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Noticias de
Paleontología 2025.

Anteavis crurilongus, una nueva especie de dinosaurio carnívoro
del Triásico en San Juan.
Un nuevo género y especie de dinosaurio terópodo, denominado
Anteavis crurilongus, fue
descrito por un equipo internacional de paleontólogos de la
Universidad Nacional de San Juan, el Museo Argentino de Ciencias
Naturales “Bernardino Rivadavia”, la Universidad de Birmingham, el
CONICET y el CIGEOBIO.
Anteavis crurilongus habitó
la Tierra durante el Carniano del Triásico Tardío, hace
aproximadamente entre 231 y 226 millones de años. Este pequeño
depredador medía cerca de 1,2 metros de longitud y pesaba entre 8 y
9 kilogramos.
La nueva especie
corresponde a un terópodo de divergencia temprana, ubicado fuera del
clado Neotheropoda, aunque presenta de forma inesperada una serie de
características que hasta ahora se consideraban exclusivas de ese
grupo.
“Se trata de uno de
los dinosaurios más antiguos y primitivos conocidos hasta el
momento”, señaló el Dr. Ricardo Martínez, de la Universidad Nacional
de San Juan, junto a su equipo de investigación.
“La temprana
diversificación de los dinosaurios produjo profundos cambios
ecológicos en los ecosistemas terrestres, que culminaron con
comunidades de tetrápodos dominadas por dinosaurios hacia el límite
Triásico–Jurásico, hace unos 201 millones de años”, explicaron los
especialistas. “Por ello, estudiar estas primeras etapas evolutivas
es fundamental para comprender el establecimiento de los ecosistemas
mesozoicos”.
Sin embargo, los
científicos advierten que la escasez de registros fósiles
estratigráficamente continuos en las unidades geológicas que
preservan los dinosaurios más antiguos —de entre 233 y 227 millones
de años— dificulta reconstruir con precisión este proceso inicial de
diversificación.
Los restos fósiles
de Anteavis crurilongus,
consistentes en un esqueleto parcial junto con un cráneo
relativamente completo, fueron desenterrados en 2014 en la Formación
Ischigualasto, en el noroeste argentino.
“Existen muy pocos
lugares en el mundo que conserven fósiles tan antiguos y bien
preservados”, explicó el Dr. Martínez. “Uno de ellos es la Formación
Santa María, en el estado brasileño de Rio Grande do Sul, y el otro
es la Formación Ischigualasto, en Argentina”.
Esta especie vivió
en un ambiente de sabana cálida y árida, aproximadamente dos
millones de años después del denominado Episodio Pluvial Carniano,
un intervalo de mayor humedad que marcó cambios climáticos
significativos a escala global.
“El análisis de la
fauna de Ischigualasto demuestra que la diversidad y abundancia de
dinosaurios fue mayor de lo que se había reconocido previamente,
especialmente entre los pequeños herbívoros —de menos de 30
kilogramos— y los depredadores de talla media, con pesos de entre 30
y 200 kilogramos”, afirmaron los investigadores.
Según el estudio,
esta diversificación ocurrió durante una transición climática hacia
condiciones más semiáridas. Posteriormente, el retorno a ambientes
más húmedos produjo una interrupción en el registro fósil de
dinosaurios que comenzó hace unos 229 millones de años.
“Recién unos 15
millones de años después, durante el Noriano medio, los dinosaurios
recuperaron su diversidad y abundancia en la cuenca de Ischigualasto,
aunque ya representados por especies de mayor tamaño corporal”,
añadieron.
Los resultados
sugieren que esta temprana radiación evolutiva de los dinosaurios
estuvo probablemente marcada por procesos de recambio faunístico
impulsados por el clima, al menos en el suroeste del supercontinente
Pangea.
El trabajo
científico que documenta este descubrimiento fue publicado esta
semana en la revista Nature
Ecology & Evolution.
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https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2025/12/anteavis-crurilongus-una-nueva-especie.html
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Vitosaura colozacani, un
nuevo dinosaurio depredador del Cretácico de La Rioja.
Un nuevo género y especie de
dinosaurio terópodo abelisáurido fue identificado por un equipo
internacional de paleontólogos de Argentina, Brasil y el Reino
Unido. La especie, denominada
Vitosaura colozacani, habitó nuestro planeta hace
aproximadamente 80 millones de años, durante el Cretácico Tardío.
Esta antigua criatura pertenece a
la familia Abelisauridae, un grupo de dinosaurios carnívoros que
prosperó principalmente en el supercontinente Gondwana. Hasta la
actualidad, se reconocen más de 25 especies dentro de este linaje,
cuyos registros fósiles más completos y abundantes proceden de la
Patagonia argentina.
“Abelisauridae es un clado de
terópodos ceratosaurios descripto en 1985, caracterizado por un
cráneo corto, alto y robusto, con maxilares y frontales profusamente
ornamentados, un esqueleto axial altamente neumatizado y
extremidades anteriores notablemente reducidas”, explicó el Dr.
Harold Jiménez Velandia, investigador del CONICET, junto a sus
colegas.
“El descubrimiento continuo de
nuevas especies de abelisaúridos en las últimas décadas,
principalmente en las antiguas tierras gondwánicas, ha permitido
mejorar de manera significativa nuestra comprensión de este grupo de
terópodos”, señalaron los especialistas.
Durante el Cretácico,
Abelisauridae fue el clado dominante de dinosaurios carnívoros en
Gondwana, con numerosos registros en el norte de África e
Indo-Madagascar, y evidencias de su dispersión hacia Laurasia, en lo
que hoy corresponde a Europa central. Sin embargo, fue en América
del Sur donde alcanzaron su mayor éxito evolutivo, reflejado en un
registro fósil notablemente abundante.
Los restos fósiles de
Vitosaura colozacani
fueron recuperados durante campañas de excavación realizadas en 2009
y 2010 en la localidad de Tama, dentro de la Formación Los Llanos,
en la provincia de La Rioja, al noroeste argentino. El material
incluye una vértebra dorsal anterior, una segunda vértebra dorsal,
un sacro parcial, el ilion izquierdo, el pubis, el isquion y otros
elementos aún sin determinar. Los especímenes se encontraron
asociados a restos postcraneales de dinosaurios titanosaurios.
Se trata de un abelisaúrido de
tamaño mediano, con una longitud estimada de entre 4,5 y 5,5 metros.
La especie habitó un ambiente semiárido estacional, bien drenado,
con precipitaciones anuales que oscilaban entre los 230 y 450
milímetros.
“El descubrimiento de
Vitosaura colozacani en
los niveles campanianos de la Formación Los Llanos amplía el rango
geográfico conocido de los abelisaúridos”, indicaron los
investigadores. No obstante, advirtieron que “las implicancias
filogenéticas de esta nueva especie se ven limitadas por la
fragmentación del material disponible y por la inestabilidad
observada en recientes análisis centrados en las relaciones
evolutivas dentro de Abelisauridae”.
Por esta razón, el equipo
subrayó la necesidad de realizar nuevos estudios y recuperar
material fósil adicional que permita fortalecer la filogenia del
grupo y poner a prueba con mayor solidez las hipótesis evolutivas
propuestas.
Los resultados del estudio fueron publicados el 2 de octubre de 2025
en la revista científica
Ameghiniana.
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Joaquinraptor casali, un nuevo gran
depredador del Cretácico de Chubut.
Un
equipo de paleontólogos de Argentina y Estados Unidos descubrió un
nuevo integrante de la familia de dinosaurios megaraptoranos, uno de
los grupos de grandes depredadores más enigmáticos del Cretácico.
La
nueva especie habitó la región que hoy ocupa la Patagonia argentina
durante los últimos millones de años del período Cretácico, hace
entre 70 y 67 millones de años. Fue bautizada como
Joaquinraptor casali y se
la considera uno de los principales superpredadores de su
ecosistema.
Joaquinraptor
pertenece a Megaraptora, un grupo de dinosaurios terópodos
carnívoros caracterizados por cráneos alargados y potentes
extremidades delanteras provistas de enormes garras. Estos animales
están representados por restos fósiles hallados en Asia, Australia
y, especialmente, América del Sur.
“Los megaraptoranos eran dinosaurios terópodos carnívoros con
cráneos alargados y antebrazos muy robustos equipados con grandes
garras”, explicó el doctor Lucio Ibiricu, paleontólogo del Instituto
Patagónico de Geología y Paleontología y de la Universidad Nacional
de la Patagonia San Juan Bosco, junto a sus colegas. “Sin embargo,
nuestro conocimiento sobre este grupo ha estado limitado por la
escasez de esqueletos completos”.
El
hallazgo corresponde a un esqueleto excepcionalmente bien preservado
y parcialmente articulado de un único individuo, recuperado en la
Formación Lago Colhué Huapi, en el centro-sur de la provincia de
Chubut, Patagonia central. El conjunto fósil incluye gran parte del
cráneo, miembros anteriores y posteriores, costillas y vértebras, lo
que convierte a este ejemplar en uno de los más completos conocidos
para el grupo.
