas pantanosas donde pasaba la mayor parte de su tiempo, y del pastoreo. Algunos autores han formulado la hipótesis de que estos mamíferos estaban adaptados a una vida semiacuática. Sin embargo, sus restos han sido hallados no sólo en depósitos asociados a cuerpos de agua sino también en eólicos correspondientes a ambientes áridos y semiáridos. Los molares superiores son de sección cuadrangular de corona alta. Se extinguió a fines del Pleistoceno y principios del Holoceno. En la actualidad el hallazgo de fósiles de Macrauchenia son muy escasos en todo América latina. Macrauchenia patachonica se halla en sedimentos del Pleistoceno tardío de Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Uruguay y la Argentina. Los primeros antecesores aparecen en Montehermorense (Plioceno) representado por Promacrauchenia antiqua. Por ultimo debemos agregar que restos recientes de Macrauchenia proceden de la "Cueva del Mylodon" con una antigüedad de 11 mil años, mientras que en el Sitio 2 Arroyo Seco (Prov. Buenos Aires), poseen una antigüedad de 8 mil años. Otras especies relacionadas: Epitherium laternarium, Eoauchenia primitiva, Diplasiotherium robustum, Neolicaphrium, recens, Promacrauchenia antiqua, Promacrauchenia  kraglievichi, Promacrauchenia chapadmalense, Windhausenia delacroixi,  Pseudomacrauchenia yepesi, y Macraucheniopsis ensenadensis.


Neolicaphrium recens. Frenguelli, 1921.

 

Fragmento de mandíbula de Neolicaphrium, procedente del Pleistoceno de Termas de Rió Hondo, Santiago del Estero

 

Posible aspecto del proteroterio Neolicaphrium recens (*).

Mamífero Litopterno. Se trata de un mamífero de pequeño tamaño y muy parecido a los caballos actuales, pero sin parentesco alguno, de la familia de los proteroterios, perteneciente a una estirpe muy primitiva de América del Sur. Durante aproximadamente 50 millones de años de casi total aislamiento, los mamíferos de Sudamérica-Antártida evolucionaron en una continente isla. Neolicaphrium recens, el último representante de los proteroteríidos. La difusión de las planicies abiertas por todo el continente sudamericano contribuyó a la evolución de unos animales corredores de estructura ligera. Los primeros proteroterios tenían un dedo central muy grande en cada pie, y dos laterales más pequeños que apenas tocaban al suelo, algo similar a lo que ocurre en las patas traseras de los jabalíes actuales. Estos pequeños “falsos caballos” fueron animales gráciles de lomo relativamente corto y extremidades alargadas con pezuñas. En la cabeza, el rostro no es particularmente largo y los ojos eran grandes. Estos animales recuerdan vagamente, más que a los caballos, a las gacelas u otros animales herbívoros pequeños o medianos. Las proporciones de sus miembros indican también que eran habitantes de espacios más boscosos que los caballos modernos, lo que permite hacer inferencias en aspectos paleoambientales y paleoclimaticos. Recientemente se dio a conocer la presencia del genero Neolicaphrium en el Pleistoceno de Termas de Rio Hondo en Santiago del Estero. Anteriormente, se había dado conocer parte de un esqueleto de otro proteroterio en el Mio-plioceno de la misma localidad. Se conoce otros pocos restos de Neolicaphrium, en el Pleistoceno de Corrientes, Córdoba, Santa Fe y en Uruguay.


Mesotherium cristatum. Serres, 1967.
     
Cráneo y mandíbula exhibido en el Museo de La Plata.  Esqueleto de Mesotherium exhibido en el Eco Parque de Buenos Aires. Hace referencias a los fósiles descubiertos en la construcción del zoológico.

Aspecto del primitivo Notoungulado Mesotherium cristatum. (*)

Mamífero Notoungulado. Fue un género de Mediongulados Notoungulados de hábitos completamente terrestres y alimentación herbívora, compuesta principalmente por duros follajes que encontraban en llanuras abiertas. Su tamaño era similar al de una oveja actual, con largas extremidades adaptadas para correr a grandes velocidades cuando era perseguido por los feroces marsupiales o las gigantescas aves de esta época. Su cuerpo era delgado pero robusto. Su cráneo era muy diferente al que acostumbramos a ver en este tipo de animal, ya que presentaba una dentición rodentiforme. Son un género más moderno de Tipoterios, exclusivos del continente sudamericano. Sus restos aparecen frecuentemente a fines del Plioceno medio (Pseudotypotherium?) hasta el Pleistoceno medio - superior en los barrancos del litoral marítimo bonaerense entre las ciudades de Miramar y Mar del Plata, aunque son más abundantes en Ensenada y Olivos. Géneros relacionados: Protypotherium antiquum, Typotheriopsis chasicoensis, Protypotherium australe, Pseudotypotherium histatum y Mesotherium cristatum.


Megatherium americanum. Cuvier, 1796.

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Esqueleto montado en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires "Bernardino Rivadavia". Al lado, uno de los dos esqueletos de Megaterio exhibidos en el Museo de La Plata. El técnico Mariano Magnussen Saffer junto a un cráneo de Megaterio en plena preparación en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, hallado por Pablo Lamego.

Huellas de Megatherium en Pehuen Co. Fuente; Revista Ciencia Hoy.

Huellas del icnogenero Neomegatherichnum en Pehuen Co.

Reconstrucción de Megaterio.

Mamífero Pilosa. Los Pilosa en la actualidad se encuentran representados por mamíferos pequeños y medianos, como osos hormigueros, osos meleros, perezosos de tres dedos entre otros, que pasan la mayor parte de su tiempo colgados en los árboles, moviéndose en forma muy lenta, debido a su bajo metabolismo, pero en el Pleistoceno habitaron en nuestro territorio formas gigantes. Megatherium fue descripto por primera vez por el naturalista francés Georges Cuvier en 1796, quien se basó para tal descripción en un esqueleto completo descubierto en 1789 en las barrancas del Rió Lujan (Prov. Buenos Aires). Su nombre significa "bestia grande" y sin dudas fue el animal terrestre más grande que habito en la región pampeana y el Pleistoceno continental de Sudamérica, donde se han recuperado sus principales restos. El género Megatherium constituye, al igual que Glyptodon, uno de los elementos más conspicuos de la megafauna pleistocena. Su dentición está constituida por molariformes en forma de columna prismática cuadrangular. Tradicionalmente, se lo ha asociado a una dieta herbívora, aunque se propuso una dieta mixta, carroñera o incluso carnívora, ya que el registro fósil muestra una diversidad increíble de herbívoros, con muy pocos depredadores, por lo cual se propuso que algunos Xenarthros pudieron haber ocupado este nicho ecológico. Esto se debe a varias observaciones en huesos de megafauna en Uruguay, en donde aparecen líneas pares, semejantes a las cúspides dentales ya mencionadas. Además, estudios isotópicos demuestran que varias especies de perezosos gigantes extintos, se alimentan de carne, no sabemos si por cacería o por carroña. El primer registro del género se remonta al Vorohuense hasta llegar al Lujanense temprano (Megatherium americanum) y Lujanense tardío (Megatherium sp.). Desde el punto de vista geográfico, su extensión parece estar limitada a la parte austral de América del Sur, es decir, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y Bolivia; hacia el norte y el este, Megatherium es reemplazado por Eremotherium, un género similar, pero con algunos caracteres más primitivos y adaptado a temperaturas posiblemente más elevadas. Megatherium superaba los 4,5 metros de altura cuando se paraba sobre sus patas traseras y con su    cola formando una especie de "trípode" permitiéndole llegar de esta forma a las hojas de los árboles y tener un mejor panorama de todo su alrededor. El peso estimado de esta especie es de cinco toneladas, algo así como dos elefantes. Su cuerpo estaba recubierto por una fuerte pelambre. Sus patas delanteras eran largas y fuertes, acompañadas por cuatro garras, lo que le permitía acceder de mejor manera a los vegetales que formaban parte de su dieta. En la localidad de Pehuen-co, Provincia de Buenos Aires, se halló un yacimiento paleoicnologico con huellas dejadas por este enorme animal, con una antigüedad de unos 11 mil años, junto a otras huellas pertenecientes a especies desaparecidas y vivientes. Megatherium coexistió con los antiguos habitantes humanos en la Provincia de Buenos Aires hace 8500 años antes del presente. En 2018, se dio a conocer el hallazgo de un fémur y mandíbula de Megatherium filholi en la ciudad de Miramar, una especie "enana" descripta por primera vez hace 130 años por Francisco Pascasio Moreno y con pocos registros, lo que sirvió para revalidar la especie. Posteriormente, se dio a conocer el hallazgo de un juvenil de Megatherium sp, del Plioceno, próximo a Miramar, convirtiéndose junto a otros restos en Bolivia y Perú, como los más antiguos para este género. Otras especies relacionadas: Plesiomegatherium, Megalonychops carlesi, Pronothrotherium typicum y Diheterocnus sanmartini.


Mylodon darwinii.   Owen, 1839.

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Cráneo y mandíbula de Mylodon exhibido en  el Museo de Antropología y Ciencias Naturales de Concordia, Entre Ríos.

Cueros, pelos y osteodermos en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Seno de la Ultima Esperanza.

Excrementos de Mylodon listai, del Seno de la Ultima Esperanza (Patagonia Chilena) exhibidos Museo de La Plata.

Recreación de Mylodon (*)

Esqueleto (*),   y  Por ultimo, una reconstrucción (*).

Mamífero Pilosa. Pertenecía al infraorden Pilosa, de menor tamaño que el Megatherium americanun descrito anteriormente, pero con cierta semejanza morfológica. Fue descubierto por primera vez por Charles Darwin en los alrededores de Bahía Blanca y posteriormente estudiados por Richard Owen. Se alimentaba de vegetales. Se calcula que medía aproximadamente 2,5 metros a la cruz, y pesaba unas 3 toneladas. El Museo de la Universidad Nacional de La Plata y el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, exhiben en sus salas, un trozo de cuero momificado de Mylodon. Este singular hallazgo casual, fue realizado a fines del siglo pasado. Proviene de una caverna en el Seno de la Ultima Esperanza, llamada también como "Cueva del Mylodon" donde fueron encontrados excrementos del animal y huesos de gran tamaño diseminados en sedimentos que incluían restos de carbón. Lo asombroso de este descubrimiento, es que la pieza única permitió conocer la estructura del cuero de estos animales, que en su interior alojaba pequeños huesecillos subesfericos (osteodermos) que, si bien permitían flexibilidad a la piel, convertían al Milodonte en un verdadero acorazado. Los paleontólogos creen que esta adaptación en la piel la tuvieron sus antecesores del Paleoceno o tal vez antes, dando origen a los acorazados Dasipodidos y Gliptodontidos. En otros sitios de la Patagonia Chilena y Patagonia Argentina se han hallado restos similares a este, pero menos espectaculares. Un hallazgo realizado en la localidad de Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires, permitieron comprobar que los Milodontes habrían sido cazados y consumidos junto a otros gigantes por grupos humanos prehistóricos. Esta especie se extinguió entre 10 mil y 8 mil años antes del presente. No existe consenso entre los investigadores sobre el número de taxones válidos para este género. Se han incluido en él las siguientes especies: Mylodon darwini Owen, 1839. Registrado en la región Pampeana, en la Argentina. Mylodon listai Ameghino. Algo menor en tamaño que el anterior; registrado en la región Patagónica esteparia de la Argentina y sectores similares en Chile. Mylodon insigne Kraglievich. Registrado en la región Pampeana, en la Argentina.


Lestodon armatus. Gervais, 1855.

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Lestodonte. Ilustración del paleoartista Miguel Ángel Lugo.   Esqueleto en el Museo de La Plata.

Cráneo de Lestodon en el Museo de La Plata.

Fémur de un Lestodon que superaba a Megatherium

Esqueleto completo de Lestodonte en el Museo Paleontológico de Salto (Bs As). (*)

Mamífero Pilosa. Fue otro gran Xenarthro del Pleistoceno. Al igual que sus parientes era un herbívoro, el cual recogía su comida a orillas de los pantanos o cauces fluviales, y posiblemente un carroñero oportunista como algunos de sus parientes.  Era muy grande, pero menor que el Megatherium americanum. El registro más antiguo del género corresponde al Montehermosense (Plioceno temprano). Median aproximadamente unos 4 metros de longitud. Su cráneo tenía una región rostral muy ensanchada. Los huesos de sus miembros eran grandes y gruesos. Su dentición era simple, pero resaltaban hacia afuera de la boca unos caniformes muy grandes, lo que se convertía en una defensa contra los posibles depredadores. Su masa estimada es de 2,5 toneladas. Después de Scelidotherium, Lestodon es uno de los mamíferos fósiles del Cuaternario más comunes en el territorio pampeano. Las especies de Lestodon, junto a las de Megatherium, son los Tardigrada de mayor tamaño corporal de ese momento. Personal y colaboradores del Museo Paleontológico de San Pedro, dieron a conocer el descubrimiento de una manada de diez individuos del genero Lestodon, tratándose de ejemplares adultos y juveniles. El Museo de Ciencias Naturales de Miramar también dio a conocer el hallazgo de al menos cuatro individuos de distintas edades arrastrados por un río hace miles de años. Entre ellos, se recuperaron restos de un Lestodonte que habría superado el tamaño del Megatherium, lo que planteo nuevas hipótesis. Generalmente, se supone que estuvo adaptado a biomas abiertos de pastizales y arbustos. Estudios tomográficos realizados recientemente en los oídos de algunos perezosos gigantes, demuestras que eran rápidos y agiles, como hipopótamos o rinocerontes, muy distinto al imaginario paleontológico del siglo pasado, que los trataba como enormes bestias sumamente lentas. Otras especies relacionadas: Lestodon trigonidens (exclusiva del Bonaerense y Lujanense), y Lestodon armatus, que se extiende estratigráficamente durante el Ensenadense y Lujanense, aunque algunos autores sostienen que se trata de una única clase.