El
análisis de la microestructura ósea indica que el animal representa
a un individuo adulto, aunque posiblemente aún no había alcanzado su
tamaño máximo al momento de morir.
A
partir de comparaciones con otros restos de megaraptoranos, los
investigadores estiman que
Joaquinraptor casali habría alcanzado alrededor de 7 metros de
longitud y un peso superior a la tonelada, consolidándose como uno
de los grandes carnívoros que dominaron los paisajes patagónicos del
final del Cretácico.
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Astigmasaura genuflexa, esta nueva especie de
dinosaurio sauropodo del Cretácico de Neuquén.
Paleontólogos de la Patagonia argentina desenterraron parte del
esqueleto postcraneal de un dinosaurio saurópodo rebaquisaúrido
hasta ahora desconocido para la ciencia. El hallazgo corresponde a
una especie que habitó el actual territorio argentino durante el
Cretácico Tardío, hace aproximadamente 95 millones de años.
Bautizada Astigmasaura genuflexa,
esta nueva especie alcanzaba cerca de 18 metros de longitud y
superaba las 10 toneladas de peso, ubicándose entre los grandes
herbívoros que dominaron los antiguos paisajes patagónicos. Este
antiguo gigante formaba parte de la familia Rebbachisauridae, un
linaje de saurópodos pertenecientes a la superfamilia Diplodocoidea.
“Los
rebaquisaúridos son saurópodos diplodocoideos de tamaño mediano a
grande, herbívoros generalistas que se alimentaban a nivel del
suelo, caracterizados por cráneos altamente especializados,
elementos vertebrales marcadamente modificados y extremidades
relativamente gráciles”, explicaron los investigadores.
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El
registro fósil de los Rebbachisauridae se extiende desde el
Cretácico Temprano hasta el Cretácico Tardío temprano y muestra una
notable diversificación en el antiguo supercontinente Gondwana,
especialmente en el norte de África y América del Sur.
En
particular, la Patagonia ha aportado más de la mitad de todos los
ejemplares conocidos del grupo, incluyendo tanto las formas más
antiguas como los representantes más recientes registrados hasta el
momento. |
Los
restos de Astigmasaura
genuflexa fueron encontrados en la localidad de El Orejano,
perteneciente a la Formación Huincul de la Cuenca Neuquina, en la
Patagonia argentina. Según detalló el equipo científico, “el
material tipo de la especie consiste en la porción posterior
articulada del esqueleto postcraneal de un único individuo
morfológicamente adulto”.
La
nueva especie habría sido uno de los últimos representantes de los
rebaquisaúridos antes de la extinción definitiva del grupo, ocurrida
hace unos 90 millones de años.
“Astigmasaura
genuflexa presenta numerosas características compartidas con
otros miembros de la familia Rebbachisauridae, como vértebras
caudales anteriores con espinas neurales elevadas y láminas neurales
tetrarramificadas, arcos hemanales medios asimétricos, tibias
proximales comprimidas mediolateralmente y un fémur con los cóndilos
distales inclinados hacia la región medial”, señalaron los
especialistas.
A
la vez, destacaron que la especie combina un conjunto único de
rasgos diagnósticos que la diferencian claramente de todos los demás
saurópodos conocidos.
“Este nuevo registro no solo aporta información inédita sobre la
anatomía de la región caudal y pélvica de los rebaquisaúridos
—sectores escasamente documentados hasta ahora—, sino que además
sugiere que la diversidad taxonómica del grupo durante las últimas
etapas de su historia evolutiva fue mayor de lo que se pensaba
previamente”, concluyeron los investigadores.
El
estudio completo fue publicado recientemente en la revista
científica Cretaceous Research.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Los mastodontes sudamericanos consumían
frutas con regularidad, sugiere un
estudio.
La mayoría
de los grandes herbívoros de la
megafauna americana se extinguieron hace
aproximadamente 10.000 años, un evento
que habría interrumpido uno de los
procesos ecológicos más importantes de
los ecosistemas: la dispersión de
semillas a larga distancia,
especialmente de plantas con frutos
grandes y carnosos. En 1982 se propuso
la llamada
hipótesis del anacronismo neotropical,
según la cual muchas de estas especies
vegetales habrían evolucionado para
atraer y ser dispersadas por animales
hoy extintos. Sin embargo, durante
décadas esta idea careció de pruebas
directas.
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Una nueva
investigación liderada por científicos
de Chile, España y Brasil aporta ahora
la evidencia más sólida hasta el
momento. El estudio documenta que un
proboscídeo sudamericano ya extinto, el
mastodonte
Notiomastodon platensis, se
alimentaba regularmente de frutas y
cumplía un rol clave como dispersor de
semillas. Además, los resultados
sugieren que la desaparición de estos
animales incrementó significativamente
el riesgo de extinción de numerosas
plantas megafaunales en distintas
regiones de América del Sur. |
“En 1982, el
biólogo Daniel Janzen y el paleontólogo
Paul Martin propusieron una idea
revolucionaria: muchas plantas
tropicales desarrollaron frutos grandes,
dulces y llamativos para atraer a
animales de gran tamaño —como
mastodontes, caballos nativos o
perezosos gigantes— que transportaban
sus semillas a grandes distancias”,
explicó el paleontólogo Erwin
González-Guarda, de la Universidad de
O’Higgins e IPHES-CERCA, autor principal
del trabajo.
“Conocida
como la hipótesis de los anacronismos
neotropicales, esta teoría permaneció
sin confirmación directa durante más de
cuarenta años”.
Para validar
esta propuesta, el equipo analizó 96
dientes fósiles de
Notiomastodon platensis
provenientes de distintos puntos del sur
de Chile, en un rango que abarca más de
1.500 kilómetros, desde Los Vilos hasta
la isla de Chiloé. Cerca de la mitad de
los ejemplares proceden del célebre
sitio paleontológico del lago Tagua
Tagua, una antigua cuenca lacustre
extremadamente rica en fauna del
Pleistoceno, ubicada en la actual región
de O’Higgins.
“Para
reconstruir el estilo de vida de estos
animales empleamos múltiples técnicas:
análisis isotópicos, estudios
microscópicos del desgaste dental y la
observación de cálculo fósil adherido a
los dientes”, detallaron los
investigadores.
“Encontramos
restos de almidón y tejidos vegetales
característicos de frutas carnosas,
incluyendo especies como la palma
chilena (Jubaea
chilensis)”, indicó Florent Rivals,
investigador del ICREA, IPHES-CERCA y la
Universitat Rovira i Virgili. “Esta
evidencia confirma de manera directa que
los mastodontes consumían frutas con
frecuencia y participaban activamente en
la regeneración de los bosques”.
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A través del
análisis de isótopos estables, el equipo
logró recrear con gran precisión tanto
la dieta como el ambiente que estos
animales habitaban. “Los datos señalan
la existencia de ecosistemas forestales
ricos en recursos frutales, donde los
mastodontes se desplazaban a grandes
distancias dispersando semillas durante
sus recorridos.
Esta función ecológica,
hoy en día, no ha sido reemplazada”,
explicó Iván Ramírez-Pedraza, del IPHES-CERCA
y la Universitat Rovira i Virgili. |
“La química
dental nos ofrece una ventana directa al
pasado”, añadió Carlos Tornero,
investigador del IPHES-CERCA y de la
Universidad Autónoma de Barcelona. “Al
integrar diferentes líneas de evidencia
pudimos confirmar de manera contundente
el comportamiento frugívoro de estos
animales y su papel esencial en los
ecosistemas antiguos”.
Además, el
equipo aplicó modelos de aprendizaje
automático para evaluar el estado de
conservación actual de las plantas que
históricamente dependieron de la
megafauna para dispersar sus semillas.
Los resultados resultan preocupantes: en
el centro de Chile, alrededor del 40 %
de estas especies se encuentran
actualmente amenazadas, una proporción
cuatro veces mayor que en regiones
tropicales donde aún sobreviven
dispersores alternativos, como tapires y
monos.
“Cuando la
relación ecológica entre plantas y
grandes herbívoros se rompe por
completo, sus consecuencias persisten
incluso miles de años después”, señaló
Andrea Loayza, investigadora del
Instituto de Ecología y Biodiversidad.
“Especies
como la gomortega (Gomortega
keule), la palma chilena o el
pehuén —conocido como ‘árbol
rompecabezas del mono’ (Araucaria
araucana)— hoy subsisten en
poblaciones pequeñas y fragmentadas, con
baja diversidad genética. Son verdaderos
testimonios vivientes de una interacción
ecológica extinta”.
Los
resultados de esta investigación fueron
publicados recientemente en la revista
científica
Nature Ecology & Evolution.
Animales Prehistóricos del Partido de
General Alvarado, una obra clave sobre el patrimonio
paleontológico bonaerense.