Scelidotherium leptocephalum.  Owen, 1840.

Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium Scelidotherium

 

Esqueleto de Celidoterio (Scelidotherium leptocephalum)  exhibido en el Museo de La Plata.  

Esqueleto montado por Fundación Azara en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

 

 Cráneos de Scelidotherium adulto y su cría, encontrados juntos. Preservados en el Museo Cs Naturales de Miramar.

 

Reconstrucción de Scelidotherium en su cueva. Por Meredith.

 

Una gran Paleocueva con relleno y estructura interna, con una galería de 20 metros, dos grandes cámaras y conexión a una antigua superficie, en el Pleistoceno de Miramar, halladas por Mariano Magnussen del Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar. de las mismas se recuperaron marcas de garras, atribuidas a Scelidotherium.

 

 

Paleocueva de Miramar. Una maravilla paleontológica bonaerense. En este esquema se dimensiona el recorrido y tamaño total de la Paleocueva o Crotovina realizada por un perezoso gigante y documentada por el Museo de Miramar. Ilustración de D. Boh.

Mamífero Pilosa. Los primeros restos fósiles atribuidos a esta especie fueron descubiertos por Charles Darwin en su viaje del Beagle en la localidad de Bahía Blanca. Basados en restos del cráneo, vértebras y costillas, Richard Owen lo bautizo como Scelidotherium en 1840. De tamaño menor los Xenarthros (perezosos) del Pleistoceno mencionados anteriormente, fueron los mamíferos más comunes del paisaje, ya que sus restos fósiles son muy abundantes en los depósitos sedimentarios de este periodo. Tenía 1,7 metros de alto y 3,5 de largo. Su peso estimado es de una tonelada. El cráneo es alargado, bajo y estrecho, con un rostro proyectado hacia adelante. Su alimentación consistía de vegetales que hallaba en áreas secas. Investigadores del Museo de La Plata, habían realizado estudios biomecánicos en los huesos de las patas delanteras de Scelidotherium, concluyendo que estos extintos animales estaban plenamente capacitados para emplear sus fornidos brazos para cavar. La robustez de cada uno de sus huesos, así como las amplias manos en forma de palas, son coherente con este comportamiento de superexcavadores. Recién a fines de la década de 1990, se dan a conocer varias cuevas con estructura interna, encontradas cerca de la ruta 2, próximo a Mar del Plata. En el año 2002 se halló en Miramar una paleocueva con galerías, dos cámaras y garras marcadas en paredes y techos, con una extensión de 20 metros y conexión a la antigua superficie. Así mismo, hace unos años se extrajeron dos esqueletos completos al sur de la localidad de Centinela del Mar en el Partido de General Alvarado, otro esqueleto de la localidad fosilífera de Camet norte, Partido de Mar Chiquita, y una hembra adulta abrazando a su posible cría en la localidad de Mar del Sud, preservado en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar. El género Scelidotherium, básicamente diferenciable de Scelidodon por la presencia de ciertos caracteres más derivados a nivel de los miembros y cráneo. Además, cuenta con al menos dos especies pleistocenas: Scelidotherium floweri y Scelidotherium leptocephalum. Las especies de este género habitaron en espacios abiertos, parcialmente arbolados, de climas templados. Durante el Pleistoceno más tardío se lo encuentra también en ambientes de altura, compatibles con condiciones ambientales templado-frías, entre 2.000 y más de 3.000 metros, específicamente en las localidades de Las Juntas, Catamarca y Lauricocha, Perú, aunque es importante mencionar que en este último sitio existen evidencias que los restos fueron llevados allí por el hombre. Este animal de notables proporciones desaparece del registro fosilífero hace unos 7 mil años atrás. Geográficamente, se había distribuido en los territorios de Argentina, Perú, Uruguay y Paraguay. Géneros relacionados: Proscelidodon patrius, Scelidotherium floweri, Scelidotherium parodi, Scelidodon patrius, Scelidotherium leptocephalum y Scelidodon capellini.


Glossotherium robustum. Owen, 1842.

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Esqueleto adulto y de un juvenil en el Museo de La Plata. (*)

Reconstrucción de Glosoterio.  (*)

Mamífero Pilosa. Fue un género extinto de perezosos gigantes de América del Sur de la familia Mylodontidae. Poseían gran tamaño y hábitos terrestres, corpulento, con cabeza grande y una cola larga y pesada. Los pies largos y con garras envueltas hacia adentro al igual que los otros Pilosa ya descriptos, por lo tanto, caminaba apoyando sus nudillos. Es probable que pudiera ponerse en dos patas y mantener el equilibrio con la cola, utilizando sus garras para llevarse el alimento a la boca. Tenía 3.5 metros de largo y 1,7 de alto. Su masa estimada fue de una tonelada y su extinción ocurrió durante el Holoceno medio, hace 8 mil años antes del presente. Su cuerpo estaba cubierto por una espesa y densa pelambre y embebidos en la piel se encontraba un gran número de huesillos (osteodermos), en forma y tamaño variables, generalmente superiores a un centímetro de diámetro. Los restos completos rescatados en la Argentina son muy escasos. Su hábito alimenticio era variado, constituido de hojas de graminias, arbustos, árboles y posiblemente carroña. Sus primeros registros corresponden a la Formación Vorohue. Su extinguieron cuando el clima cambiante, junto con la posible caza humana fueron reduciendo el número de individuos hasta su desaparición. Paraglossotherium elmollarum, es otro género, cuyos restos proceden de la localidad de Tafi del Valle, en la provincia de Tucumán. El último registro de un animal con vida es de 8000 años de antigüedad, a unos 160 km de Buenos Aires, Argentina, donde ha sido descubierto el fósil más reciente. Estudios en la estructura del oído de este animal, demostró que era rápido y ágil, a diferencia de los perezosos arborícolas de la actualidad. Otras especies relacionadas: Glossoterium chapadmalense, Glossotherium robustum y Glossotherium myloides.


Catonyx tarijensis. Ameghino 1891.

Cráneo de Catonix, exhibido en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Mano de Catonyx tarijensis Río Tercero. Córdoba. Aspecto de Catonyx tarijensis. Por Román Yevseyev. Tomado de Vk.com.

Mamífero Pilosa. Es un género extinto de perezosos gigantes terrestres de la familia Mylodontidae, endémico de América del Sur durante la época del Pleistoceno. Catonyx fue nombrado por Ameghino (1891). Fue asignado a Scelidotheriinae por Gaudin (1995). Fue un enorme herbívoro que seguramente compartía características ambientales como otros perezosos gigantes. Vivió desde 2.5 millones de años hasta hace aproximadamente 10,000 años. Se han descubierto fósiles en Brasil y en la Formación San José de Uruguay. En Argentina se conocen unos pocos restos, en la Provincia de Córdoba y en Miramar, Provincia de Buenos Aires. Posiblemente, al igual que otros Pilosa, fue un animal ágil y rápido, que habría incluido ocasionalmente carroña a su dieta.


Scelidodon copei. Ameghino, 1881.

 

Esqueleto de Scelidodon en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires.

 

Aspecto de Scelidodon. Por Jorge Blanco.

Mamífero Pilosa. Es un género extinto de perezosos gigantes del Pleistoceno Inferior. Las primeras descripciones fueron realizadas por Charles Darwin en Bahía Blanca, en su viaje del Beagle. Basados en cráneos, vértebras y costillas Richard Owen dedujo que era un animal pesado de marcha lenta. Poseía una cabeza relativamente pequeña y enormes garras. Descubrimientos posteriores han logrado reconstruir por completo al animal y determinar su gran tamaño comparable con el Mylodon. Posee un cráneo pequeño, alargado, estrecho y bajo; con las mandíbulas alargadas, pero con los premaxilares más cortos. Sus dientes, en la superficie masticatoria, son elípticos o levemente triangulares, con la serie dentada paralela y continua, siendo tanto las superiores como las inferiores casi del mismo tamaño, lo que denota su dieta herbívora, consumiendo arbustos, hojas y raíces. Su cuerpo era masivo y probablemente cubierto de un grueso pelaje. Midió unos 2.5 metros de largo por 1 metro de altura, con un peso cercano a la tonelada. Sus extremidades posteriores son largas y robustas, las anteriores son más cortas, terminando ambas en fuertes garras curvadas hacia el interior, por lo que se desplazaba sobre el dorso de sus manos y pies. Podía incorporarse sobre sus extremidades traseras. Su cola es gruesa, permitiendo al cuerpo permanecer vertical. Su existencia se remonta al Pleistoceno Superior (edad Lujanense).


Pyramiodontherium sp. Rovereto, 1914.

 

Fémur de Pyramiodontherium, recuperado en el Pleistoceno de San Pedro, Buenos Aires. Imagen de prensa.

 

Posible aspecto de Pyramiodontherium. (*).

Mamífero Pilosa. Fueron un grupo de antiguos perezosos terrestres que habitaron nuestro país desde finales del Mioceno al Plioceno medio. El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro acaba de presentar el descubrimiento de una nueva especie de perezoso fósil de enormes características. El fósil hallado es un gran fémur prácticamente completo, de 42 kilogramos de peso, que correspondió a Pyramiodontherium, un mamífero de talla gigantesca, emparentado con los perezosos actuales, al que se pensaba desaparecido desde hacía unos tres millones de años, mientras que el fósil hallado en San Pedro tiene “tan solo” unos 700.000 años de antigüedad. Esto significa que los Pyramiodontherium habrían vivido, al menos, unos 2 millones de años más de lo que se creía hasta hoy. En este sentido, el fósil de San Pedro pasa a ser el ejemplar más moderno de su género. Tanto desde el Grupo Conservacionista de San Pedro, equipo del Museo que descubrió el fósil, como del Dr. Luciano Brambilla, investigador de la Universidad Nacional de Rosario, encargado de estudiar la pieza encontrada, opinan que se estaría ante una nueva especie totalmente desconocida dentro del género en cuestión. Además de ciertos cambios en la morfología del fémur encontrado, lo diferencian de otros Pyramiodontherium conocidos. Estaban emparentados con los megaterios, típicos perezosos de talla gigantesca que habitaron la región pampeana hasta finales del Pleistoceno. Los restos de los Pyramiodontherium son escasos y fueron encontrados sólo en Argentina, en las provincias de Catamarca, la Rioja, Entre Ríos y Chubut. Los Pyramiodontherium habían desarrollado tallas medianas, en comparación a los megaterios, aunque la nueva especie de Pyramidontherium de San Pedro nos muestra un desarrollo excepcional que supera también a los megaterios más grandes.


Neosclerocalyptus ornatus. Owen, 1845.

Neosclerocalytus ornatus, exhibido en el Museo Ciencias Naturales en Villa Escolar, Formosa.

Huellas fósiles de un Gliptodonte del icnogenero Glyptodontichnus en el sitio paleoicnologico de Puhuen Co.

Neosclerocalyptus ornatus, saliendo de su madriguera. Ilustración de Carlos Alberto Montefusco.