La ciudad
de Miramar y todo General Alvarado suma una nueva publicación
fundamental para la divulgación científica regional con la aparición
de “Animales Prehistóricos del Partido de General Alvarado”,
un libro dedicado a acercar al público general la extraordinaria
riqueza paleontológica del sudeste bonaerense, uno de los
territorios más destacados de Sudamérica para el estudio de la vida
prehistórica.
Desde
fines del siglo XIX, Miramar y el Partido de General Alvarado ocupan
un lugar central dentro de la paleontología argentina gracias a la
abundancia y calidad de fósiles del Cenozoico tardío —período que
comprende los últimos cuatro millones de años, que incluye la
llamada Edad de Hielo—. Este registro, compuesto por restos de
megamamíferos y numerosas especies de menor tamaño, permitió
reconstruir antiguos ecosistemas, identificar profundas
transformaciones climáticas y comprender etapas clave de la
evolución de la fauna sudamericana.
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El nuevo libro propone un recorrido accesible
y atractivo por este vasto patrimonio natural, combinando
descripciones claras de los principales hallazgos con
ilustraciones realistas que permiten imaginar cómo eran los
antiguos habitantes de la región. Está orientado tanto al
público en general como a estudiantes y lectores con
conocimientos básicos o intermedios en ciencias naturales,
con el objetivo de transformar la ciencia en una experiencia
de descubrimiento cercano y compartido.
Según señala su autor, el libro reúne
información e imágenes que transportan al lector al pasado
natural de la región, con un recorrido centrado
principalmente en el final de la Era Terciaria y durante
todo el Cuaternario. A lo largo de sus páginas se abordan
procesos como la modificación de los continentes, los
cambios ambientales y climáticos, las fluctuaciones del
nivel oceanográfico, grandes eventos de extinción y hasta el
impacto de, al menos, dos asteroides. |
No obstante, la mayor parte de las 190 páginas se
enfoca en la presentación de algunas de las especies más destacadas
que habitaron el territorio del actual Partido de General Alvarado y
que hoy solo conocemos a través de sus restos fósiles. Peces,
reptiles, anfibios, aves y mamíferos son descritos mediante textos
breves y precisos, acompañados de ilustraciones que facilitan su
comprensión. Entre los protagonistas se mencionan desde perezosos
gigantes de varias toneladas de peso hasta un singular tigre dientes
de sable hallado en Miramar —único en el mundo—, además de
murciélagos vampiros extinguidos y una extensa lista de curiosidades
que completan este fascinante recorrido por la prehistoria local.
El Partido
de General Alvarado —uno de los 135 partidos de la provincia de
Buenos Aires— se encuentra ubicado sobre la costa atlántica,
limitando con General Pueyrredón, Balcarce, Lobería y el mar
argentino. Además de Miramar, incluye localidades como Comandante
Nicanor Otamendi, Mar del Sud, Mechongué y Centinela del Mar, zonas
donde también se registraron importantes hallazgos fósiles. Sus
acantilados costeros y barrancas interiores conservan una de las
secuencias estratigráficas más completas del continente, lo que
convierte al área en un verdadero “laboratorio natural” para
reconstruir la evolución ambiental y biológica del Plioceno y el
Pleistoceno.
Las
unidades estratigráficas locales, es decir, la acumulación
sistemática y cronológica de sedimentos constituyen referencias
internacionales que sirven de base para correlaciones geológicas
continentales y para la definición de edades dentro del Cenozoico
tardío. Gracias a ello, el aporte científico de General Alvarado
trasciende el ámbito local y resulta clave para entender procesos de
migración, extinción y adaptación de especies asociados a los
grandes cambios climáticos sudamericanos.
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Miramar, fundada en 1888, no solo se
consolidó como un destino turístico, sino también como un
polo de investigación científica desde los primeros trabajos
impulsados por el subprefecto José María Dupuy (h), quien
promovió la creación del primer museo regional en 1912. Este
proceso culminó en la conformación del actual Museo de
Ciencias Naturales de Miramar “Punta Hermengo”, fruto del
convenio entre el Municipio y la Fundación Azara,
institución impulsora de la preservación local del
patrimonio fósil y de su acceso público y académico, así
como de la carrera de Tecnicatura Superior en Paleontología. |
“Animales Prehistóricos del Partido de General Alvarado”
apuesta a continuar esta tradición científica y educativa. La obra
se presenta además como material de consulta para estudiantes de
todos los niveles, priorizando su distribución gratuita y
equitativa, con el fin de democratizar el acceso al conocimiento
sobre el pasado reciente de Sudamérica.
El autor
del libro es Mariano Magnussen, nacido en Miramar, técnico en
ejercicio en Paleontología, Zooarqueología y Zoología, con una
extensa trayectoria vinculada a la investigación, conservación y
divulgación científica. Desde niño se dedicó al estudio de las
ciencias naturales; entre 1993 y 2011 colaboró con el Museo
Municipal de Miramar y, desde 2012, trabaja como contratado de la
Municipalidad de General Alvarado en el Museo de Ciencias Naturales
“Punta Hermengo”. Es miembro adscripto de la Fundación Azara y del
Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del
MACN–CONICET, además de asesor de otras instituciones del país.
Magnussen
cursó Ciencias Biológicas y se encuentra finalizando la Licenciatura
en Historia en la Universidad Maimónides. Participó en congresos
científicos nacionales e internacionales, publicó numerosos
artículos de divulgación y trabajos especializados —incluyendo la
descripción de especies nuevas para la ciencia— y es autor de varios
libros, además de dirigir sitios web temáticos y colaborar en
producciones documentales.
Con esta
nueva obra, Miramar vuelve a reafirmar su identidad como territorio
de referencia para la paleontología argentina y sudamericana,
invitando a lectores de todas las edades a descubrir, comprender y
valorar la profunda historia natural que se oculta bajo las arenas y
barrancas del litoral bonaerense.
A pocas
horas de su presentación, comenzaron a multiplicarse en las redes
sociales mensajes de acompañamiento, apoyo y felicitaciones de
especialistas de la Argentina y del exterior. Muchos de ellos han
realizado trabajos de campo en el Partido de General Alvarado,
desarrollando allí investigaciones científicas y publicando
posteriormente los resultados de sus estudios.
El libro
puede descargarse de manera gratuita en diversas plataformas
digitales en formato PDF, o accederse directamente sin necesidad de
registro ni ningún tipo de pago desde
https://miramarprehistorica.blogspot.com/2025/11/animales-prehistoricos-del-partido-de.html
Mas información, fotos y videos en
https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2025/11/esta-disponible-el-libro-animales.html
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
El Museo Paleontológico de
San Pedro recupera numerosos fósiles de Toxodontes.
El Grupo Conservacionista de Fósiles
logró recuperar un importante conjunto de restos pertenecientes a
varios ejemplares de toxodontes, una de las especies más
representativas de la megafauna pampeana que habitó la región
durante el Pleistoceno Superior.
Las piezas fueron extraídas en el
yacimiento de Campo Spósito, ubicado en el sector de Bajo del Tala,
por el equipo integrado por José Luis Aguilar, Santiago Ferreyra,
Jorge Martínez, Walter Parra, Manuel Sánchez, Julio Simonini y
Augusto Moleón.
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Las piezas fueron extraídas en el
yacimiento de Campo Spósito, ubicado en el sector de Bajo del Tala,
por el equipo integrado por José Luis Aguilar, Santiago Ferreyra,
Jorge Martínez, Walter Parra, Manuel Sánchez, Julio Simonini y
Augusto Moleón.
El material recuperado incluye fémures,
pelvis, mandíbulas, vértebras, ulnas y decenas de otros elementos
óseos, correspondientes a distintos individuos en variadas etapas de
desarrollo, lo que aporta un valioso registro para el estudio de
esta especie. |
Los toxodontes (Toxodon
platensis) eran grandes mamíferos herbívoros, de tamaño
comparable al de un buey, con un peso superior a los 1.000
kilogramos. Presentaban una apariencia similar a la de un hipopótamo
y una potente dentadura, con grandes dientes adaptados al consumo
intensivo de vegetación. Se trataba de animales muy abundantes en
esta región durante el Pleistoceno.
El considerable número de piezas
halladas, sumado a otros restos recuperados en campañas previas,
permitirá al museo montar un ejemplar notablemente completo tras el
receso invernal, incorporando así un nuevo atractivo destacado para
su recorrido expositivo.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Cienciargentina sanchezi,
una nueva especie de dinosaurio saurópodo en el Cretácico de
Argentina.
Un
nuevo género y especie de dinosaurio saurópodo rebaquisaúrido fue
descrito a partir de fósiles hallados en una reconocida localidad
paleontológica de la provincia de Neuquén. El animal, que recorrió
la Patagonia durante el Cretácico Superior hace aproximadamente 94
millones de años, fue denominado
Cienciargentina sanchezi.
Esta
especie representa el primer integrante conocido hasta el momento de
la familia de dinosaurios diplodocoideos Rebbachisauridae
identificado en la región. Los rebaquisaúridos formaron un grupo
diverso que se desarrolló principalmente en el supercontinente
Gondwana, desde el Cretácico Temprano hasta el Cretácico Tardío. Sus
restos fósiles, generalmente fragmentarios, han sido encontrados en
América del Sur, África, América del Norte, Europa y, posiblemente,
Asia Central.
Estos saurópodos se distinguen de otros gigantes herbívoros por la
particular estructura de sus dientes: algunas especies poseían
verdaderas “baterías dentales”, similares a las observadas en
dinosaurios hadrosaurios y ceratopsianos.
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“Los primeros saurópodos rebaquisaúridos sudamericanos fueron
reconocidos a partir de materiales procedentes de los alrededores de
Villa El Chocón, en las formaciones Candeleros y Huincul”,
explicaron Leonardo Salgado (Universidad Nacional de Río Negro–CONICET)
y María Edith Simón, autores del estudio. |
Según los investigadores, los restos provenientes de la Formación
Huincul resultan especialmente relevantes porque, junto a los de la
Formación Bajo Barreal, corresponden a los últimos diplodocoideos
indudables antes de su presunta extinción definitiva.
El
material fósil de
Cienciargentina sanchezi fue recuperado precisamente en las
cercanías de Villa El Chocón, en la base de la Formación Huincul.
“Esta nueva especie se suma al listado de saurópodos rebaquisaúridos
documentados en dicho nivel (Cenomaniano–Turoniano superior),
considerados los últimos representantes globales de los
diplodocoideos”, señalaron los paleontólogos.
“De
hecho —agregaron—, desde el Turoniano en adelante las comunidades de
saurópodos quedaron conformadas exclusivamente por macronarios,
principalmente titanosaurios”.
En
la Patagonia, y particularmente en la Formación Huincul, se observa
con claridad la llamada “rotación de fauna” de mediados del
Cretácico, un proceso que implicó un notable recambio no solo en los
saurópodos, sino también en otros grupos de dinosaurios,
posiblemente como en ninguna otra región de América del Sur.
El
estudio que documenta este importante hallazgo fue publicado
recientemente en la revista científica
Cretaceous Research.
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Evolución y extinción de los
perezosos gigantes de América.
Un nuevo
estudio internacional logró reconstruir la
historia evolutiva de los
perezosos americanos, desde su aparición hace unos
35 millones de años
hasta su desaparición en tiempos relativamente recientes. Para ello,
los investigadores analizaron fósiles y árboles genealógicos
evolutivos con el fin de profundizar en su anatomía, modos de vida y
transformaciones ecológicas a lo largo del tiempo.
El equipo científico estuvo integrado
por especialistas del
CONICET (Argentina), el
Museo Nacional de Ciencias
Naturales (MNCN-CSIC, España) y diversas instituciones
internacionales.
Hoy, los perezosos son conocidos como
mamíferos pequeños, lentos y arborícolas que pasan gran parte de su
vida colgando cabeza abajo de los árboles. Sin embargo, esta imagen
contrasta radicalmente con la de sus antepasados: durante millones
de años América estuvo habitada por
perezosos de gran tamaño,
algunos de los cuales llegaron a superar
varias toneladas de peso.
Los primeros perezosos surgieron en
Sudamérica hace unos 35 millones de años. Eran animales
terrestres y robustos,
con un peso estimado de entre
70 y 350 kilogramos.
A lo largo de su evolución, sus descendientes desafiaron cualquier
previsión: mientras gigantes emblemáticos como
Megatherium americanum
—con más de 4 toneladas de
peso— dominaban los paisajes del
Pleistoceno
(entre 2,5 millones y 12.000 años atrás), otras líneas evolucionaron
en sentido opuesto, reduciendo drásticamente su tamaño y adoptando
hábitos arborícolas.
 |
El estudio revela que la
masa corporal de los
perezosos estuvo íntimamente ligada a su modo de vida: el
desplazamiento terrestre favoreció el gigantismo, mientras que la
vida en los árboles impulsó la miniaturización. Estos cambios
ocurrieron de forma desigual.
Los grandes perezosos terrestres
evolucionaron lentamente, mientras que los linajes arborícolas —como
los actuales perezosos de dos y tres dedos—
se redujeron de tamaño con
notable rapidez. |
Las transformaciones ambientales también
jugaron un papel decisivo. Los cambios climáticos asociados al
movimiento de los continentes y a las variaciones en la órbita
terrestre provocaron un progresivo reemplazo de vastos bosques por
praderas y pampas,
lo que favoreció nuevamente los hábitos terrestres. Esto permitió
que distintos linajes de perezosos colonizaran nuevos nichos
ecológicos, una ventaja clave frente al
enfriamiento y la
creciente aridez de Sudamérica durante las fluctuaciones
glaciares de los últimos dos millones de años.
Como consecuencia, durante los últimos
14 millones de años
se produjo una verdadera explosión de especies de gran tamaño. El
gigantismo apareció repetidamente en grupos poco emparentados entre
sí, pero ya adaptados a distintos estilos de desplazamiento y
regímenes alimentarios. Los
perezosos terrestres
gigantes se consolidaron entonces como
un componente fundamental
de la megafauna del continente americano, rol que
mantuvieron hasta hace unos
15.000 años.
 |
Pese a haber sobrevivido durante 35
millones de años de cambios geológicos y climáticos extremos, los
perezosos gigantes desaparecieron abruptamente durante la transición
entre el Pleistoceno y el
Holoceno. Solo lograron sobrevivir sus parientes más
pequeños y arborícolas, que dieron origen a las especies actuales. El estudio identifica un
proceso de extinción en
dos etapas: primero se extinguieron las especies
continentales, coincidiendo con la expansión de los primeros grupos
humanos por América; posteriormente desaparecieron las poblaciones
insulares, como las del Caribe. |
“La cronología de su extinción
refleja claramente la expansión humana”, explica
Alberto Boscaini,
de la Universidad de Buenos Aires y coautor del trabajo.
“Ninguna crisis climática previa tuvo un impacto tan devastador
sobre ellos, lo que apunta a la
presión antropogénica
como el factor nuevo y definitivo”.
La historia evolutiva de los perezosos
encierra una doble enseñanza: es testimonio tanto de
una extraordinaria
capacidad de adaptación como de la
fragilidad de la vida ante
presiones inéditas. Su linaje sobrevivió a colisiones
continentales, cambios climáticos extremos y profundas
transformaciones ambientales, alternando entre la vida terrestre y
arborícola, ajustando su tamaño corporal y diversificando su dieta.
“Este grupo convirtió la
versatilidad en oportunidad”, resume
Daniel Casali,
de la Universidad de São Paulo y coautor del estudio.
Pero su rápido colapso final deja una
advertencia clara: incluso los linajes más resistentes pueden
desaparecer cuando se enfrentan a
amenazas completamente
nuevas, como la presión directa ejercida por la actividad
humana.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Stellula meridionalis, la flor más antigua
de la Argentina.
Un equipo de científicas argentinas descubrió la
flor fósil más antigua
registrada en el país. Se trata de una nueva especie
bautizada
Stellula meridionalis,
cuyo nombre significa “pequeña
estrella del sur”. La identificación se realizó a partir de un
conjunto excepcional de flores y hojas, junto con
más de veinte ejemplares
florales aislados conservados en distintos estados de
desarrollo.
Los restos pertenecen al
Cretácico Temprano, más precisamente al
Aptiano tardío, con
una antigüedad aproximada de
113 millones de años, y fueron hallados en la
Formación La Cantera,
en el noroeste de la provincia de
San Luis.
La investigación fue desarrollada por
Gabriela G. Puebla y
Mercedes B. Prámparo, científicas del
CONICET.
“Stellula
meridionalis es la flor fosilizada más antigua encontrada
hasta el momento en Argentina. En toda Sudamérica solo existen
registros de flores de esta edad en Brasil. En nuestro país,
hasta ahora, solo se habían descubierto hojas y granos de polen
de angiospermas en yacimientos contemporáneos, principalmente en
la Patagonia”, señala
Griselda Puebla,
investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología,
Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA).
 |
El ejemplar principal consiste en un tallo de
unos 3 centímetros de
largo, con pequeñas hojas y
flores opuestas ubicadas
cerca del extremo del tallo. Las hojas miden
aproximadamente 3
milímetros de largo por 1,5 de ancho y presentan bordes
dentados e irregulares.
Las flores, diminutas pero extraordinariamente
bien conservadas, muestran una
base en forma de cono
y dos filas de estructuras triangulares con puntas agudas,
dispuestas radialmente, formando una
figura estrellada
que inspiró su nombre.
|
“Interpretamos que estas flores eran femeninas y unisexuales, ya
que no hemos encontrado evidencias de órganos masculinos. Las
características arquitectónicas únicas del eje reproductivo de
Stellula meridionalis
respaldan su clasificación como un nuevo taxón, es decir, un
género y una especie completamente nuevos dentro de las
angiospermas”, explica Prámparo.