Mamífero Cingulata. Los Gliptodontes, es tal vez, la familia extinta más popular de todos los mamíferos fósiles, cuyo nombre significa "diente tallado" alude a la compleja forma de sus dientes. La característica principal de este grupo es su coraza, la cual no poseía bandas móviles como los armadillos actuales, lo que limitaba sus movimientos, formadas por placas óseas circulares e irregulares que embonaban como un mosaico. El origen de los gliptodontes se remonta al Eoceno, hace unos 45 millones de años, pero recién al final del Plioceno y durante todo el Pleistoceno tuvieron una gran diversidad, formas y tamaños. Al parecer no se alimentaban de hormigas como sus parientes modernos, sino de pastos y otras plantas duras. Se conocen alrededor de 60 especies de "Glyptodontidos", los cuales presentan tres formas fundamentales. Neosclerocalytus fue la más pequeña de todas las especies que habitaron en América del Sur. Tenía un caparazón alargado y bajo, con placas fáciles de identificar por el predominio en su diseño de la figura central sobre las periféricas. Su cabeza estaba protegida por un escudete óseo y su cola recubierta por cuatro anillos móviles y un tubo largo y cilíndrico, capas de ser usado como arma. Neosclerocalyptus es una especie de Hoplophorini reconocida por que se caracteriza fundamentalmente por el gran desarrollo y neumatización de los senos fronto-nasales, así como por la notable altura del cráneo, sobre todo en la región posterior; de igual modo, la cresta sagital, presente en las restantes especies pleistocenas, está aquí remplazada por una notable concavidad media. La particularidad de estos animales eran sus huesos nasales (hocico) los cuales le daban un aspecto inflado a su rostro y cuya función tendría que ver con algún tipo de “acondicionamiento” del aire o posiblemente un adorno atractivo para sus congéneres. En la localidad de Centinela del Mar (cerca de Miramar) un equipo del Museo de La Plata encontró una paleocueva con estructura interna, en la cual había restos de Neosclerocalyptus. La estructura presentaba marcas de garras en las paredes y marcas de ficción del caparazón en el techo. Esto, junto a ciertas características anatómicas presentes en dichos animales, llevó a proponer el posible desarrollo de hábitos cavadores en estos gliptodontes de menor talla. A diferencia de otros Gliptodontes, este tiene unas extremidades muy delgadas y cortas. Su peso fue de unos 250 a 300 kilogramos. Los restos de Neosclerocalyptus son algo frecuentes en los sedimentos del Cuaternario del S.E bonaerense. Las especies más “modernas”, de unos 120.000 años, tenían esta característica muy notoria, en cambio las más antiguas que se conocían mostraban diferencias notables y tenían hasta un millón de años. La distribución geográfica del género es relativamente amplia, abarca Argentina, Paraguay, Chile, Bolivia, Paraguay y Brasil. El registro de este género se extiende desde el Ensenadense (Pleistoceno temprano-medio) hasta el Holoceno temprano. Usualmente, las especies del género han sido relacionadas con ambientes abiertos de pastizales y en parte arbolados. Otras especies relacionadas: Neosclerocalyptus heusseri, Neosclerocalyptus ornatus, Hoplophractus, Plohophoroides conterminus, Plohophorus figuratus, Panochthus tuberculatus, Doedicurus clavicaudatus, Glyptodon munizi y Paraglyptodon chapadmalensis.


Doedicurus clavicaudatus. Owen, 1846.

Doedicurus tuberculatus. Exhibido en la ciudad Santiago del Estero. Tres especies distintas de Glyptodontidos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

Doedicurus tuberculatus en lucha. Por Peter Schouten

Mamífero Cingulata: Fue la especie de mayor tamaño dentro de la familia de los Gliptodontes. Tenía 4,3 metros de largo y 2 metros de alto. La coraza tiene una forma muy particular, presentando una especie de joroba en su parte más alta, con placas laxamente unidas que en otros parientes de la época. Su cola estaba formada por cuatro anillos, un tubo cilíndrico de un metro de largo y en su término poseía una masa ósea con púas corneas, convirtiéndose en una técnica de defensa contra los habituales depredadores. Sus extremidades son sorprendentemente robustas y su columna y cadera se encuentran soldadas al caparazón del animal. Se alimentaría de pastos cortos y de zonas semi-aridas. Su masa estimada en vida es de dos toneladas. Todas las especies se extinguieron sin dejar representantes. Asimismo, restos bien preservados de la especie fueron rescatados en dos campañas paleontológicas en 1918 por Carlos Ameghino y Lorenzo Parodi, cuyos restos en la actualidad se encuentran depositados en el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" e Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales de Buenos Aires, República Argentina. Otras especies relaciondas: Neosclerocalyptus heusseri, Sclerocalyptus ornatus, Hoplophractus, Plohophoroides conterminus,  Plohophorus figuratus, Panochthus tuberculatus, Doedicurus clavicaudatus, Glyptodon munizi y Paraglyptodon chapadmalensis.


Glyptodon reticulatus. Owen, 1845.

 

Extracción de un Glyptodon reticulatus del Pleistoceno por el Museo Municipal Punta Hermengo de  Miramar.

 

Ejemplar de Glyptodon munizi en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

 

Excepcional hallazgo de cuatro Gliptodontes, en el lecho del arroyo Salado, en el partido bonaerense de Bolívar.

 

Aspecto en vivo de Glyptodon reticulatus por Roman Uchytel.

Mamífero Cingulata. Fue una de las especies más comunes dentro del territorio bonaerense y gran parte del país por la abundancia de restos fósiles. Su existencia fue comunicada por primera vez por Sir Owen en un trabajo científico en 1845. Glyptodon tenía 3,5 metros de largo y 1,4 de alto. Su cráneo estaba protegido por una coraza cefálica. Su coraza ósea no tenía anillos móviles, cuya característica es propia de esta familia de mamíferos desaparecidos. El tamaño de su caparazón es de unos 2,5 metros de largo por 2 metros de ancho, cuyas placas engrosadas entre sí, varían de 1 a 8 centímetros de diámetro, las cuales son fáciles de identificar por su forma de "flor" o “roseta”. Su cola carecía del anquilosamiento de los anillos terminales en forma de tubo descriptos en los otros géneros. Esta se encuentra formada por una serie de anillos móviles de diámetro decreciente, conformada por unos siete anillos con placas de forma relativamente grotesca y en punta. Sus patas son cortas y robustas. Gran parte de la columna y de la pelvis se encuentran soldadas a la coraza ósea. Su masa estimada es de 1,5 toneladas. Su alimentación estaba compuesta principalmente por el pastoreo de hierbas bajas de zonas abiertas. Algunos trabajos publicados recientemente en Francia por un grupo de prestigiosos paleontólogos argentinos, demuestra que es probable que varias especies de Gliptodontes se pudieran parar sobre sus patas traseras y apoyarse sobre sus grotescas colas, formando una especie de trípode, para mantener elevado su enorme y macizo cuerpo. Su extinción ocurrió hace unos 10 mil años. Entre los Glyptodontidae, es el género que posee la mayor extensión latitudinal, que va desde el sur de Argentina hasta Venezuela. Su presencia en Centroamérica, especialmente México, es dudosa y requiere alguna revisión. De acuerdo a este taxón se habría desarrollado en ambientes abiertos de pastizales y estepas. De igual modo, recientes estudios del aparato hioideo de Glyptodon sugirieron una dieta principalmente pastadora, que apoya la hipótesis precedente. El hallazgo de corazas y placas óseas de este género son de lo más común en toda la región Pampeana. En 2019, se dio a conocer un estudio donde determino que Glyptodon clavipes, es la misma especie que Glyptodon reticulatus, la cual había sido clasificada por separado, debido a las diferencias en la coraza entre ejemplares adultos y más juveniles. En 2020, un equipo de profesionales de la arqueología y la paleontología perteneciente al Instituto de Investigaciones del Cuaternario Pampeano (INCUAPA – CONICET) con sede en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN trabajaron en la extracción de restos de caparazones de cuatro gliptodontes que fueron hallados en el lecho del arroyo Salado, que descarga sus aguas en la Laguna San Luís, en el partido de Bolívar. Géneros relacionados: Paragliptodon chapadmalensis del Plioceno, G. munizi G. principalis G. laevis G. gemmatus  todos ellos típicos del Ensenadense, y G. perforatus  G. elongatus y G. clavipes. Estas últimas se encuentran en el Bonaerense y Lujanense.


Panochthus tuberculatus. Owen,1845.

Ejemplar de Panochthus sp en el Museo de La Plata.

Cráneo en el Museo de Cs Naturales de la localidad de Las Flores, Prov Bs As.

Panochthus tomado del Web Site Arroyo Vizcaino.

Mamifero Cingulata. Se trata de otro género de los famosos y populares Gliptodontes pampeanos, que tuvieron su origen durante el Eoceno, a partir de pequeñas formas del tamaño de un gato doméstico, y que para el Mioceno, Plioceno, y sobre todo en el Pleistoceno alcanzaron su máximo desarrollo. Se diferencian de los Glyptodontes por su coraza en forma de casco prusiano. Las placas que forman este formidable caparazón son gruesas, presentando un relieve con pequeñas figuras circulares y uniformes finamente punteadas. La coraza de este género se caracteriza por un marcado alargamiento de la región pélvica en detrimento de la zona torácica, estando constituida la ornamentación de cada placa por un gran número de figuritas finamente puntuadas. Su tubo caudal tiene un gran tamaño y es muy chato a comparación de las otras especies, con notables cicatrices donde tal vez, llevaría un grupo de largas y punteabudas espinas corneas, las cuales, se convertía en un arma muy efectiva cuando era amenazado por los carnívoros de la época. Su cráneo era corto pero muy robustos, acompañados de unas increíbles y grotescas mandíbulas. Sus patas eran gruesas y cortas. Su pelvis al igual que gran parte de su columna se encontraba soldada a la coraza dorsal. Los hallazgos de trozos de coraza de Panochthus en toda la región son algo frecuente. Su distribución geográfica abarcó los actuales territorios de Argentina, sur de Brasil, Uruguay y Bolivia. Seguramente vivía en zonas abiertas con pastizales, de los cuales se alimentaban. Otras especies: Las diferentes especies reconocidas para el Bonaerense y Lujanense (P. tuberculatus, P. morenoi y P. frenzelianus) se diferencian básicamente entre sí por el tamaño y ciertos caracteres craneales (e.g., órbitas abiertas o cerradas). También se registra el género P. intermedious.


Pampatherium typum.  Ameghino, 1937.

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 Mandíbula de Pampatherium en el Museo de La Plata, y coraza articulada. Aspecto del armadillo gigante (*).

Mamífero Cingulata. La familia de los Dasipodidos o Chlamyphoridos, agrupa a animales cuyos cuerpos se hallan protegidos por una coraza ósea y placas dérmicas, la que se divide en dos partes, una la coraza escapular y la otra la coraza pélvica, separadas por varias bandas móviles que varían en su cantidad según la especie. En la actualidad se encuentran representados por mamíferos de pequeño tamaño como los peludos y las mulitas. Durante la era Cuaternario vivió una mulita gigante llamada Pampatherium, cuyo nombre significa "bestia de la pampa". Es probable que su peso fuese de unos 225 kilogramos y superaba los 2,5 metros de longitud. Poseía un caparazón con bandas móviles, lo que le permitía realizar movimientos rápidos y variados, facilitando la excavación de largas galerías donde pasaría la mayor parte de su tiempo. Los registros más antiguos de un Pampatheriidae provienen de la región pampeana para el Plio-Pleistoceno es relativamente pobre, aunque son algo más frecuentes en el Mio-Plioceno de Mesopotamia por el género Kraglievichia y de la región Sudandina por el género Vassalia. En los últimos años, los investigadores lo incluyen dentro de la familia Dasypodidae como lo planteo en su momento Ameghino. Suponemos que su alimentación era variada, desde gusanos, huevos, vegetales y no desperdiciaría la carroña, demostrado por sus raros dientes. De hecho, la existencia en sus molariformes de una cresta axial de dentina compacta indicaría que los Pampaterios se alimentarían mayormente de vegetales duros, o altamente abrasivos, como las gramíneas. Pampatherium typum se extiende, en la Argentina, durante todo el Ensenadense y Lujanense. Geográficamente, en la Argentina, se lo ha exhumado en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Corrientes y Formosa. Fuera de la Argentina, sus restos han sido exhumados en la República Oriental del Uruguay y en Bolivia, en las localidades del Tarija y Papua, y en Brasil. En términos generales se lo ha asociado, al igual que los Glyptodontidae, a ambientes abiertos y pastizales. Géneros relacionados: Plaina intermedia, Kraglievichia sp. Chlamydotherium paranense, Pampatherium typum y Vassalia sp


Propraopus grandis. Ameghino, 1881.

 

Coraza y cola de Propraopus grandis. Este ejemplar es el mas completo que se conoce y fue hallado en el Pleistoceno bonaerense, exhibido en el Museo de La Plata. Al lado, posible aspecto de Propraopus grandis, tomado del paleoartista Jorge Blanco en el libro Bestiario Fósil, como Pampatherium.

Mamífero Cingulata. Se trata de otro género de Dasipodido, es decir, un mamífero compuesto por una coraza ósea con placas corneas y que, a diferencia de los Gliptodontes, poseían bandas móviles que les permitían realizar importantes movimientos o ponerse en forma de bola. Su origen se remonta al Paleoceno medio, calculados en unos 55 millones de años antes del presente y en poco tiempo colonizaron una gran variedad de ambientes, logrando una diversificación muy exitosa. Su tamaño era muy similar al de los actuales "Tatu carreta" que vive en el norte argentino. Llegaba a medir 1,20 metros de longitud. Su alimentación fue muy variada, compuesta principalmente gusanos, huevos, vegetales y animales en estado de descomposición. Los huesos de sus extremidades eran cortos y robustos, muy característicos de esta familia. Sus falanges ungueales o garras eran muy desarrolladas para realizar extensas madrigueras, donde pasaba gran parte de su tiempo y donde las hembras daban a luz. La presencia de los osteodermos fijos dentro de esta especie se fundamenta por la forma hexagonal y la presencia de dos o tres figuritas periféricas en su borde anterior. En las placas móviles, se observan los dos surcos que divergen hacia la parte posterior de la placa, limitando de este modo una figura subtriangular. Con respecto al registro fosilífero de esta especie, podemos decir que es muy escaso, y cuando los paleontólogos y los técnicos encuentran alguna pieza, se trata de restos aislados. Este género, típicamente pleistoceno, incluye las especies de P. punctatus y P. sulcatus para Brasil; P. magnus (Ecuador) y P. grandis (Argentina y Bolivia). Su distribución se extiende hacia el norte hasta Florida, Missouri y Oklahoma, en los Estados Unidos. En Argentina, la única especie reconocida es P. grandis (Ensenadense y Lujanense, para las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Catamarca. Desde el punto de vista paleoambiental, su presencia sugiere espacios abiertos.


Chaetophractus villosus. Desmarest, 1804.

Ejemplar mayormente completo de Chaetophractus sp.  Museo Municipal de Ciencias Naturales de Miramar.

Cráneo del mismo ejemplar de la izquierda de Chaetophractus sp.  Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

 Aspecto de Chaetophractus. Carlos Wiedner.

Mamífero Cingulata. Se trata de un armadillo fósil emparentado con el mismo género viviente (el peludo pampeano). El origen de la presente estirpe es sudamericano, cuyos restos fósiles de sus antecesores corresponden al Eoceno, es decir, hace unos 45 millones de años antes del presente, pero al restablecerse la unión de ambas Américas, este género se desplaza hasta la parte media de Norteamérica. Era un armadillo acorazado. La armadura de este animal estaba constituida por un mosaico de pequeñas placas óseas que se desarrollan en la capa inferior de la piel o dermis, y están recubiertas de epidermis córnea. Constituye un sistema de protección contra los depredadores; y en este género estaba protegida incluso la cola. Las placas formaban un escudo de una sola pieza sobre los hombros y otro sobre los cuartos traseros. La parte media del cuerpo del animal estaba recubierta por unas placas que forman bandas transversales articuladas entre sí, es decir, que estaban unidas por una piel blanda. Gracias a esto podían enrollarse hasta formar una bola completamente acorazada y cubrir la única zona del cuerpo que se halla desprotegida: el abdomen. Eran animales de cuerpo robusto, con patas cortas y musculosas que les permitían moverse con gran rapidez. Las extremidades poseían garras semejantes a uñas y el armadillo las utilizaba para conseguir su alimento o para excavar madrigueras. Sus hábitos eran nocturnos y se alimenta de insectos, gusanos, pequeños vertebrados y, a veces, carroña. Restos fósiles de este y otros géneros morfológicamente similares son hallados con frecuencia en los afloramientos sedimentarios correspondientes al Plioceno y Pleistoceno pampeanos. Géneros y especies relacionados: Chorobates recens, Chorobates  villosissimus, Dasypus laevisculptus,  Macrochorobatus chapadmalensis, Macroeuphractus outesi, Macroeuphractus retusus y Zaedyus sp.


Lestodelphys halli. Thomas, 1921.

 

Mandíbulas y maxilares comparados con una moneda de cinco centavos para indicar su tamaño real. Colección del Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo.

 

Aspecto en vida del pequeño carnívoro marsupial Lestodelphys del Pleistoceno Pampeano. (*)

Mamífero Marsupial. Es un género muy abundante en el Pleistoceno pampasico. Su tamaño era muy pequeño, como el de un ratón, y sería fácil en confundirlo si lo pudiéramos ver con vida, pero en realidad era un animal de la familia de las zarigüeyas o falsas comadrejas. Pudieron ser de hábitos arborícolas y terrícolas. Su dieta era omnívora, es decir, comían de todo, desde huevos, insectos hasta pequeños roedores de la época los cuales tenían su tamaño. Su reproducción era muy compleja, ya que las hembras daban a luz a fetos pocos desarrollados, los cuales, terminaban su etapa de crecimiento en un saco externo. Sus restos son muy escasos, y generalmente sus fósiles se encuentran asociados al de otros microvertebrados dentro de las regurgitaciones realizadas por aves rapaces. Thylamys y Lestodelphys son los marmosinos fósiles más comunes en las exhumaciones Plio-Pleistocenas de la región pampeana. Ambas especies, en la actualidad, muestran adaptaciones a la vida de ambientes templado - xericos, como la capacidad de almacenar grasa en la cola y la posibilidad de entrar en estados de topor diario o hibernación. El almacenamiento de grasa por parte de los marsupiales podría responder a carencias estaciónales en la disponibilidad de alimentos, fundamentalmente insectos. Posiblemente, sus representantes fósiles, tenían comportamientos similares. Debido a los cambios climáticos y geográficos ocurridos desde entonces, la distribución de estos peculiares mamíferos no es la misma, por ejemplo, los representantes actuales del genero Lestodelphys viven en algunos rincones de La Pampa y sur Patagonico. Géneros relacionados: Lestodelphys juga, Lestodelphys halli, Lutreolina crassicaudata, Lutreolina tracheia, Monodelphys dimidiata, Thylamys contrerasi, Thylamys pusillus, Thylatheridium cristatum, Thylatheridium pascuali, Thylophorops perplana y Thylophorops chapadmalensis.


Lagostomus maximus. Desmarest.1817.

Cráneo con Mandíbula en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Restos muy completos exhibidos en el Museo Paleontológico de San Pedro.

Aspecto de Lagostomus maximus. Por Carlos C. Wiedner.

Mamífero Roedor. Es una especie de roedor de la familia Chinchillidae. En la actualidad la especie se encuentra representada por la vizcacha. Durante el Plioceno, vivió un antiguo representante, el Lagostomus (Lagostomopsis) antiquus, de menor tamaño, pero recién a mediados del Pleistoceno bonaerense Lagostomus maximus ha tenido una gran expansión geográfica. Se trata de un género aloctono, que llego a Sudamérica durante el Oligoceno tardío y Mioceno a través de otras circunstancias, como saltadores de islas etc, Prolagostomus pusillus y Lagostomus telenkechanum. Su alimentación estaría compuesta principalmente por tubérculos, raíces, hierbas etc. Poseía un cráneo ancho y robusto, con nasales alargados. Bullas timpánicas poco desarrolladas. Mandíbulas con una cresta regularmente fuerte y patas traseras alargadas a comparación de las primeras, acompañadas con tres dedos, de los cuales, el del medio es él más largo. Realizaban grandes y extensas madrigueras, donde se pueden observar los túneles y recamaras centrales. En Miramar, en las inmediaciones del Bosque Vivero Dunicola Florentino Ameghino, se pueden encontrar con frecuencia en los afloramientos geológicos, numerosas paleocuevas atribuidas a la especie, con restos fósiles en su interior. En 1994, Mariano Magnussen, del actual Laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Fundcion Azara y Lacev, hallo un una de las recamaras centrales de la madriguera, restos sustanciales de cuatro individuos de edades distintas, demostrando que la especie tenia estrechos sociales complejos.


Hydrochoerus sp. Brisson, 1762.

Fragmento mandibular hallado por Francisco Di Cianni. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Primeras huellas de carpinchos en el Pleistoceno, del icnogenero Porcellusignum. Museo de Miramar.

Aspecto en vivo de Hydrochoerus (*).

Roedor, cavioideo. En la actualidad, es el roedor más grande del mundo, y pertenece al suborden Caviomorphae, de la familia Hydrochoridae y a la subfamilia Cavioidae, pero en otros tiempos geológicos estuvo representado por otros gigantes. La evolución histórica de este roedor ha sido investigada por paleontólogos uruguayos y argentinos. Es uno de los mamíferos que evolucionaron en América durante la era Cenozoica. Su filogenia se remonta al Oligoceno inferior sudamericano. En el Mioceno la evolución produjo una divergencia entre los Eocardidae e Hydrochoeridae (antiguos capibaras), que se desarrollaron conjuntamente, y los Cavioidae (donde se encuentran los cobayos o cuises) que lo hicieron en forma independiente. En el Pleistoceno existían por lo menos seis géneros con varias especies, según los fósiles descubiertos desde el sur de los Estados Unidos hasta el sur de la Argentina. Estos fósiles provienen de individuos de hasta el doble de tamaño que los actuales capibaras y con mayor especialización. Las patas anteriores tienen cuatro dedos y las posteriores tres, como el Tapir (Tapirus terrestris). Seguramente todos los dedos están unidos entre sí por pequeñas membranas natatorias y están dotados de uñas fuertes y gruesas. Este animal pudo nadar vigorosamente y permanecer debajo del agua bastante tiempo, como lo hacen en la actualidad los carpinchos. Se han recuperado restos muy interesantes en el Plio- Pleistoceno de las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Recientemente, Mariano Magnussen del Museo de Ciencias Naturales de Miramar hallo huellas fosilizadas atribuibles al icnogenero Porcellusignum conculcator. De apariencia muy similar a sus parientes suramericanos modernos, los investigadores asumen que estos animales necesitaban hábitats con abundante agua dulce. De hecho, sus fósiles se han encontrado muy cerca de donde alguna vez hubo ríos, arroyos, lagos o pantanos. Se alimentaba de una variedad de plantas incluido en gran medida de pastos. Sobre carpinchos fósiles del Pleistoceno se conoce muy poco, pero pareciera que su presencia es muy reciente. Otro género extinto bien conocido para el Pleistoceno es Neochoerus sp.


Desmodus draculae. Morgan, Linares & Ray, 1988.

Rama mandibular de Desmodus draculae, del Pleistoceno. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Aspecto del vampiro gigante del Pleistoceno, Desmodus draculae, dentro de una paleocueva. Por HodariNundu.

Quiroptero, desmodóntido. Es una especie de mamífero placentario del orden de los quirópteros. Vivió durante el Pleistoceno y el Holoceno reciente en zonas cálidas de Centro y Sudamérica. Los vampiros son mamíferos que solo viven en América, perteneciente a la familia de los desmodóntidos, conocidos por alimentarse de sangre animales, o sea, que es un hematófago. Son la única familia de murciélagos en el mundo, que despierta curiosidad a partir de las leyendas de Transailvania. De vuelo ágil, silencioso y una considerable capacidad para saltar. Las distintas especies de vampiros carecen de cola, poseen coloración oscura y muestran un carácter huraño y huidizo. Pero en el Cuaternario de América, vivió Desmodus draculae. Fue hallado por primera vez en Venezuela, en 1988. Creemos que tuvo muchos hábitos similares al vampiro común, pero con un tamaño 30 % mayor. Los únicos antecedentes de vampiros antiguos de Argentina, corresponden a los hallados en el Partido de General Alvarado. Uno de ellos, es un canino superior aislado del Holoceno tardío en la localidad de Centinela del Mar, referido a Desmodus cf. D. draculae, que increíblemente no llego a ser un fósil, pues, la datación readiocarbonica dio una antigüedad de 300 años. En 2021, investigadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Conicet y del Museo de Ciencias Naturales de Santa Clara del Mar, dieron a conocer una mandíbula de Desmodus draculae, del Pleistoceno del Arroyo La Ballenera, próximo a la ciudad de Miramar, y depositado en las colecciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de esta ciudad. Esta pequeña pero increíble mandíbula fósil, fue hallada in situ dentro madriguera de 1,2 metros de diámetro, atribuida a un Mylodontidae, un perezoso gigante, lo que sugiere algunas hipótesis. Entre ellas, tal vez, el vampiro se alimentaba de este perezoso, o vivía en grupos dentro de la cueva, o bien, el fósil ingreso arrastrado por agua, o es un resto de presa. Lo que deja el fósil, y el material histórico de Desmodus draculae, es que, ambos fueron encontrados en las proximidades de Miramar. Su pariente viviente más cercano, vive a 600 kilómetros al norte, lo que podría ser un indicador ambiental y climático. Posiblemente, los últimos representantes se extinguieron durante la época colonial, en 1820.


El gran Intercambio Biótico Americano (GIBA)

Fue el suceso que acaeció durante los últimos 3 millones de años, cuando se  restableciera la unión de Sudamérica con el resto del continente. Este evento geológico posibilito que la fauna  de América del sur se desplazara hacia el hemisferio norte, y la de este, hacia hemisferio sur. Así fue que hacia el norte se movilizaron los grandes Gliptodontes, Megaterios, Toxodontes etc. en tanto que los emigrantes del norte llegaron a nuestras tierras fueron los Cervidos, Mastodontes, Hippidion y carnívoros como osos y tigres dientes de sable entre otros. El impacto de este fluido intercambio trajo aparejadas consecuencia dramáticas, como la competencia por los nichos ecológicos, la falta de readaptación, enfermedades etc, logrando la disminución de especies autóctonas, algunas llevadas  a la extinción.


Smilodon populator. Lund, 1842.
Smilodon Smilodon Smilodon Smilodon Smilodon Smilodon Smilod Smilodon Smilodon Smilodon Smilodon

 

Esqueleto de Smilodonte en el Centro Cultural del Bicentenario, Santiago del Estero. Esqueleto de Smilodon en el Museo de Miramar. Reconstrucción en vivo de Smilodon. (*):

Cráneo y mandíbula exhibida en el Museo Paleontológico de la ciudad de Mercedes (Bs As).