Los fósiles se encontraron como
impresiones carbonizadas
en rocas de grano fino, correspondientes a antiguos
ambientes de lagunas
efímeras asociadas a sistemas fluviales. Dado que las
flores son estructuras extremadamente delicadas,
su preservación en el
registro fósil es muy poco frecuente, lo que hace que este
descubrimiento tenga un valor científico excepcional.
En los mismos niveles sedimentarios, el equipo
recuperó además granos de
polen de angiospermas, que permitieron establecer
relaciones entre las flores y hojas fósiles con especies actuales y
pasadas.
“El
análisis del polen resultó clave para comprender mejor los
vínculos evolutivos entre estas plantas fósiles y otros grupos
de angiospermas conocidos”, detalla Prámparo.
“Stellula
meridionalis gen. et sp. nov., the oldest fossil flower from the
Early Cretaceous of Argentina” fue publicado en la
prestigiosa revista científica
Review of Palaeobotany and
Palynology, marcando un importante avance en el
conocimiento sobre el origen y la diversificación temprana de las
plantas con flores en Sudamérica.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Chadititan
calvoi, una nueva especie de titanosaurio
en la Patagonia argentina.
Un equipo
de paleontólogos que trabaja en el norte de la Patagonia, Argentina,
desenterró los fósiles de una
especie previamente
desconocida de pequeño titanosaurio rinconsaurio, que
habitó la región durante el
Cretácico Tardío, hace aproximadamente
78 millones de años.
El dinosaurio fue bautizado
Chadititan calvoi
y pertenece al grupo de los
Rinconsauria, un clado exclusivo de titanosaurios
argentinos. Este grupo fue establecido en 2007 para incluir a los
géneros
Rinconsaurus y
Muyelensaurus, y
se caracteriza por reunir dinosaurios
delgados, de cuerpo liviano
y tamaño relativamente pequeño, que no superaban los
11 metros de longitud,
con extremidades rectas y una cintura pélvica notablemente
modificada.
Según explicó el paleontólogo
Dr. Federico Agnolin,
del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y
la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”,
Chadititan calvoi era uno
de los miembros más pequeños y esbeltos del grupo.
“Al comparar la longitud de su fémur
con la de otros rinconsaurios, como
Bonatitan,
estimamos que el cuerpo completo de
Chadititan alcanzaba
cerca de 7 metros de
largo”, señaló el investigador.
Los especialistas destacan que este
nuevo titanosaurio confirma que los rinconsaurios presentaban una
morfología corporal
diferente al resto de los titanosaurios, con una
postura similar a la de
los braquiosaurios, extremidades gráciles y una cola particularmente
delgada.
 |
Los restos fósiles de varios individuos
de Chadititan calvoi
fueron hallados en una nueva localidad de la
Formación Anacleto,
cerca de la ciudad de
General Roca, en la provincia de
Río Negro. La
zona se encuentra dentro de la propiedad de la familia Marín, en
cercanías de Paso Córdoba,
a unos 10 kilómetros al sudoeste de la ciudad.
El área está formada por pequeñas
badlands dispersas y bajas colinas que delimitan el sector oriental
del bajo conocido como
“Salitral Moreno”. A pesar de la limitada extensión de los
afloramientos, el sitio produjo
un número extraordinario
de fósiles.
|
Un dato llamativo del hallazgo es la
ausencia total de
osteodermos (placas óseas dérmicas) asociados a
Chadititan calvoi. Según
los investigadores, al no encontrarse tampoco en otros rinconsaurios,
es posible que estos titanosaurios
carecieran completamente
de este tipo de estructuras protectoras.
Junto al nuevo titanosaurio, el equipo
descubrió un importante conjunto de fósiles de
vertebrados e
invertebrados, que incluye
moluscos, peces
pulmonados, tortugas, parientes de cocodrilos, dinosaurios,
caracoles y almejas. Todos estos restos estaban depositados
en lo que alguna vez fue
un pequeño estanque rodeado por dunas de arena y palmeras,
dentro de un ambiente predominantemente árido.
Entre los hallazgos más relevantes se
destacan el primer
registro fósil de la familia Neocyclotidae —caracoles
terrestres tropicales— y
el primer registro indiscutido del género
Leptinaria, un
pequeño caracol terrestre tropical pulmonado.
El paleontólogo
Dr. Diego Pol,
explorador de National Geographic e investigador del Museo Argentino
de Ciencias Naturales, señaló:
“Además del descubrimiento de
Chadititan calvoi,
los fósiles de moluscos, peces y tortugas enriquecen enormemente
nuestra comprensión de este antiguo ecosistema y amplían nuestro
conocimiento sobre la vida en la Patagonia hacia el final de la
era de los dinosaurios”.
Los investigadores destacan que la
simple presencia o ausencia de determinadas especies permite
reconocer particularidades ambientales únicas. En este caso, la
gran abundancia de
tortugas y la escasez de cocodrilos, en comparación con
regiones contemporáneas de Europa y América del Norte, subraya las
singulares condiciones
ecológicas de los ecosistemas patagónicos, en un momento en
que los continentes ya comenzaban a separarse durante el Cretácico.
Un dato especialmente notable es que las
tortugas de agua dulce
representan más del 90 % de los fósiles recuperados, un
porcentaje excepcional, considerando que en sitios equivalentes de
América del Norte y Europa
raramente superan el 50 % del total de la fauna.
Los resultados de esta investigación
fueron publicados en la
Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales,
aportando un nuevo capítulo al conocimiento de los dinosaurios y los
antiguos ecosistemas del sur de Sudamérica.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Hallan varias especies nuevas de aves en
el Mioceno de San Juan.
Un equipo de investigadores del LACEV-Museo Argentino de Ciencias
Naturales, Fundación Félix de Azara y Universidad Nacional de San
Juan, todos ellos de CONICET, dieron a conocer un hallazgo de gran
importancia.
Varias campañas paleontológicas fueron encabezadas por el
paleontólogo sanjuanino Víctor Contreras en la localidad de Puchuzum,
en el Valle de Calingasta, provincia de San Juan con el fin de
encontrar fósiles de vertebrados de unos 7 millones de años de
antigüedad. Estas exploraciones resultaron en el hallazgo de
numerosos restos pertenecientes a diferentes especies de aves que
vivieron en una laguna o sistema de lagunas que se secaban
periódicamente.
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Los restos de aves incluyen patos, gallaretas, flamencos, avocetas,
garzas y macáes. Entre ellos los investigadores lograron descubrir
tres especies nuevas previamente desconocidas por la ciencia.
La primera de ellas, Hunucornis huayanen, Hunuc, en la
cosmogonía Huarpe era una deidad amiga de los animales. Hunucornis
era una pequeña especie de macá, un grupo de aves buceadoras que a
primera vista son semejantes a los patos. Hunucornis
constituye el registro más antiguo para el grupo en todo el
continente. |
Una segunda nueva especie es un pato, pariente de los cauquenes, al
que los investigadores llamaron como Zqueheanas hebe.
El nombre de la especie es en homenaje a Hebe de Bonafini, la
incansable luchadora por los derechos humanos y dirigente
fundamental de las Madres de Plaza de Mayo.
La tercera especie nueva es Palaelodus haroldocontii.
Esta forma perteneció a un grupo de aves de aspecto externo
semejante a los flamencos actuales, con un modo de vida semejante.
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A diferencia de los flamencos vivientes, su pico era puntiagudo y no
era filtrador de agua, pero seguramente consumía pequeños caracoles,
insectos y otros invertebrados acuáticos. La especie es nombrada en
honor al gran escritor Haroldo Conti, desaparecido en la última
dictadura Cívico-Militar argentina.
La asociación de aves encontrada por los paleontólogos es muy
semejante a las lagunas que podemos ver hoy en día en las planicies
y ambientes áridos de la provincia de San Juan. Se trata de una
fauna de aspecto muy moderno. |
Es posible que la desaparición de toda esta fauna de aves haya
tenido que ver con un avance del clima árido que luego
caracterizaría la “Edad del Hielo”. Con el avance de la aridez
comienza la etapa conocida como “Edad de las Planicies Australes” y
estos grupos de aves asociadas a los ambientes húmedos del centro
argentino, habrían llegado a su fin.
Como miembros del LACEV, hacemos este pequeño homenaje a defensores
de los derechos humanos y miembros relevantes de nuestra cultura.
En palabras del inolvidable Haroldo Conti: "Levántate y camina como
un león"
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Descubren restos de una
tortuga fósil en el yacimiento de Campo Spósito, en San
Pedro.
Se trata de placas del caparazón de una
tortuga de agua dulce
que habitó la región hace aproximadamente
200.000 años. Es el
primer registro de este tipo de animal en ese importante yacimiento
paleontológico.