El técnico Mariano Magnussen Saffer, con el calco de un cráneo del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de Miramar.

Primeras huellas atribuidas a Felipeda miramarensis, un dientes de sable del Pleistoceno. Museo de Miramar.

Mamífero Carnívoro. El tigre dientes de sable fue uno de los grandes triunfos evolutivos de los mamíferos depredadores. Smilodon significa “dientes de sable”, característica que evidencia su acentuada especialización en la cacería de presas grandes, como el megaterio y el mastodonte, enormes mamíferos hoy desaparecidos. El primer hallazgo de un smilodonte en nuestro país fue realizado por el naturalista Francisco Javier Muñiz en 1844, en la barranca del Río Luján, pero en realidad, el primer ejemplar fue encontrado en 1842 por el paleontólogo danés, Peter Lund, en unas cavernas del sur brasileño, al cual, atribuyo  a una especie de hiena, a partir de unos pocos restos. El Smilodon superaba el peso y tamaño que el león actual; sin embargo, sus proporciones corporales diferían de las de cualquier félido moderno. Las extremidades posteriores del Smilodon populator eran más cortas y robustas, su cuello proporcionalmente más largo, y el lomo más corto. La extraordinaria peligrosidad de este félido se debía al gran desarrollo de la parte anterior de su cuerpo y al tamaño asombroso de sus caninos superiores, que llegaban a sobresalir más de quince centímetros. A diferencia de la mayoría de los félidos, tenía un rabo corto, como el lince. Todo su cuerpo tenía una estructura poderosa y los músculos de los hombros y del cuello estaban dispuestos de tal manera que su enorme cabeza podía lanzarse hacia abajo con gran fuerza. Las mandíbulas se abrían formando un ángulo de más de 120 grados, permitiendo que el par de los inmensos dientes de sable que tenía en el maxilar superior se pudiera clavar en sus víctimas. Los dientes de sable eran ovales en sentido transversal, lo que aseguraba una mínima resistencia cuando se hundían en su presa. También estaban aserrados por el extremo posterior, permitiendo atravesar la carne de la víctima con mayor facilidad. Así vivió desde hace un millón de años, hasta que la llegada del hombre y la desaparición de las grandes presas provocó a su vez, la extinción del tigre dientes de sable hace apenas unos 8000 años. En el año 2016, Mariano Magnussen del Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, descubrió un sitio paleoicnologico en esa ciudad. Se identificaron las pisadas de un gran tigre dientes de sable, las cuales fueron recuperadas junto a Daniel Boh, de la misma institución. Posteriormente, en 2018, se presentó esta nueva icnoespecie como Felipeda miramarensis, únicas en el mundo. Smilodon populator es una especie sobre la que se han descrito dos subespecies: Smilodon populator californicus, propia del Pleistoceno de América del Norte, y Smilodon populator populator presente en el Ensenadense y Lujanense de Argentina, Brasil, Ecuador, Tarija (Bolivia), Chile y Uruguay, y es la de mayor tamaño entre todos los dientes de sable conocidos. Género relacionado: Smilodon fatalis de Norteamérica.


Panthera onca.  Linneo, 1758.

Cráneo y mandíbula de Panthera de las barrancas del río Bermejo de la localidad de General Mansilla, recuperado por el Museo de Ciencias Naturales de Formosa.

Panthera onca atacando a un gran Gliptodonte (*).

Mamífero Carnívoro. Es un carnívoro félido de la subfamilia de los Panterinos, conocidas vulgarmente en la actualidad, como jaguar, yaguar o yaguareté. También es el mayor félido de América y el tercero del mundo. Su distribución actual se extiende desde el extremo sur de Estados Unidos continuando por gran parte de América Central y Sudamérica hasta el norte y noreste de Argentina. La familia Felidae estuvo representada durante el Cenozoico tardío en la región pampeana (Argentina) por tres especies de gran tamaño: Smilodon populator Lund, Panthera onca Linnaeus y Puma concolor Linnaeus. De ellas S. populator es la única que se extingue a finales del Pleistoceno, en tanto que, Pu. concolor y Pa. onca se registran con seguridad a partir del Ensenadense (Pleistoceno temprano-medio). Solo que, en este caso es un 30 % más grande que el actual. Un grupo de investigadores del Conicet, Departamento Científico de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata y de Inculpa, presentaron los resultados actuales en la investigación del Sitio Arqueológico “Nutria Mansa 1” en el Partido de General Alvarado, donde se registró el hallazgo de un canino atribuido a Panthera onca, pudiendo efectuar tres dataciones radiocarbonicas AMS sobre el material dentario de Lama guanicoe (guanaco) asociado y permitió vincularlo al holoceno tardío en las inmediaciones de la costa atlántica de la región pampeano, hoy en día, localmente extinto. Restos de otro cráneo fueron reportados en la localidad de San Miguel de Tucumán. Si bien prefiere las selvas densas y húmedas, puede acomodarse a una gran variedad de terrenos boscosos o abiertos. Está estrechamente asociado a la presencia de agua y destaca, junto con el tigre, por ser un félido al que le gusta nadar. Seguidamente, al igual que sus representantes actuales, cazaba tendiendo emboscadas, siendo oportunista a la hora de elegir las presas. Es una especie clave para la estabilización de los ecosistemas en los que habita. Los ejemplares adultos tienen una mordedura excepcionalmente potente, incluso en comparación con otros grandes félidos, lo que les permite perforar los caparazones de reptiles acorazados como las tortugas y utilizar un método poco habitual para matar: ataca directamente la cabeza de la presa entre las orejas para proferir un mordisco fatal que atraviesa el cráneo con sus colmillos alcanzando al cerebro.


Panthera atrox. Leidy,1853.

Cráneo de Panthera atrox. Muy similar al fósil preservado en el Museo de La Plata.

Cráneo de Panthera atrox recuperado en Patagonia.

Aspecto de Pantera atrox deambulando en la Patagonia Argentina. (*).

Mamífero Carnívoro. El león americano era un 25 un por ciento más grande que los leones africanos actuales (Panthera leo), sobrepasaba los 3 metros de longitud y pesaba más de 250 kilogramos. Tenía un tamaño mucho mayor al de los yaguartés. También podemos saber que se trataba de una especie caminadora y adaptada a los ambientes abiertos y secos como la estepa patagónica. En el siglo XIX científicos de distintas partes del mundo exploraron cuevas y cavernas de la Patagonia en búsqueda de la posibilidad de hallar vivo al Mylodon, un perezoso gigante que podía pesar hasta 2 toneladas, extinguido, en realidad, miles de años antes. Pese a no poder concretar dicho objetivo, los investigadores hallaron entre otros restos fósiles, esqueletos de una especie felina de gran tamaño que permaneció catalogada de manera errónea. Si bien Santiago Roth, el primer paleontólogo que publicó los restos de esta especie, consideró que se trataba del felino sudamericano más grande y, al vincularlo a un misterioso animal del que hablaban las leyendas locales, lo bautizó con el nombre de Lemish listai, más adelante hubo acuerdo entre los investigadores que se trataba de una subespecie de yaguareté (Panthera onca) de gran tamaño que había habitado el sur del continente sudamericano. En diciembre de 2017, investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN-CONICET) volvieron a analizar los fósiles conservados en el Museo de La Plata y concluyeron que en realidad corresponden al león americano (Panthera atrox), especie considerada hasta el momento como exclusivamente norteamericana y pariente cercano del león de la cavernas de Eurasia (Panthera spelaea). Los resultados fueron publicados en la revista Comptes Rendus Palevol. Expediciones arqueológicas en cavernas en la Patagonia revelaron la existencia de grandes depósitos de huesos de Mylodon. Aunque en un principio, los arqueólogos consideraron que los esqueletos debían haber sido acumulados allí por los seres humanos, la presencia en todos ellos de marcas de dientes agudos les reveló que habían sido capturados por un gran predador felino, al cual comenzaron a denominar como ‘Pantera de la Patagonia’. Junto a los huesos de los leones americanos fueron hallados también restos de cuero que permitieron revelar que la piel de estos predadores era de color rojizo. Algo que confirma el modo en que se lo retrata en una pintura rupestre hallada en una cueva en El Ceibo en la provincia de Santa Cruz en la década del ’70. Nicolás Chimento y Federico Agnolín, autores de la publicación sugieren estudiar otros huesos de supuestos "yaguaretés fósiles" para reforzar la presencia habitual de este gran depredador.


Leopardus geoffroyi. d'Orbigny & ‎Gervais‎, 1844.

 

Recreación in situ de Leopardus geoffroyi. Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar.

 

Aspecto en vida de Leopardus geoffroyi. (*).

Mamífero Carnívoro. Es una especie de mamífero carnívoro de la familia Felidae. Durante el Pleistoceno de Argentina vivieron algunos felinos de tamaño chico, cuyos registros fósiles son aún más escasos. Algunos de ellos llegaron desde América del Norte durante el Gran Intercambio Biótico Americano, hace unos 3 millones de años, logrando una importante diversidad bien conocida hoy en día, aunque el registro paleontológico aun no dice lo mismo. Los restos más antiguos, corresponde a Felis vorohuensis (Plioceno tardío – Pleistoceno temprano). Felis geoffroyi es conocido durante el Pleistoceno superior y Felis lujanensis (sinónimo de Lynchailurus colocolo) para el holoceno temprano, ambos en la provincia de Buenos Aires. Se conoce la presencia de Herpailurus para Tierra del Fuego a fines del Pleistoceno- Holoceno. Leopardus geoffroyi tenía el tamaño de un gato doméstico o apenas más grande. Su peso es habitualmente de entre 4 y 5 kilogramos, aunque puede llegar a los 8 kilogramos. Se alimentaba principalmente de roedores, pequeños lagartos e insectos, y ocasionalmente ranas y peces, lo que convertía a este felino en un importante depredador. Otro Felidae de mayor tamaño fue Puma (=Felis) concolor.


Arctotherium latidens. Bravard in Gervais y Ameghino, 1880.         
     

Atlas o primera vértebra cervical. Museo Municipal de Miramar.

Arctotherium angustidens, de la colección de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata. Imagen de proyectojuco.

Reconstrucción en vivo de Arctotherium (*).

Arctotherium, que constituye el mayor exponente de la familia Ursidae, recuperado en la ciudad de Buenos Aires en el MACN.

Cráneo y mandíbula de Arctotherium juvenil, encontrado a la altura de la localidad bonaerense de Junín. Museo Legado del Salado.

El prestigioso investigador Leopoldo Soibelzon, del Museo de La Plata, compara el humero del oso gigante Arctotherium angustidens con el humero de un elefante actual. Imagen de prensa.

Mamífero Carnívoro. Fue un género extinto de mamíferos de la familia Ursidae, conocidos con el nombre común de oso sudamericano u oso de cara corta. La mayor parte de las familias del orden Carnívora arribaron a América del Sur durante el Gran Intercambio Biótico Americano. En Sudamérica, no existían hasta ese momento carnívoros placentarios (félidos, cánidos, úrsidos, etc.), los inmigrantes holárticos experimentaron una gran radiación adaptativa que resultó en la aparición de nuevos géneros y especies. Dentro del género Arctotherium se reconocen cuatro especies en la Argentina y fundamentalmente en la región pampeana. Estos osos eran formas de gran tamaño, con masas que iban desde aproximadamente 300 a 1.200 kg según las especies y el sexo de los individuos. La especie del Ensenadense (Pleistoceno temprano a medio) es la que presentaba individuos de mayor tamaño, mientras que las especies del Bonaerense (Pleistoceno medio) y Lujanense (Pleistoceno tardío a Holoceno temprano) poseían tamaños relativamente menores. Si bien aún no se ha podido determinar con precisión la dieta de cada especie extinta, el estudio de la morfología dentaria indica que probablemente predaban activamente sobre la diversa fauna de megaherbívoros pleistocénicos (mamíferos de gran tamaño ya extinguidos). Por otra parte, las lesiones observadas sobre los dientes indican que también consumían los cadáveres. Por último, muchos restos fósiles presentan caries relacionadas con el consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono como las frutas o de miel. A comienzos de 2011, el prestigioso investigador Leopoldo Soibelzon, del Museo de La Plata, presenta un ejemplar del oso más grande que ha habitado la Tierra, de la especie Arctotherium angustidens, que dé pie, medía tres metros y pesaba más de 1,5 toneladas. En la década de 1930, fue construido el hospital San Juan de Dios de La Plata, ubicado en las calles 25 y 70, y durante el movimiento de tierras aparecieron los restos de este mamífero carnívoro gigante. Estaban a 9,6 metros de profundidad y fueron a parar al almacén del Museo, abarrotado de piezas. Desde aquella época, ambos húmeros descansaron en los anaqueles del Museo de La Plata. En América del Sur, existen registros de osos fósiles del género Arctotherium en Venezuela, Bolivia, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, con seguridad desde el Ensenadense (Pleistoceno inferior a medio; 1,7 millones de años) hasta el Lujanense superior (Pleistoceno Superior; 11 mil años).