En los últimos días, el
Grupo Conservacionista de Fósiles recuperó un fragmento
fosilizado del caparazón de una tortuga semiacuática durante una
excavación de rutina en el yacimiento de
Bajo del Tala,
también conocido como Campo Spósito.
El hallazgo se produjo en el cauce de un antiguo riacho
prehistórico, un sector que el museo investiga de manera sistemática
desde hace más de dos décadas. En el trabajo participaron José Luis
Aguilar, Jorge Martínez, Alexis Celié y Walter Parra, quien fue el
primero en advertir la presencia del fósil.
 |
“A pesar de tratarse de un fragmento pequeño, constituye una
evidencia contundente de la existencia de estas tortugas en un
ecosistema que estaba dominado por grandes mamíferos como perezosos
terrestres, armadillos gigantes, toxodontes, caballos fósiles y
muchas otras especies hoy extinguidas. En ese antiguo curso
de agua, rodeado por extensos humedales, convivieron
mamíferos de gran porte junto con reptiles, aves y peces.
|
A lo largo de estos años, hemos
ido reconstruyendo la biodiversidad del lugar gracias a los fósiles
extraídos en nuestras excavaciones, y esta nueva pieza suma una
especie más al diverso listado ya registrado”, señalaron desde el
Museo Paleontológico de
San Pedro.
En cuanto al estudio del material, el
Dr. Gabriel S. Ferreira,
investigador del Centro Senckenberg HEP de la Universidad de
Tübingen (Alemania) y profesional especialista asesor del museo para
este grupo de reptiles, explicó:
“Se trata de una placa costal 3 o 5 de una tortuga semiacuática
perteneciente a la familia
Chelidae (Pleurodira). Además de la cabeza de la costilla,
pueden observarse claramente los surcos que delimitan dos escamas
vertebrales y una escama pleural. Es un registro sumamente
interesante que se integra al creciente conjunto de información
generada por el Grupo Conservacionista de Fósiles en este yacimiento
de la Argentina”.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Descubren restos de un
antiguo océano en plena Ciudad de Buenos Aires que se
conecta con restos de Miramar.
Una reciente investigación, realizada por un equipo integrado por
miembros del LACEV, dio a conocer un hallazgo tan llamativo como
revelador: evidencias de un antiguo avance del mar en pleno
territorio de la actual Ciudad de Buenos Aires.
En la zona de la Costanera
Sur, a orillas del Río de la Plata, suelen aparecer
ocasionalmente, como cantos rodados, bloques de roca que contienen
conchillas marinas
fosilizadas. Estos restos corresponden a un ingreso del mar
ocurrido hace aproximadamente
2 millones de años,
durante un episodio conocido como la
Ingresión Interensenadense.
 |
Estos bloques eran conocidos desde el siglo XIX, aunque su verdadera
procedencia solo se identifica cuando se realizan
perforaciones profundas
en el subsuelo urbano: los niveles portadores de fósiles aparecen a
más de 7 metros de
profundidad, revelando antiguas capas sedimentarias
asociadas a ambientes marinos. El conjunto de organismos hallados
indica que, en aquel momento, el mar avanzó brevemente sobre
el continente, cubriendo áreas que hoy se encuentran muy
lejos de la costa actual. |
A este tipo de fenómeno se lo conoce como
transgresión o ingresión
marina, términos que se utilizan para describir el avance
del mar sobre zonas continentales debido a cambios en el nivel del
mar o movimientos de la corteza terrestre.
Por contraposición, cuando el mar retrocede y
deja expuestas nuevamente las tierras previamente inundadas, el
proceso se denomina
regresión marina. Estos ciclos de avance y retroceso forman
parte de la dinámica natural del planeta a lo largo del tiempo
geológico y quedan registrados en los sedimentos y fósiles.
A partir de estas evidencias, los investigadores
revisaron distintos yacimientos con organismos marinos fósiles en
toda la provincia de Buenos Aires, incluyendo sectores cercanos a
Miramar. Como
resultado, concluyeron que el mar habría invadido zonas del
territorio bonaerense al
menos en seis ocasiones distintas durante los últimos dos
millones de años, duplicando las estimaciones previas, que solo
reconocían tres episodios de ingresiones marinas.
Estos nuevos estudios demuestran que la historia
geológica de la provincia de Buenos Aires es
mucho más compleja de lo
que se pensaba, marcada por repetidos cambios en la línea
de costa, transformaciones ambientales profundas y la alternancia
constante entre paisajes marinos y continentales a lo largo del
tiempo.
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Kostensuchus atrox, un
gran cocodriliforme del Cretácico de Patagonia.
Una especie recientemente descubierta de un gran depredador
emparentado con los cocodrilos fue descripta a partir de un fósil
excepcionalmente bien conservado hallado en Argentina, según un
estudio publicado en PLOS One
por Fernando Novas, del Museo Argentino de Ciencias Naturales
“Bernardino Rivadavia”, junto a su equipo de investigación.
 |
El ejemplar procede de la
Formación Chorrillo, cuyos sedimentos se depositaron hace
aproximadamente 70 millones de años, durante la edad Maastrichtiana,
al final del período Cretácico.
En aquel entonces, el sur de la Patagonia presentaba un ambiente cálido, con estaciones húmedas,
dominado por extensas llanuras de inundación de agua dulce que
albergaban una rica diversidad de organismos, entre ellos
dinosaurios, tortugas, ranas y distintos mamíferos. |
El fósil recuperado se encuentra notablemente
completo: conserva el cráneo y las mandíbulas con un alto nivel de
detalle, así como numerosos huesos del esqueleto. Este formidable
depredador, de aspecto similar a un cocodrilo, habría alcanzado
cerca de 3,5 metros de
longitud y un peso estimado de
250 kilogramos.
Poseía una mandíbula ancha, extremadamente robusta, y dientes
grandes y afilados, adaptados para capturar y consumir presas de
gran tamaño, que probablemente incluían dinosaurios medianos.
Los investigadores denominaron a esta nueva
especie Kostensuchus atrox,
un nombre que combina “Kosten”, el viento patagónico en lengua
tehuelche, con “Souchos”, el dios egipcio con cabeza de cocodrilo,
mientras que atrox
significa “feroz” o “implacable”.
 |
Aunque no se trataba de un dinosaurio,
K. atrox
pertenecía al grupo de los
cocodiliformes peirosáuridos, un linaje extinto de reptiles
estrechamente emparentados con los cocodrilos y caimanes actuales.
Esta especie constituye el
segundo mayor depredador conocido de la Formación Chorrillo
durante el Maastrichtiano, y todo indica que fue uno de los máximos
cazadores de su ecosistema. |
Además,
Kostensuchus atrox representa el
primer cocodiliforme
registrado en esta formación geológica y uno de los
peirosáuridos más completos jamás hallados. Su excelente estado de
conservación brinda a los científicos una oportunidad única para
profundizar en el conocimiento de estos antiguos reptiles y de los
ecosistemas que dominaron la Patagonia al final de la era de los
dinosaurios.
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El
Idiorophus
patagonicus, un antiguo cachalote fósil
patagónico pudo haber sido un depredador activo durante
el Mioceno.
Un reciente trabajo publicado en
Papers in Paleontology presenta el reanálisis del único
ejemplar conocido de
Idiorophus patagonicus, un antiguo cachalote fósil
hallado en la Patagonia argentina. Tras permanecer casi 130 años sin
ser reevaluado en profundidad, el estudio —titulado
“Despertar al cachalote dormido
de la Patagonia: una nueva descripción de Idiorophus patagonicus del
Mioceno temprano (Odontoceti, Physeteroidea)”— aporta
información clave sobre la evolución temprana de los cachalotes, su
tamaño corporal y posibles hábitos alimenticios.
Los restos fueron descritos por primera vez en 1893 por Richard
Lydekker, quien les asignó el nombre
Physodon patagonicus.
Sin embargo, este nombre ya había sido utilizado previamente tanto
para dientes fósiles hallados en Italia como para un género de
tiburones, lo que obligó a proponer una nueva denominación. En 1905,
Abel sugirió el nombre Scaldicetus,
que terminó convirtiéndose en un “taxón cajón de sastre” para
especies de afinidades inciertas. Finalmente, en 1925, Kellogg
estableció la denominación definitiva
Idiorophus patagonicus,
bajo la cual se conoce actualmente a este ejemplar.
.jpg) |
El fósil fue recuperado en algún punto
indeterminado de la
Formación Gaiman, correspondiente al Mioceno temprano (hace
unos 20 millones de años), en la zona de Cerro Castillo, frente a la
actual ciudad de Trelew, provincia del Chubut, aunque la
localización exacta del hallazgo se desconoce.
Durante el Mioceno existió una gran diversidad de
cachalotes (familia
Physeteridae), de la cual hoy solo sobreviven tres
especies: Physeter
macrocephalus (el cachalote gigante),
Kogia sima
(cachalote enano) y Kogia
breviceps (cachalote pigmeo).
|
El nuevo estudio sometió al ejemplar de
I. patagonicus a una
exhaustiva revisión anatómica y taxonómica. Se determinó que se
trataba de un individuo subadulto, con una longitud estimada de
entre 5 y 6 metros. Los análisis filogenéticos indican que no estaba
estrechamente emparentado con otras especies conocidas de
cachalotes, lo que sugiere que pudo haber sido una de las formas más
primitivas del grupo, o incluso un posible antecesor temprano de
todos los fiséteridos.
Uno de los aspectos más llamativos del estudio
tiene que ver con la estructura de su rostro o
tribuna, que
aportó pistas sobre su modo de alimentación. Según la Dra. Florencia
Paolucci:
“Las características ecomorfológicas de
Idiorophus señalan un
estilo de vida muy distinto al de los cachalotes actuales.
Probablemente era un depredador activo de peces de gran tamaño y
quizá también de aves marinas, mientras que los cachalotes modernos
se alimentan principalmente de cefalópodos o pequeños peces mediante
la succión”.
Paolucci destaca que muchos rasgos vinculados al
buceo en los cetáceos actuales se encuentran en tejidos blandos, los
cuales no se conservan en el registro fósil. En ciertos casos,
partes del basicráneo —en especial los huesos asociados a los senos—
pueden brindar indicios sobre las habilidades de inmersión profunda,
pero en este ejemplar esas estructuras no se preservaron, limitando
las interpretaciones.
 |
A pesar de los avances logrados, aún persisten
numerosas incógnitas sobre la historia de
Idiorophus patagonicus.
Consultada sobre la duración temporal de la especie, la
investigadora reconoce:
“Lamentablemente, no tenemos respuestas definitivas. Extraer
conclusiones a partir de un único espécimen es muy difícil. Sabemos
que el fósil pertenece al Mioceno temprano, con una antigüedad
aproximada de entre 20 y 19 millones de años, pero no podemos
determinar durante cuánto tiempo estuvo presente la especie”. |
Respecto a las causas de su extinción, Paolucci
explica que actualmente se están abordando estudios más amplios,
comparando cachalotes de distintas regiones y períodos geológicos
—como el Mioceno tardío— para evaluar posibles patrones evolutivos y
ecológicos.
“Por ahora, todas las hipótesis siguen abiertas: desde cambios
climáticos globales que pudieron modificar la dinámica oceánica y la
disponibilidad de presas, hasta la competencia con otros mamíferos
marinos, como delfines. Esperamos que futuros análisis permitan
poner a prueba estas ideas”.
Finalmente, la científica advierte que los
recientes recortes en financiación destinados a la ciencia y la
tecnología en Argentina dificultan seriamente la continuidad del
trabajo de campo:
“El ejemplar tipo sigue siendo el único conocido de esta especie. Mi
deseo es encontrar nuevos restos en futuras campañas, pero con las
fuertes restricciones presupuestarias que atraviesa actualmente el
sistema científico nacional, esa posibilidad se vuelve cada vez más
lejana”.
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Hallan fósil de Synbranchus, una anguila
del Pleistoceno de San Pedro.
Una vértebra fosilizada de
uno de estos animales fue descubierta a ocho kilómetros de San
Pedro.
Una pequeña vértebra
fosilizada de un pez del género Synbranchus acaba de
ser descubierta en inmediaciones de la ciudad de San Pedro, al norte
de Buenos Aires. La pequeña pieza corresponde a un género de peces
cuya forma resulta similar a la de las anguilas verdaderas y debido
a esto, se les da el mismo nombre popular. Los Synbranchus,
peces de cuerpos alargados, de hábitos principalmente nocturnos,
suelen habitar arroyos y pantanos de agua dulce en diferentes áreas
de nuestro país. Si bien no son anguilas, propiamente dichas, su
aspecto ha hecho que la gente los confunda con las anguilas de agua
salada, por ejemplo.
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|
.jpg) |
La vértebra
fosilizada fue hallada por un equipo del Museo
Paleontológico de San Pedro conformado por Jorge Martínez,
Walter Parra y José Luis Aguilar (el primero en observar la
pieza en el sedimento), junto a los colaboradores Manuel
Sánchez y Juan Cabrera. El hallazgo se produjo durante una
tarde de prospección en busca de material fósil, en el
sector conocido como Campo Spósito, en la zona de Bajo del
Tala, partido de San Pedro. En dicho campo, el grupo del
museo investiga un tramo de un lecho de río prehistórico
cuya antigüedad promedio está fechada en unos 200.000 años. |
“Cuando vimos la pequeña
pieza fosilizada, nos entusiasmamos porque sabemos que los restos de
peces fósiles en la región pampeana son muy escasos, por lo tanto,
los registros son incompletos. De hecho, del género
Synbranchus, al que pertenecen estos peces existen escasos
antecedentes fósiles. Y por otro lado, este nuevo registro nos
permite seguir conociendo habitantes de ese ecosistema prehistórico
en el cual convivieron perezosos gigantes, grandes armadillos
acorazados, mastodontes, caballos fósiles, macrauchenias y tantos
otros mamíferos de los que el equipo del museo ha venido
descubriendo restos.
Este es el tercer tipo de
pez encontrado en el yacimiento de Campo Spósito. Anteriormente se
habían encontrado bagres, armados y ahora, este del género
Synbranchus. Cada eslabón, cada género que se suma, permite
recrear con mayor fidelidad las condiciones de aquel ecosistema y
conocer mejor a quiénes lo habitaban”, comenta José Luis Aguilar,
director del museo y partícipe del hallazgo.
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.jpg) |
Para la clasificación del
ejemplar, el equipo del museo de San Pedro contó con la
valiosa participación del especialista Sergio Bogan, Curador
Asociado de la División Ictiología del Museo Argentino de
Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia” (MACN-CONICET).
Bogan explica que “es un hallazgo muy
interesante porque suma un componente previamente no
registrado en este sitio y genera expectativas de que sigan
apareciendo otros restos de peces, los cuales siempre son
poco frecuentes. |
Si bien estos peces han sido registrados en otros sitios
Pleistocenos de la provincia, estos antecedentes son escasos. Hay
algunos fósiles del río Quequén Salado, el río Luján y en el
Reconquista. Por el tamaño de las vértebras es posible inferir que
llegara a medir unos 1.20 metros de longitud, pero es algo
aproximado pues es difícil establecer un tamaño con certeza, sólo
con estos elementos”. Ilustración del PaleoArtista Miguel Ángel Lugo
por la ilustración que acompaña esta difusión. Fuente; Museo
Paleontológico “Fray Manuel de Torres” de San Pedro.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Patagorhacos terrificus, un ave del
terror en el Mioceno de Río Negro.
Hace unos 18 millones de años, la Patagonia tenía un
aspecto distinto al de hoy en día. Las interminables planicies
estaban salpicadas por árboles y bosques en los que se encontraba
una gran variedad de animales hoy en día extintos. Su clima era más
cálido y húmedo, lo que permitía la existencia de animales de
aspecto tropical como monos, puercoespines y muchos otros.
Entre los grandes cazadores de la época se
encontraban unas enormes aves predadoras conocidas como fororracos o
“aves del terror”. Los fororracos se distribuyeron por toda
Sudamérica, y se extinguieron hace unos 3 millones de años. Tenían
un pico poderoso, muy alto y terminado en un gancho filoso. Sus
patas eran muy largas y sus alas reducidas, por lo que eran
incapaces de volar.
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Una expedición llevada adelante por miembros
del Museo Patagónico de Ciencias Naturales “Juan Carlos
Salgado” en los alrededores de la ciudad de General Roca, en
la provincia de Río Negro, resultó en el hallazgo de restos
más completos de Patagorhacos terrificus,
especie muy enigmática.
Debido a la buena preservación de los restos
los investigadores lograron conocer aspectos importantes
sobre el Patagorhacos. La especie alcanzaba una altura de
1.5 metros y un peso aproximado de 50 kilogramos.
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Sus garras curvadas y sus huesos esbeltos hacen
pensar que se trataba de un veloz depredador que daba caza a sus
presas mediante la velocidad, y las remataba con un certero
picotazo. Luego despedazaba a su presa con la ayuda de las garras
del pie.
Los nuevos restos permitieron a los investigadores
realizar un árbol genealógico de todos los fororracos conocidos, y
poder saber más sobre la evolución de este grupo de aves.
El equipo de trabajo de este hallazgo estuvo
integrado por investigadores del CONICET, el Museo Argentino de
Ciencias Naturales, la Fundación Azara y el Museo Patagónico de
Ciencias Naturales “Juan Carlos Salgado”, cuya publicación
científica puede leerse en
https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08912963.2025.2458127?src=
Fuente: Laboratorio de Anatomía Comparada y
Evolución de los Vertebrados.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Ichhutherium wayra, una nueva
especie de mamífero del Mioceno de Antofagasta, Catamarca.