Theriodictis platensis. Mercerat, 1891.

Ejemplar de Theriodictis platensis en el Museo Paleontológico de San Pedro. Imágenes tomadas de José Luís Aguilar.

Mamífero Carnívoro. Fue un interesante canido de grandes dimensiones, cuyos ejemplares adultos de Theriodictis platensis pesaban entre 30 a 40 kg. Llego en el Gran Intercambio Biótico Americano, encontrándoselo en el Pleistoceno de América del sur (entre 1,2 millones de años a 11 mil años), especialmente en la región pampeana. Fue descripto por primera vez por Mercerat en 1891, y posteriormente por Kraglievich y Berman. De este ejemplar se reconocen numerosos ejemplares. Las principales piezas de interés proceden de la localidad de Santa Clara del Mar, y los ejemplares más completos de la especie, fueron hallados en sedimentos del ensenadense de San Pedro y Ramallo, pero también se lo registra en otra veintena de localidades. Además, cuenta con un registro en playas de Río Grande del Sur, en el extremo sur del Brasil. Así mismo, recientemente se lo reconoce a Theriodictis, como un representante único del ensenadense. Los análisis paleocológicos, sobre la base del estudio de índices morfométricos y variables cualitativas, indican que fue un taxón de hábitos hipercarnívoros, y que perseguían activamente y capturaban mamíferos de mediano a gran porte con una masa de entre 50 y 300 kg. Debe haber depredado principalmente a los numerosos cérvidos, caballos, camélidos, y pecaríes que habitaban en esas regiones de América del Sur durante ese periodo. Tal vez, también incluso capturaron a ejemplares jóvenes de especies de mayor tamaño. Estudios paleocológicos de la fauna del tramo final del Lujanense relacionan la extinción de varios mamíferos con tamaños mayores a los 100 kg y la desaparición de este gran cánido hipercarnívoro. La antigüedad de estos ejemplares es de aproximadamente 780 mil años. Géneros relacionados: Theriodictis tarijensis, Canis gezi, Cerdocyon ensenadensis, Lycalopex proplatensis, anis ameghinoi, Canis nehringi y Lycalopex avus.


Canis gezi. Kraglievich, 1928.

Cráneo y mandíbula de Canis nehringi. (MACN),

Cráneo y mandíbula del canido Canis gezi (MACN),

  Aspecto de Canis s.p en el Pleistoceno Argentino. (*)

 

Recreación de un ejemplar in situ de Canis nehringi en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Por M. Magnussen.

 

Rama mandibular de un juvenil de Canido indeterminado con sus dientes y molares sin eclosionar, comparado con un ejemplar adulto. Museo de Miramar. 

Mamífero Carnívoro. Fue una especie de cánido extinto de gran tamaño, que vivió en Argentina durante el Pleistoceno tardío, muy poco conocida por la ausencia de fósiles. Tuvo un peso en el orden de los 32 a 40 kg. Estudios paleocológicos de la fauna del Ensenadense relacionan la extinción de varios mamíferos con tamaños mayores a los 100 kg y la desaparición de estos grandes cánidos hipercarnívoros. Sus restos fósiles se limitan al centro-este de América del Sur, con sólo dos especímenes descubiertos en sedimentos del Ensenadense del Pleistoceno tardío de la Región Pampeana en el centro de la Argentina y un tercero en el sur de Brasil. Canis gezi (del ensenadense) y Canis nehringi (del lujanense). Estos dos clados comparten similitudes dentales y craneales desarrolladas para hipercarnivoría, lo que sugiere un antepasado común para ambos clados. Un nuevo estudio de ADN en 2010, relaciona directamente a Canis nehringi con Canis dirus, pudiendo ser un sinónimo. Otras especies relacionadas; Canis gezi, Protocyon, Speothos, Theriodictis y Chrysocyon.


Lycalopex ensenadensis. F. Ameghino, 1888.

 

Esqueleto de Lycalopex ensenadensis, recreado para el Museo de Ciencias  Naturales de Miramar   Posible aspecto de Lycalopex ensenadensis. (*):

Mamífero Carnívoro. Es una especie extinta de zorro del género Lycalopex que habitó en el Cuaternario en el centro-este del Cono Sur sudamericano. Lycalopex ensenadensis fue descrito originalmente en el año 1888 por el científico argentino Florentino Ameghino, bajo el nombre científico de Canis ensenadensis. El holotipo fue exhumado en la “formación Ensenada”, del Pleistoceno temprano-medio, al efectuar las obras de la construcción del puerto de la ciudad de La Plata, en un sector correspondiente a la localidad de Ensenada, en el partido homónimo, al nordeste de la provincia de Buenos Aires, centro-este de la Argentina. Pesarían de 4 a 6 kilogramos. Comían plantas, roedores, frutas, ranas, lagartijas y aves. También conocido como Cerdocyon ensenadensis. Otras especies relacionadas; Dusicyon culpaeus, Dusicyon avus, Dusicyon cultridens,  Dusicyon gymnocercus,  Lycalopex  griseus y Lycalopex  inca.


Pteronura sp. Gray, 1837.

Cráneo y mandíbula de Pteronura sp en el Museo Paleontológico de Diamante, Entre Ríos.

Aspecto de Pteronura sp del Pleistoceno. Por Carlos C. Wiedner.

Mamífero Carnívoro. Es un género de mamífero carnívoro de la familia Mustelidae. Pteronura tenía 1,50 metros y pesaba 45 kilómetros. Era una nutria gigante, que demuestra una variedad de adaptaciones adecuadas para un estilo de vida anfibio. Sus representantes del Pleistoceno al igual que el género viviente preferían los ríos y arroyos de agua dulce, los cuales normalmente se desbordaban durante la temporada de lluvias. Se alimentaba principalmente de pescado, en particular bagres; también puedo comer cangrejos. Se cree que el género extinto Satherium es el ancestro de la nutria gigante moderna. Este emigró a Sudamérica durante el Plioceno o a principios del Pleistoceno. La nutria gigante actualmente habita en América del Sur, donde también se distribuyen 3 de las 4 especies que integran el género Lontra. En 2005, de acuerdo a estudios de secuenciación de ADN en mustélidos, se ubicó la divergencia de la nutria gigante un poco más tarde, entre 5 y 11 millones de años. Bajo esta nueva evidencia el árbol filogenético coloca al género Lontra como el primero en separarse y Pteronura como el segundo; sin embargo, los rangos de divergencia se superponen.


Conepatus primaevus. Burmeister, 1864.

 

Cráneo y Mandíbula de Conepatus primaevus, del Pleistoceno de la localidad de Gobernador Castro. Museo de San Pedro.

 

Posible aspecto del genero Conepatus del Plio- Pleistoceno de la región pampeana (*).

Mamífero Carnívoro. Los zorrinos conocidos de América del Sur, tanto fósiles como vivientes, son asignables al género Conepatus. Esta familia de los mefitinos está formada por carnívoros pequeños a medianos, delgados y alargados, de patas muy cortas y cola bien desarrollada. Muchas especies tienen a los lados de la abertura anal, unas glándulas que emiten secreciones pestilentes. En sedimentos probablemente referibles al Plio-Pleistoceno temprano y medio de las barrancas de la costa atlántica, cerca de Miramar se registra el zorrino Conepatus altiramus. Este zorrino posiblemente es ancestral a las especies posteriores del género Conepatus, como Conepatus primaevus, al que pertenecen todos los zorrinos vivientes de Sudamérica. Anteriormente a los zorrinos fósiles y actuales se los consideraba dentro de la subfamilia de Mustelidae, pero recientes estudios filogenicos han mostrado que los Mephitinae es el grupo hermano de Mustelidae y Procyonidae, por lo que ha sido elevada al nivel de familia. Los registros más antiguos de méfitidos provienen del Ensenadense (Pleistoceno temprano-medio). Restos fósiles de Conepatus se han registrado en Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil y Argentina.


Stegomastodon platensis.   Ameghino, 1888.
     

Esqueleto en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires.

Stegomastodon en el Museo Rincón de Atacama, termas Rió Hondo.

Cráneo de Stegomastodonte en el Museo de Moreno. (*)

Reconstrucción de Notiomastodon. (*).

Esqueleto recreado de Stegomastodon platensis en el Centro Cultural del Bicentenario, Santiago del Estero.

Cráneo en el Museo de La Plata.

Mamífero Proboscideo. Era un megamamifero que emigro desde el norte en el Gran Intercambio Biótico Americano, encontrando en América del sur, un nuevo lugar para expandirse. Fue un Proboscideo (que posee trompa) al igual que el extinto Mamut y el actual elefante. Era herbívoro y llegaron a tener una masa corporal de 3,5 toneladas y unos 3,5 metros de altura. Habitaron lugares abiertos y pantanosos, donde sus huesos se iban incorporando al sedimento a medida que morían. Los hallazgos de restos fósiles de antiguos elefantes son algo escasos. Hace unos años atrás, se recuperó un cráneo muy completo en el patio de una vivienda en la localidad de Moreno. Notiomastodon (=Stegomastodon) es un género diferenciado en América del Norte, posiblemente desde el Plioceno temprano, que se extiende en ese subcontinente hasta el Pleistoceno temprano-medio. A nivel sudamericano, las revisiones llevadas sostienen la existencia de dos especies en este género: N. platensis y N. waringi. La primera se reconoce por sus defensas rectas, que en su porción más anterior se curvan ligeramente y presentan esmalte; mientras que en la segunda se observa la ausencia de esmalte. La distribución de Notiomastodon platensis es más austral que la de Notiomastodon waringi, y alcanza al Uruguay, Paraguay, Brasil y gran parte de Argentina, donde tiene un biocrón que se extiende desde el Ensenadense hasta el Lujanense (Pleistoceno temprano-Pleistoceno tardío-Holoceno). En la Argentina, sus restos han sido exhumados en la Provincia de Buenos Aires (donde se halla su límite más austral nivel mundial para los proboscídeos, a los 37°S), y en las provincias de Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, Santiago del Estero y Corrientes. Se ha inferido para este taxón una marcada preferencia por climas de tipo templado cálido y hábitats de zonas abiertas o sabanas arboladas. Estos taxones habrían estado adaptados principalmente a ambientes templado cálidos de altura, alimentándose de especies vegetales arbustivas. Los restos de mastodontes hallados en América del Sur pertenecen a dos tipos diferentes, que los paleontólogos incluyen en los géneros Cuvieronius (dedicado al naturalista francés George Cuvier, el primero en describir un mastodonte) y Notiomastodon (mastodonte con defensas). Hasta ahora, el género Notiomastodon era conocido en la Argentina por una única especie: Notiomastodon platensis. La otra especie, que se había descubierto en Brasil, Venezuela, Ecuador, Perú y, posiblemente, Colombia, es Notiomastodon waringi, en homenaje a un investigador de apellido Waring, que descubrió restos de este mastodonte en Brasil. Otras especies: Stegomastodon waringi, Stegomastodon platensis y Cuvieronius hyodon.


Hippidium principale. Lund, 1945.
     

Cráneo de Hippidium, en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Esqueleto de Hippidium en el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires.

Reconstrucción de caballo americano extinguido. Tomado de Pinterest.

Mamífero Perissodactyla. Es otro mamífero aloctono, que llego a Sudamérica a principios del Pleistoceno en el gran intercambio faunistico de fines del Plioceno. De acuerdo a la recientes teorías de algunos Paleontólogos, este genero seria originario de Sudamérica y estaría emparentado con Pliohippus y Dinohippus del Plioceno de América del norte.  Era un primitivo caballo, el cual se extinguió antes de la llegada de los primeros colonos sin dejar representantes vivientes, siendo reemplazado por el caballo europeo. Era similar al cebras de África, pero algo mas bajo y rechoncho, con extremidades cortas. Tenía proporcionalmente la cabeza más grande, y la particularidad de poseer una protuberancia en su frente reforzada por el hueso nasal. Además los cráneos con sendos huecos delante de los ojos, siendo posible que alojaran glándulas de algún tipo, tales como tienen algunos ciervos para frotarse en los árboles y marcar su territorio. De esta manera se determinó que posiblemente se trataría de ejemplares machos de la especie. Hasta hace unos años se los clasificaba con otro nombre, Onohippidium, hasta que se llegó a esa conclusión de su dimorfismo sexual. Por otro lado, es notable la conformación de las extremidades, proporcionalmente cortas y anchas, que le confieren al animal un aspecto macizo. Su peso pudo ser de 400 kilos. El primer registro de un caballo fósil sudamericano fue el molar superior descubierto por Charles Darwin cerca de Bahía Blanca (Prov. Buenos Aires), al que Richard Owen identifico en 1840, lo denomino Equus caballus (la especie actual), y mas tarde lo denomino Equus curvidens. Se han hallado numerosos esqueletos bien preservados en distintas zonas del país, entre ellos, Tafi del Valle, en la provincia de Tucuman. El registro es ampliamente conocido desde el norte de Ecuador hasta el sur Patagonico. Desde el punto de vista estratigráfico, es conocido desde el Plioceno superior (Uquiense) hasta el Pleistoceno superior - Holoceno (Lujanense reciente). Las características adaptativas de la parte distal de las extremidades de Hippidion pueden ser indicadores de distintos tipos de suelo y vegetación. El hábitat de Hippidion debería corresponder a un bosque húmedo y suelo blando. Los Equidos de América del sur se han extinguido totalmente. Algunos ejemplares mas modernos de Hippidion, provienen de sitios arqueológicos de la Provincia de Buenos Aires, como Arroyo Seco, ubicado en el Partido de Tres Arroyos, con una antigüedad de 8500 años. Géneros relacionados: Hippidion esta representado por tres especies: Hippidion devillei, Hippidion principale y Hippidion saldiasi. Los primeros se encuentran representados en el registro fósil de la provincia de Buenos Aires y de Tarija (Bolivia), mientras que Hippidion saldiasi esta representado en Patagonia austral.


Tapirus dupuy.  C. Ameghino, 1916.

 

Cráneo de Tapirus sp, recreado in situ. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

 

Aspecto en vida de Tapirus. Por Carlos C. Wiedner.

Mamífero Perissodactyla. Es una especie de mamífero perisodáctilo extinto de la familia de los tapíridos y del género Tapirus que vivió en el Pleistoceno de América del Sur. Esta especie fue descrita originalmente por Carlos Ameghino en 1916, empleando como base material fragmentarios colectados en sedimentos del Ensenadense en la ciudad de Miramar, provincia de Buenos Aires, cuya especie homenajea a José María Dupuy, prefecto local y creador del primer museo de ciencias naturales de esa ciudad en 1912. Un amplio estudio de todos los materiales colectados en los yacimientos fosilíferos de América del Sur referidos al género Tapirus llegó a la conclusión que es una especie dudosa por la falta de material fósil, al igual que Tapirus australis, Rusconi, 1928. Este taxón, como cualquier integrante del género Tapirus, se asocia a climas cálidos, y ambientes de pluviselvas, sabanas o bosques húmedos de tipo tropical o subtropical cercanos a ríos o pantanos; con dieta herbívora hojas, frutas, etc. Era un animal de tamaño mediano, con una longitud que variaba desde 1,8 metros hasta los 2,5 metros, y un peso de 220 a 300 kilogramos. Sin embargo, la principal característica del tapirus es su alargado hocico en forma de pequeña probóscide, que usa principalmente para arrancar las hojas, hierbas y raíces que constituyen su alimento. Sobre la base de análisis morfométricos de sus dientes se llega a la conclusión de que Tapirus rioplatensis es significativamente mayor que Tapirus terrestris, Tapirus mesopotamicus, y Tapirus rondoniensis, y algo más grande que otros grandes tapires fósiles o vivientes, tales como Tapirus oliverasi, Tapirus indicus, Tapirus tarijensis, y Tapirus haysii.


Hemiauchenia paradoxa. Gervais y Ameghino, 1880.
     
Cráneo de Paleaeolama sp. en el Museo de La Plata. Icnita (huella) de Lamaichnum guanicoe, asignable a Lama. (*)

Reconstrucción en vivo. (*)

Mamífero Artiodactyla. En los tiempos lujanenses, las llamas y los guanacos no estaban restringidos a su presente distribución andino-patagónica, y eran habitantes frecuentes de nuestras praderas. Es un camélido oriundo de América del norte, que llego hace más de 1,5 millones de años. El registro más primitivo de la familia Camelidae, corresponde al Plioceno de Barranca los Lobos, entre las ciudades de Mar del Plata y Miramar (Provincia de Buenos Aires) de la Formación San Andrés (edad Uquiense), y para el Pleistoceno se hallaban bien diferenciados Hemiauchenia, Paleolama, Paleaolama, Eulamaops y Lama. Su apariencia era semejante a la de una llama o guanaco contemporáneo, pero su altura superaba la de un camello viviente de Asia y África, unos 2,5 metros aproximadamente. Se alimentaba principalmente del pastoreo y sus restos son muy abundantes en la Provincia de Buenos Aires hasta hace unos 8 mil años, quedando reemplazados por los géneros vivientes, los cuales después del siglo XVII desaparecieron completamente de la región pampeana, sobreviviendo en las estepas patagónicas. Su peso estimado es de una tonelada. Los restos de Palaeolama y Hemiauchenia son muy frecuentes en nuestros sedimentos Pleistocenos. Poseía miembros robustos, metapodos cortos y mandíbula mesognatas y bajas. Palaeolama weddell, fue estudiada por Gervais, 1855, y fue un camélido de gran tamaño, alcanzando tallas hasta un tercio mayor que el guanaco actual. El cráneo es alargado, con un hocico delgado y largo. Palaeolama fue característico de áreas andinas. También se registra Eulamaops paralellus, descripta por Florentino Ameghino en 1884. Era un camélido similar en aspecto al guanaco, aunque de tamaño mayor. Este género es conocido a partir de escasos restos colectados por su hermano Carlos en las barrancas del río Luján. En cambio, Lama guanicoe fue de menor tamaño y es el guanaco actual, cuyos restos fósiles son conocidos desde el Pleistoceno por Lama gracilis. Los restos de Hemiauchenia se han colectado en Sudamérica desde Bolivia, hasta el sur de la Patagonia, incluyendo Chile, Uruguay, y gran parte de la Argentina, siendo abundante en las pampas argentinas, como así también, Rio Hondo en Santiago del Estero y Tafi Viejo en la provincia de Tucumán. Géneros relacionados: Lama lama, Lama vicugna y Lama owenii.


Antifer cf. ensenadensis. Ameghino, 1889.

Fragmento de cornamenta de Antifer. Depositada en el Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar.

Vitrina del Museo de La Plata con restos de cervidos. En este caso ilustrativo, el genero Morenelaphus.

Reconstrucción del gigantesco cervido Antifer. (*).

Mamífero Artiodactyla. La familia Cervidae ingresó a América del Sur durante el Gran Intercambio Biótico Americano (límite Plio-Pleistoceno). Este grupo sufrió una rápida radiación durante el Pleistoceno, aumentando su diversidad hacia fines del Piso Ensenadense (Plioceno tardío-Pleistoceno medio, situación que se manifiesta en la presencia de diversos géneros, tanto actuales como extintos. Procedentes de la región Pampeana de donde provienen la gran mayoría de los registros, cuyas especies, son comparables con las faunas de ciervos pleistocénicos de Río Grande do Sul (Brasil) y de la Formación Sopas (Pleistoceno superior) del Uruguay. La existencia de material correspondiente a Antifer cf. Ensenadensis es exclusivo del Ensenadense, tanto de la región Pampeana como de la provincia de Santa Fe. Antifer tenía preferencia por ambientes abiertos con predominio de vegetación arbustiva. De esta manera, las condiciones ambientales que prevalecieron en el Bonaerense y Lujanense de la Mesopotamia podrían haber sido semejantes a las del sur de Brasil y parte de Uruguay, esto es, el predominio de climas algo más húmedos que los registrados en la región Pampeana. Esta familia tiene una clara especialización de tipo ramoneador. Evidencias provenientes de distintas disciplinas (sedimentológicas, palinológicas y paleofaunísticas), sugieren que, para parte del Pleistoceno, las condiciones climáticas entre la Mesopotamia argentina, el sur de Brasil y parte de Uruguay debieron poseer una marcada similitud. Esto difiere de lo conocido de la región Pampeana, que tuvo un clima relativamente más árido y frío. Antifer, tenía astas robustas y largas, que alcanzaban los 60 centímetros de largo, comprimidas lateralmente y levemente arqueadas. Su ramificación es dicotómica irregular, con una superficie con surcos longitudinales. Géneros relacionados: Blastocerus dichotomus, Epieuryceros, Morenelaphus, Hippocamelus, Paraceros y Ozotoceros bezoarticus.


Morenelaphus brachiceros. Carette, 1922.

Esqueleto en el Museo Provincial de Ciencias Naturales de Córdoba. Restos de cráneo hallado en Centinela del Mar, depositado en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar. 

Aspecto que presentaba en vida Morenelaphus. Recreado por el paleoartista Jorge Blanco en el libro Bestiario Fósil.

Mamífero Artiodactyla. Es otra de las especies que llegaron a principios del Pleistoceno. Pertenece a la familia de los Cervidos, pero se trata de un género totalmente desaparecido y algo más grande que los representantes vivientes de la familia. Tenía cuernos muy robustos, cilíndricos y achatados, longitudinalmente arqueados y en forma de "S" terminado en tres puntas muy filosas, ideales para la defensa. Su alimentación y comportamiento no habrá sido muy diferente a los ejemplares actuales. Hallazgos muy interesantes de estos Cervidos fueron realizados en el territorio bonaerense por Carlos Ameghino y jurado en 1913, por Lorenzo Parodi en 1914 y por Lucas Kraglievich en 1928. En la actualidad los descubrimientos de estos mamíferos se realizaron en abundancia en la localidad fosilífera de Centinela del Mar, a unos 45 kilómetros de la ciudad de Miramar, donde se halla un enorme médano "fósil" con una antigüedad estimada de 100 mil años antes del presente. Su presencia en el registro estratigráfico se remonta al Bonaerense y se extiende hasta el Lujanense tardío.  En América del Sur, sus restos han sido hallados en Uruguay, Paraguay, sur de Brasil y Argentina. Por otra parte, existe muy poca información relacionada con los requerimientos ecológicos de este género, aunque algunos autores han postulado ambientes abiertos o parcialmente arbolados. Otra especie: Morenelaphus lujanensis, Blastocerus dichotomus, Epieuryceros, Hippocamelus, Paraceros y Ozotoceros bezoarticus.


Calomys musculinus. Thomas, 1913.

 

Hemimandibula de Calomys del Pleistoceno de Miramar. Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo.

 

Aspecto de Calomys sp (*).

Roedor, Cricetido. Están dentro de los vertebrados más pequeños en el registro fosilífero del Pleistoceno. Se han recuperado fósiles del genero Calomys desde el Ensenadense, Bonaerense y Lujanense, es decir, de los últimos 700 mil años antes del presente. Los registros más antiguos de cricétidos sudamericanos corresponden al Plioceno temprano. Estos roedores son de origen norteamericano y está en discusión en que momento de su ingreso a Sudamérica. Pesarían unos 20 gramos aproximadamente. Comería granos, flores, ramillas etc. Vivía en cuevas o huecos de plantas. Es una especie frecuente en el registro fósil dentro de egagrópilas (bolos alimenticios) regurgitados por aves rapaces. En estos casos, Calomys aparece asociado a otras muchas otras especies de vertebrados de su misma época. Otros géneros conocidos para el Akodon, Reithrodon, Tafimys, Phyllotis, Neotomys, Andinomys, Oligoryzomys, Oxymycterus, Necromys, Abrothrix y Oryzomys.


Eubalaena sp. Demoulins, 1822.

 

Humero atribuido tentativamente a un ejemplar adulto de Eubalaena sp, Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Mamífero Cetáceo. Representante fósil de la actual Ballena franca, presentaba un cráneo ancho y deprimido posteriormente. Poseía una larga columna, constituida por 58 o 59 vértebras, de las cuales 7 eran cervicales, 15 dorsales, 10 lumbares y 27 caudales, además de 15 pares de costillas, un humero macizo, con la misma longitud del alna y radio, y cinco dedos cortos, con acepción del media, el cual es notablemente más largo. Al igual que sus representantes vivientes, se alimentaría de pequeños crustáceos y microorganismos que filtraría por medio de las barbas que se hallaban en su mandíbula superior. En una zona terrestre de la localidad de Mar del Sud, a unos 17 kilómetros al sur de la ciudad de Miramar (Provincia de Buenos Aires) se hallaron restos fósiles de una ballena del genero Eubalaena, que datarían de cientos de miles de años. Se encontraron básicamente huesos de la parte posterior del cráneo, partes cercanas al oído y la articulación de la mandíbula, lo permiten un buen diagnóstico y dejan entrever una particularidad, prácticamente no existen los fósiles de ballena del Cuaternario. En este sentido, en algunas regiones del país se observan algunos restos de dicho género, sobre todo en las proximidades de La Plata. Escasean esta clase de descubrimientos debido a las características del clima y las condiciones marítimas provocan el ineludible deterioro, imposibilitando el hallazgo. Sumado a esta particularidad, ya que es muy raro que aparezca un fósil de origen marino en una zona terrestre. La explicación, proviene de los diferentes estados naturales que se han suscitado en el transcurso de los milenios. La orilla del mar es "fluctuante", es decir, en la época de los glaciares el borde costero de la región pampeana se encontraba a 200 kilómetros mar adentro, porque el agua se depositaba en aquellos fenómenos naturales llamados glaciares, lo cual impedía una entrada de mayor altitud. De la misma manera, un interglaciar (el momento opuesto) hay más agua y hubo momentos en que el mar subió hasta seis metros sobre el nivel actual, de modo que lo que hoy es tierra en otro tiempo se hallaba por debajo del nivel de mar. Este animal por el motivo que fuere, muere en la última etapa del período antes descrito (el cual se llama "ingresión) y ha quedado allí, dándose las condiciones como para que se fosilice. Cabe destacar que en la historia hubo varias ingresiones (o entradas de mar), entre ellas, una de 120.000 años y la segunda es la que dio origen a la laguna de Mar Chiquita hace 6.000 años (Formación Querandi). Al parecer, por la coloración del fósil y una serie de características se presume que dichos restos pertenecerían a la ingresión más antigua llamada "Belgranense - Continental". Otras especies: Plesiocetus garopii, Megaptera longipinna y Eubalaena australis.