El hallazgo
realizado por científicos paleontológicos de Conicet se dio a 3.900
metros sobre el nivel del mar. Se trata del Ichhutherium wayra
quién vivió durante el Mioceno
Un equipo de
científicos paleontológicos del CONICET y diversas universidades
nacionales descubrió en la provincia de Catamarca una nueva especie
de mamífero que vivió hace 18 millones de años. Se trata del
Ichhutherium wayra, un herbívoro de la familia de los
mesoterinos, cuyos restos fósiles fueron hallados a una altitud de
3900 metros, en la actual puna catamarqueña.
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El
hallazgo, publicado en la revista Journal of Systematic
Paleontology, aporta información clave sobre la
biodiversidad del continente sudamericano durante el Mioceno
y las adaptaciones de los mamíferos a entornos de gran
altura. El Ichhutherium wayra, cuyo nombre en
quechua significa "viento", es una prueba de que ciertos
mamíferos lograron adaptarse a condiciones extremas en zonas
montañosas. La altitud del descubrimiento sugiere a los
investigadores que estos animales desarrollaron estrategias
para sobrevivir en ambientes fríos y de baja presión de
oxígeno. |
Los fósiles de mamíferos de esta
época son difíciles de encontrar, lo que hace que este
descubrimiento sea aún más relevante para la reconstrucción de los
ecosistemas sudamericanos prehistóricos.
Armella explicó que "lo que más
nos llamó la atención era la edad de los sedimentos, porque son
bastante viejos", destacando que estos niveles son poco
representados en la geología del NOA, lo que hace que el hallazgo
sea aún más significativo.
El fósil corresponde al linaje
más antiguo de los mesoterinos, una subfamilia entre los mesotéridos,
un grupo de ungulados nativos sudamericanos que se caracterizan por
sus adaptaciones morfológicas. El ejemplar, denominado
ichhutherium wayra, presenta rasgos morfológicos con un
carpincho y un wombat (marsupiales australianos). Armella señala que
"este material que encontramos forma parte de esa fauna única de
Sudamérica que se desarrolló durante 30 o 40 millones de años",
remarcando la importancia del descubrimiento para la paleontología.
El Ichhutherium wayra
(Ichuu: pastos de altura en quechua; wayra: viento en quechua; y
therium: bestia en griego) era un animal herbívoro que pesaba entre
12 y 15 kilogramos y se alimentaba de pasturas. Su estudio permitirá
a los científicos reconstruir el paisaje y la comunidad biológica de
la Puna durante el mioceno temprano. A través de esta investigación,
los paleontólogos esperan obtener una imagen más clara de cómo era
el ecosistema en aquel entonces.
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La campaña de rescate, que
se inició en 2023, fue posible gracias a la colaboración de
investigadores de distintas provincias: Mendoza, Tucumán y
Catamarca. Participaron profesionales del Instituto
Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA
-CONICET UNCuyo), el Instituto Superior de Correlación
Geológica (INSUGEO – CONICET UNT), la Universidad Nacional
de Tucumán, la Universidad Nacional de Catamarca, y miembros
de la comunidad local. Actualmente, el fósil se exhibe en el
Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra. |
El Ichhutherium wayra se suma a
la lista de especies que permiten entender la evolución de los
mamíferos en Sudamérica. Su estudio no solo ofrece pistas sobre su
forma de vida, sino que también ayuda a comprender cómo el entorno y
el clima influyeron en la fauna del pasado. Fuente: elancasti.com.ar
y adaptado por grupopaleo.com.ar.
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Revista Argentina de Divulgación Paleontológica.
Recuperan nuevos restos de un Ictiosaurio de Jurásico en la
formación vaca muerta, en la Provincia de Neuquén.
Un
nuevo e importante hallazgo paleontológico tuvo lugar en el paraje
Los Álamos, en las inmediaciones de Loncopué, cuando Ángel Fuentes,
propietario del campo donde ocurrió el descubrimiento, alertó sobre
la presencia de restos fósiles en el terreno.
Tras la denuncia, se activó el protocolo correspondiente y se
notificó a la Dirección de Patrimonio Cultural, dependiente de la
Subsecretaría de Cultura de la Provincia del Neuquén. Al sitio se
trasladó el paleontólogo Mateo Gutiérrez, acompañado por efectivos
de Gendarmería Nacional, quienes confirmaron la presencia de fósiles
pertenecientes a un Ictiosaurio, un reptil marino del Jurásico
Superior.
La
zona del hallazgo forma parte de un afloramiento de la Formación
Vaca Muerta, reconocida a nivel mundial por su riqueza en fósiles
marinos como ostras, moluscos y reptiles que datan de entre 145 y
150 millones de años. Este tipo de descubrimientos aportan valiosa
información científica sobre el ecosistema que existía en la región
durante esa era geológica.
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Los
materiales recuperados serán trasladados al Museo Carmen Funes de
Plaza Huincul para su análisis y conservación. Posteriormente,
quedarán en resguardo temporal en el Museo Paleontológico Carlos
Alesandri de la localidad de Las Lajas.
El
operativo contó con el acompañamiento de las Direcciones de Cultura
y Turismo de la Municipalidad de Loncopué, y se recordó a la
comunidad la importancia de notificar de inmediato a las autoridades
culturales o a Gendarmería Nacional ante el hallazgo de posibles
fósiles, para asegurar su preservación y estudio adecuado.
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Los
ictiosaurios, un grupo de reptiles marinos que dominaron los océanos
durante la era Mesozoica, son un fascinante ejemplo de adaptación
evolutiva. Estos animales, que vivieron aproximadamente entre 250 y
65 millones de años atrás, presentan una serie de características
morfológicas y fisiológicas que les permitieron prosperar en un
entorno acuático.
Una
de las características más distintivas de los ictiosaurios es su
forma corporal hidrodinámica. Su cuerpo alargado y fusiforme,
similar al de los delfines modernos, les confería una notable
eficiencia en la natación. Esta forma les permitía reducir la
resistencia del agua, facilitando así su desplazamiento a altas
velocidades. Además, sus extremidades se transformaron en aletas, lo
que les proporcionaba una mayor maniobrabilidad en el medio
acuático.
En
términos de respiración, los ictiosaurios eran reptiles y, por lo
tanto, necesitaban salir a la superficie para respirar aire. Sin
embargo, su adaptación a la vida marina se evidenció en la posición
dorsal de sus fosas nasales, lo que les permitía respirar sin
necesidad de levantar completamente la cabeza fuera del agua. Esta
característica es similar a la observada en algunos mamíferos
marinos actuales.
La
dieta de los ictiosaurios variaba según las especies; algunos eran
carnívoros y se alimentaban principalmente de peces y cefalópodos,
mientras que otros presentaban adaptaciones para una dieta más
diversa. Sus mandíbulas estaban equipadas con dientes afilados y
cónicos, ideales para capturar presas resbaladizas en el agua.
Desde el punto de vista reproductivo, se ha demostrado que los
ictiosaurios eran ovovivíparos, lo que significa que daban a luz
crías vivas en lugar de poner huevos. Este rasgo es particularmente
interesante ya que sugiere una adaptación a un ambiente marino donde
el desarrollo embrionario dentro del cuerpo materno podría ofrecer
ventajas frente a depredadores y condiciones ambientales adversas.
Los
ictiosaurios también exhibían una notable diversidad morfológica. Se
han identificado varias especies con diferencias significativas en
tamaño y forma; algunas alcanzaban longitudes superiores a los 20
metros, mientras que otras eran mucho más pequeñas. Esta diversidad
refleja una amplia gama de nichos ecológicos que los ictiosaurios
pudieron ocupar en los océanos de su tiempo.
La
variabilidad en la morfología también se relaciona con su evolución
a lo largo de millones de años. Los ictiosaurios evolucionaron a
partir de ancestros terrestres, y su adaptación al medio acuático
fue un proceso gradual que implicó cambios significativos en su
anatomía. Por ejemplo, las modificaciones en la estructura de la
columna vertebral y el desarrollo de un sistema de aletas más
eficiente son indicativos de esta transición evolutiva.
Además, los ictiosaurios presentaban características esqueléticas
únicas. Su cráneo era grande y alargado, con una mandíbula inferior
prominente que les permitía abrir la boca ampliamente para capturar
presas. La presencia de huesos nasales reducidos y una órbita ocular
grande también son rasgos distintivos que sugieren adaptaciones para
una vida activa en el agua.
En
términos de paleobiología, los ictiosaurios desempeñaron un papel
importante en los ecosistemas marinos del Mesozoico. Como
depredadores, ayudaron a regular las poblaciones de otras especies
marinas y contribuyeron a la dinámica ecológica de su entorno. Su
extinción, ocurrida al final del Cretácico, marcó un cambio
significativo en la biodiversidad marina, abriendo oportunidades
para otros grupos de animales marinos, incluidos los mamíferos
marinos modernos. Fuente; noticiasnqn.com.ar y modificado y adaptado
por grupopaleo.com.ar
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