Notiocetus romerianus. Ameghino, 1891.

 

 Bula timpánica de un Balaenopteridae

 

Aspecto de la ballena Balaenoptera. Tomada de soulpix.

Mamífero Cetáceo. Esta especie se basa en material muy fragmentario (una bula timpánica aislada) publicada por Florentino Ameghino. Pero futuros estudios y nuevos materiales podrían revelar diferentes conclusiones. Los cetaceos Balaenopteridae son ampliamente conocidos en el registro fosilifero de principios del Mioceno de Argentina, pero totalmente escasos durante el Pleistoceno, excepto por un puñado de muestras sin estudios precisos. La Familia Balaenopteridae se distingue de las demás familias de misticetos por la presencia de pliegues en la garganta y región ventral (pliegues gulares) que expanden enormemente cuando se alimentan al tragar agua que es filtrada por las barbas. Poseen una aleta dorsal. La forma del cráneo visto lateralmente es recto y plano.


Pseudoplatystoma. Bleeker, 1862.

 

Porción anterior del techo del cráneo (neurocráneo) de un Siliriforme, hallado en las  barrancas del río Carcarañá, Santa Fe. Prensa.

 

Aspecto de un Siliriforme del genero Pseudoplatystoma. (*)

Pez, Siluriformes. Conocidos como peces gatos son endémicos de América del Sur. Un equipo de investigadores relevando activamente las barrancas del río Carcarañá en busca de fósiles pertenecientes al Pleistoceno tardío, han hallado restos de un cráneo. Estas tareas, que se realizan navegando el río de forma paciente y metódica, permiten visualizar los fósiles desde el agua, lo que posibilita tener un mejor acercamiento y localización de las piezas. En los sedimentos presentes en la zona, al igual que en el resto de la región pampeana, los restos de peces son extremadamente escasos, debido a que generalmente poseen huesos cartilaginosos o de baja consistencia, lo que hace muy difícil su preservación en el tiempo. Este fósil de surubí fue hallado en las barrancas del río Carcarañá, en un tramo que pasa por el distrito de Oliveros, provincia de Santa Fe, cerca de su desembocadura en el río Paraná. El material corresponde a la porción anterior del techo del cráneo (neurocráneo) y posee una longitud de 17 cm y un ancho de 6 cm y se infiere que el tamaño del animal al que perteneció podría equivaler al de un surubí actual de entre 10 a 15 kg. El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, ha descubierto peces de diferentes familias que, aún hoy, habitan las aguas del Paraná. Los relevamientos efectuados han aportado restos de las familias Characidae (dorados, etc.), Doradidae (armados, etc.) y Pimelodidae (bagres, etc.). Estos animales, de los que se conocen ejemplares de hasta 100 kilogramos, se alimentan de peces jóvenes de variadas especies, como sábalos, bogas y morenas; e incluso anfibios y reptiles como ranas y pequeñas serpientes.


Oligosarcus sp. Günther, 1864.

 

Parte del cráneo atribuido a Oligosarcus sp de las colecciones del Museo de Cs Naturales de Miramar.

 

Aspecto en vida que presentaría Oligosarcus.

Pez, Characiforme. Es un género de peces conocidos comúnmente con el nombre de dientudos o dentudos, de la familia Characidae, y de la orden de los Characiformes. La ubicación filogenética del género dentro de la familia ha sufrido grandes modificaciones en la historia reciente de la filogenia de los Characiformes. Oligosarcus en la actualidad se distribuye en la actualidad en los ríos costeros del sudeste de Brasil, el sistema lagunar costero de Río Grande do Sul, Uruguay, la Cuenca del Plata, y los cursos de vertiente atlántica en la provincia de Buenos Aires, hasta Bahía Blanca. Habita tanto ambientes lóticos como leníticos. Son especies carnívoras, consumidoras de insectos y crustáceos y, en menor medida, de otros peces. Como sucede en la mayoría de los casos de peces del Cuaternario, se conocen muy pocos restos de este género. Los primeros registros fósiles del género Oligosarcus fueron recuperados en facies lacustres correspondientes al Pleistoceno medio de la localidad de Centinela del Mar, próxima a la ciudad de Miramar. El presente registro está constituido por huesos dentarios aislados con una combinación de caracteres única que permite una segura identificación de índole genérica. Este material constituyo ser el primer Characiformes fósil descrito para la región pampeana argentina. Recientemente, Daniel Tassara del Museo de Ciencias Naturales Pachamama de Santa Clara del Mar, acerco restos de un cráneo encontrado muy cerca del primer ejemplar, y lo entrego a Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar para su estudio y presentación. Este pez, seguramente esquivaba las grandes patas de perezosos gigantes y toxodontes que se acercaban a las antiguas lagunas bonaerenses.


Tenebrionidae. Latreille, 1802.

Fragmentos de sedimento con el molde negativo de un escarabajo Tenebrionidae.

Aspecto de un Tenebrionidae en la actualidad, semejante al que vivió hace miles de años.

Artropodo Coleoptero. El Museo de Ciencias Naturales de Miramar, dio a conocer el hallazgo de un extraño fósil atribuido a un escarabajo que vivió en la región hace al menos, unos 10 mil años antes del presente. El peculiar hallazgo, ocurrió en forma accidental, cuando un equipo dirigido por el museólogo Daniel Boh en noviembre de 2002, se encontraban extrayendo los restos fósiles de un cráneo con su mandíbula, atribuidos a un gran perezoso gigante llamado Scelidotherium. En esa oportunidad, un trozo del sedimento que era separado junto a los restos óseos del megamamífero, se rompió en dos fragmentos, y en ambas partes se divisaron las improntas con detalles muy íntimos de la morfología del escarabajo. Solo se preservó un molde de la estructura original, ya que los sedimentos portadores de fósiles de la región pampeana no conservan los restos blandos, la posibilidad de encontrar restos de este tipo, son muy escasos debido a su inusual preservación, y aporta información sobre el ambiente. La extraña impronta permaneció guardada durante mucho tiempo, debido a la falta de antecedentes similares para su apropiada identificación. Recién en 2012 se realizaron estudios comparativos y se presentaron en 2014. El material estudiado fue identificado como perteneciente a la familia de escarabajos Tenebrionidae. En la actualidad son una de las grandes familias de coleópteros, con unas 20.000 especies descritas, viviendo especialmente en diversos ambientes esteparios y desérticos. Son básicamente detritívoros, es decir, generalmente se alimentan de sólidos permanentes, que provienen de la descomposición de fuentes orgánicas (vegetales y animales), lo cual indicaría la presencia del escarabajo fósil hallado en la ciudad de Miramar, a centímetros de los restos óseos del perezoso gigante Scelidotherium. Posiblemente, este pequeño escarabajo se estaba alimentando de los restos orgánicos luego de la descomposición del cráneo hallado, como cuero y tendones sobre el hueso, y por motivos que no sabemos, murió junto a su fuente de alimento y se preservó extraordinariamente durante miles de años, guardando detalles muy íntimos de su morfología. Los fósiles de insectos del Cuaternario (últimos dos millones de años) son en su mayoría muy escasos en el mundo, pero los pocos reconocidos son perfectamente adjudicables a especies actuales y prácticamente no se conocen extinciones o especiaciones durante este período, pero sí grandes cambios en la distribución geográfica de muchas especies en consonancia con los cambios climáticos.


Daimoniobarax nephroides. Smith et al, 2011.

 

Aspecto de un hormiguero fósil en Miramar. Foto del  Museo de Ciencias Naturales Punta Hermengo.

 

Aspecto de una comunidad de hormigas en forma ilustrativa (*).

Insectos, Formicidae. En algunas zonas de la región pampeana, se han registrado estructuras biogenicas, ósea, estructuras generadas por actividad animal, las cuales fueron identificadas como hormigueros fósiles. Este icnofosil asignado tentativamente al icnogenero Daimoniobarax, esta representado por sistemas subterráneos de galerías con numerosas cámaras, algunas de ellas horizontales, conectada entre sí, por estrechas galerías y túneles verticales. En las inmediaciones de Miramar, en la provincia de Buenos Aires, se han registrado importantes concentraciones de icnofosiles de hormigueros y termiteros, tanto del Plioceno como del Pleistoceno. Las hormigas (Formicidae) son una familia de insectos eusociales que, como las avispas y las abejas, pertenecen al orden de los himenópteros. Las hormigas evolucionaron de antepasados similares a una avispa a mediados del Cretáceo, hace entre 110 y 130 millones de años, diversificándose tras la expansión de las plantas con flor por el mundo.


Adelomelon beckii. Broderip, 1836.

 

Adelomelon beckii, del Pleistoceno de la localidad de Mar del Sud. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

 

Ejemplares de Adelomelon brasiliana, de la formación Belgranense. Museo de Cs Naturales de Miramar.

Invertebrado. Es un gasterópodo de la familia Volutidae que se caracteriza por presentar una concha grande de forma oval globosa, sólida y pesada, de color blanco tiza externamente. Esta especie de gasterópodo se localiza viviendo sobre el fondo de la plataforma marina, especialmente fondos areno-fangosos. En los yacimientos paleontológicos marinos que aparecen con escasa frecuencia en los afloramientos geológicos del SE bonaerense, se han encontrado moluscos que aún tienen representantes vivientes en el océano atlántico, y que vivieron durante el Pleistoceno. Es muy raro que aparezca un fósil de origen marino en una zona terrestre. La explicación, proviene de los diferentes estados naturales que se han suscitado en el transcurso de los milenios. Localmente, se denominan transgresiones marinas o ingresiones marinas a los avances de la línea de costa sobre un espacio continental, y regresiones marinas al fenómeno inverso. Las primeras menciones sobre la existencia del ingreso marino sobre el continente, son de índole paleontológica y datan desde mediados del siglo diecinueve. Fueron efectuadas por D’Orbigny (1842), quien halló moluscos marinos en los alrededores de la ciudad de Paraná y en la desembocadura del río Negro. Unos años más tarde, Darwin (1846) encontró la misma fauna en la península Valdés. Otras especies asociadas; Ostrea, Tagelus, Mactra, foraminíferos (Ammonia, Elphidium), ostrácodos (Cytheracea, Cyprideis), Adelomelon brasiliana, Zidona sp, Pectén sp, Amiantispurpurata, Glycymeris longior, Buccinanops sp y Olivancillaria sp.


Alternaria sp. Nees, 1816.

Espora de hongo Alternaria sp, recuperada entre los huesos de las patas de un Gliptodonte en la localidad de San Pedro.

Presencia característica de Alternaria sp, sobre una hoja en la actualidad.

Forma de estudio (*).

Paleobotanica, Hongos. Es un hongo ascomiceto, esto es, del filo de las Ascomycotas. Las diferentes especies de este género son uno de los mayores patógenos de plantas, y en menor medida puede afectar a los animales a partir de su ingesta. Alternaría es un género fúngico muy común, donde se incluyen numerosas especies de hongos saprofitas, endofíticas y patógenas ampliamente distribuidas en el suelo y la materia orgánica en descomposición. Las especies del género Alternaría sintetizan más de 70 metabolitos secundarios tóxicos para las plantas (fitotoxinas), algunos de los cuales afectan a los animales, por lo que se consideran micotoxinas. El Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, junto al Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CONICET-UNNE), de Corrientes, lograron muestrear e identificar granos de polen y esporas fósiles de diferentes plantas y hongos que habitaron los alrededores de un pantano cerca de la ciudad de San Pedro, provincia de Buenos Aires, hace unos 700.000 años. El material fue recuperado entre las patas de restos óseos de Gliptodontes. Los datos arrojados por los fósiles y el análisis del sedimento donde se encontraban, condujeron a los investigadores a comprender que aquellos pesados animales habían muerto en un antiguo pantano o humedal que existía en la zona y que actuaba como “trampa natural” cuando los grandes herbívoros se acercaban en busca de agua o comida. Allí se lograron separar e identificar los diminutos granos de polen y esporas fósiles correspondientes a diferentes familias de angiospermas (plantas con flores), esporas de hongos y restos de algas microscópicas que estarían indicando que se trataba de un ambiente de estepa formada por plantas herbáceas, de suelos arenosos, relacionada con cuerpos de agua cercanos.


(*) Imagen de autor u origen desconocido. Ver sobre nuestras Políticas de uso de imágenes.

 

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Ver mas bibliografía utilizada para hacer la presente Pagina; AQUÍ.            Ver bibliografía de divulgación sugerida; AQUÍ.

 

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